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I.IV Hipótesis y marco metodológico

1.2 Exilio como discurso de la negación

1.2.3 La pérdida de la patria

primero e indeleble que lo une a la patria: la raíz primera que subyace en la base del montículo de raíces nuevas con las que el exiliado ha ido nutriéndose en su viaje.

La imposibilidad del regreso se debe, en gran medida, a la inexistencia del lugar del que se partió y que, ahora, presenta una silueta totalmente desconocida y, en ciertos casos, hasta siniestra.83 Aquello más amado que el exiliado ha mantenido momificado en su memoria, o edulcorado con manipulaciones bien intencionadas, ha desaparecido o ha sufrido una total trasmutación.

Por otra parte, la patria no es un preexistente, sino que se va cons­

truyendo, bildet sich,84 a lo largo de la vida, ampliándose o menguando dependiendo de la red de relaciones interpersonales que el individuo va estableciendo desde su nacimiento. De esta forma, la ausencia de las personas que formaban el entramado de relaciones del país natal, que a su vez tuvieron que exiliarse, que simplemente desaparecieron o murieron en el intento, corroboran el regreso a un país deslavazado e inconexo. Asimismo, los que se quedaron, los que no huyeron y ahora salen al encuentro del que regresa, se han convertido en recordatorio vivo, demasiado vivo, del vacío dejado por los desaparecidos. Como resultado, la patria se reconstruye por sustracción, por la resta de los que ya no están dando como resultado un lugar inexistente y un espacio en el que exiliado se siente un extranjero. En estos términos, es fácil entender que el exiliado no pueda, ni quiera, regresar a una patria habi­

tada tan solo por muertos y por moribundos.

Hannah Arendt, en uno de sus poemas del exilio, describe el paisaje fantasmal de una ciudad inhabitada e inhabitable en la que la ausencia se hace evidente en todas y cada una de las esquinas:

Flüsse ohne Brücke Häuser ohne Wand Wenn der Zug durchquert es

83 En su poema «Die Rückkehr», Bertolt Brecht ironiza sobre la búsqueda inútil de una patria trasformada en campo de exterminio: «Die Vaterstadt,/ wie finde ich sie doch?/

Folgend den Bomberschwärmen Komm ich nach Haus». Cfr. Bertolt Brecht, «Die Rück­

kehr», en: Heimatverlust und Exil, Leipzig/Stuttgart/Düsseldorf 2008, (op. cit. 81, cap. 1), 31.

84 Otto Friedrich Bollnow, «Der Mensch und seine Heimat», en: Anklamer Heimatkalender (1935), 21­24, aquí 22.

Alles unerkannt Menschen ohne Schatten Arme ohne Hand.85

La impresión de una ciudad eclipsada, inservible, ruinosa, mutilada de la parte esencial que la convertía en un lugar donde poder morar se hace evidente en cada verso. Los supervivientes, sin sombra y sin manos, amputados del miembro de la acción, «Arme ohne Hand», escarban entre las ruinas de un campo de batalla en el que aún quedan casas destejadas que ya no protegen y ríos sin puentes, «Flüsse ohne Brücke», que separan de forma irreversible una orilla de la otra.86 La inacción del paisaje se ve irrumpida, tan solo, por el súbito paso de un tren que no tiene aquí parada, que sigue de largo. El mismo tren, de seguro, que un día el exiliado tomó pensando en los horarios del viaje de vuelta. De nuevo, en este poema priman las estructuras nominales que en su paralelismo conforman una suerte de letanía que va cernién­

dose sobre el paisaje del texto.

Por último, el regreso se vuelve una quimera por la sencilla razón de que el que exiliado ya no es el mismo, es un otro. Volver, de esta forma, significa desandarse a uno mismo, desprenderse de las capas, de las raíces que han ido conformando la nueva personalidad en cada una de las etapas de su exilio. El retorno al lugar anterior va acompañado de

85 Arendt, Ich selbst (op. cit. 52, cap. 1), 47.

86 La destrucción del puente dentro en la tradición mística va asociada a un proceso de desacralización del mundo. El símbolo del puente en el chamanismo marca el umbral, el punto de unión entre niveles de consciencia diferentes y, así, el místico, durante su viaje extático, atraviesa la plataforma estrecha que une la tierra con el cielo. De forma análoga, en el texto apócrifo de la visión de san Pablo de las penas del infierno se menciona la exis­

tencia de un puente, fino como un cabello, que pone en comunicación el mundo de los seres humanos con el paraíso. Las almas de los justos lo atraviesan sin mayor dificultad, mientras que los malvados caen al río. El puente sirat de la tradición mahometana también se presenta vinculado al juicio escatológico. Cfr. Eliade, Das Heilige (op. cit. 54, cap. 1), 158.

En el poema de Arendt, sin embargo, la destrucción del puente anula toda posibilidad de retorno al Paraíso, así como cualquier intervención de la justicia divina. Los dioses han huido espantados del mundo humano y han cortado toda vía de comunicación con él. El individuo, en su desamparo, es llevado por la corriente y arrojado lejos de cualquier tipo de madero salvífico.

una segunda despedida: la despedida de lo que se ha empezado a ser87 y que Hans­Georg Gadamer explica en los siguientes términos:

Wozu wir zurückkehren, ist anders geworden, und ebenso ist anders geworden, wer zurückkehrt. Zeit hat beide [Partner eines Gesprächs]

geprägt und verändert. Für jeden, der zurückkehrt, ist die Aufgabe, in eine neue Sprache einzukehren. Es ist ein Hauch von Fremdheit an allem, wohin man zurückkehrt.88

Esta cita deja implícito el regalo ambivalente que otorga el regreso. En el supuesto reencuentro, el momento de reconocimiento se articula en forma de negación: el exiliado reconoce que no es reconocido y que no puede reconocer la realidad circundante. En otras palabras, al exi­

liado se le evidencia su extranjería en un país que, a su vez, es ahora desconocido para él: «In diesem Lande leben wir, wie Fremdlinge im eigenen Haus».89