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I.IV Hipótesis y marco metodológico

1.4 Características discursivas de la literatura del exilioliteratura del exilio

1.4.2 Las imágenes de la transparencia

La nostalgia, el olvido y el trabajo de memoria del acontecimiento pasado son temas centrales de la literatura del exilio que conminan a la búsqueda de elementos estilísticos que contribuyan a dar forma a aquel «lugar nublado invocado por los conjuros del poeta».133 Para ello,

133 Ugarte, Literatura española (op. cit. 57, cap. 1), 178.

en el nivel textual se prefiere la isotopía del agua, de la luz, de las nubes, de las sombras y todas aquellas imágenes de la transparencia que per­

filan, desde la lejanía, un escenario nebuloso, intangible y fantasmal.

Desde el punto de vista retórico, se acude a la anáfora y a la alitera­

ción para reproducir una repetición de sonidos semejante al eco que procede de otra época y que se deja oír, desvanecido, desde el más allá.

El eco es también la palabra del exiliado, presente a la vez que ausente, llegando de otros parajes y prendiéndose, cual letanía, en las concavi­

dades del nuevo entorno. La abundancia de artículos indeterminados y demostrativos, así como la insistencia en el campo léxico de la distancia y de la indefinición, logran evocar una historia anegada en sombras.

No cabe duda de que la obra de María Zambrano en la que con mayor maestría se activan estos mecanismos de evanescencia es Claros del bosque, escrita en 1977 durante su exilio en el Jura francés. Aquí, el símbolo del claro da rienda suelta a una concatenación de metáforas que configuran una voz narrativa evasiva, envolvente, que sugiere sin mostrarse del todo. El juego de claroscuro que tiene lugar en el bosque es una analogía de la dinámica de des­ocultación, alétheia heidegge­

riana, de la razón poética.

En la siguiente cita del primer capítulo de la mencionada obra se puede leer:

Se muestra ahora el claro como espejo que tiembla, claridad aleteante que apenas deja dibujarse algo que al par se desdibuja. Y todo alude, todo es alusión y todo es oblicuo, la luz misma que se manifiesta como reflejo se da oblicuamente, mas no lisa como espada.134

Aparecen aquí elementos del campo léxico y semántico de la isotopía de la luz, cuyos rasgos esenciales de significación son la claridad, la reflexión del rayo lumínico y las reverberaciones de una superficie ale­

teante. De la misma manera, el movimiento de la luz en la descripción contribuye a la evocación de una escena borrosa, difuminada, temblo­

rosa en la que todo intento de fijar la imagen acaba por desdibujarla:

«que apenas deja dibujarse algo que al par se desdibuja». Igual que el

134 Zambrano, Claros del bosque (op. cit. 9, cap. i), 123.

paisaje nebuloso del exilio, el claro del bosque aparece cubierto de som­

bras que tan solo aluden de forma velada, oblicua, sin llegar nunca a enunciar con toda la violencia del alumbramiento.

En este sentido, la luz de la revelación no hiere directamente, sino que se desprende, vicaria, de un cristal estriado: «la luz misma que se manifiesta como reflejo». La analogía del claro con el espejo incide en la idea del exiliado como una presencia bifurcada que se manifiesta en dos realidades a la vez, sin acabar de morar en ninguna de ellas al completo.

Asimismo, la luz del claro del bosque es la reflexión de otra luz no pre­

sente. Finalmente, la repetición de sonidos despierta la sensación sines­

tésica de una ausencia evocada que se acerca imperceptible desde lejos:

«Y todo alude, todo es alusión». Y, de esta forma, prosigue Zambrano:

«Brillan los colores sosteniéndose hasta el último instante en un desva­

necimiento en el juego del aire con la luz, y del cielo que apenas percep­

tiblemente se mueve. Un cielo discontinuo, él mismo un claro también».135 También en la obra lírica de Hannah Arendt, aunque de forma mucho menos programática que en María Zambrano, aparecen recur­

sos de la transparencia en la descripción del exilio. El siguiente poema sin título escrito en 1954 es un claro ejemplo de dicha reproducción evocadora de un paisaje del exilio que se pulveriza en la memoria y el cual, solo a fuerza de la palabra, puede retenerse en el instante:

Erdennässe Erdendunst

Süsses irdisches Gewärmtsein Flockt empor

Zur Wolkenkunst

Sichtbar schwebend im Entferntsein.136

En estos versos, las formas nominales compuesta se estiran alargando los significantes para abarcar toda la carga sensorial acumulada en la memoria. La intención evocadora se averigua en cada verso que parece rezumar y desprender una fragancia que viene de lejos, «Entferntsein».

135 Ibid.

136 Arendt, Ich selbst (op. cit. 52, cap. 1), 68.

Todo es volátil en el mobiliario del paisaje, nada permanece, todo se esfuma en la lejanía. Los versos son tan breves que apenas pesan,

«Wolken kunst», no hay gravidez capaz de ofrecer resistencia al paso del tiempo. Y, así, tan solo queda lo sensorial, más transparente aún:

el recuerdo de una sensación que una vez fue placentera. Asimismo, el momentáneo bienestar que produce la contemplación del pasado nebuloso también es efímero, flotante, «schwebend». El paisaje lejano y perdido en el olvido, aunque reverdecido ahora por el recuerdo, se muestra como un reflejo de sombras proveniente del más allá, de una realidad pretérita inaprensible y prófuga.