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4. Marco Teórico

4.1 Rezago: ¿Desde dónde viene este concepto?

4.1.2 Teoría de la modernización

Como se dijo anteriormente, cuando se menciona el concepto de rezago nos referimos principalmente a diferencias de orden económico, tomando en consideración la tasa de crecimiento económico o el aumento del PGB (Producto Geográfico Bruto) como el indicador que determina la condición de rezago de un territorio. Ante este panorama, obviamente han sido las ciencias económicas quienes han proporcionado los mejores aportes teóricos respecto al rezago. El debate respecto a la generación de riqueza inequitativa entre unas regiones y otras ha sido un tema que ha preocupado bastante a la economía del desarrollo, cuyo objeto de estudio precisamente intenta esclarecer la manera en que los territorios logran el desarrollo. Este debate comienza en el contexto post segunda guerra mundial, cuando el concepto de desarrollo se transforma en el foco central de las políticas públicas (Boisier, 2004). En este escenario se le intenta dar una explicación lógica a la existencia de regiones rezagadas, las cuales van a quedar envueltas bajo la nomenclatura económica y cultural del subdesarrollo. Este concepto es consecuencia de la correlación de

31 fuerzas políticas, económicas y culturales resultantes de la Segunda Guerra Mundial, aludiendo a aquellos territorios que no poseen los indicadores socio-económicos propios de una zona desarrollada, concentrándose los esfuerzos en superar las barreras del subdesarrollo para que estas regiones puedan dar el salto hacia el desarrollo, condición básica e ineludible a la cual debía aspirar el denominado “tercer mundo”.

Para conseguir esta meta y, ante la amenaza soviética producto del exitoso proceso de industrialización generado por esta nación durante el período entreguerras (Hobswawn, 1994), la teoría de la modernización aparece como una especie de modelo que intenta operacionalizar el proyecto moderno dentro de América Latina, en una atmósfera política caracterizada por el Plan Marshall, la puesta en marcha de la Alianza para el Progreso y la venida de los Peace Corps16 (López Alves, 2011). La teoría de la modernización pretende proporcionar las bases teóricas de los factores incidentes en el subdesarrollo, haciendo hincapié en la dicotomía entre tradición y modernidad y promoviendo la generación de marcos analíticos que proveyeran del instrumental técnico para dirimir cuales eran las razones que explicarían la transición desde sociedades tradicionales hacia sociedades modernas.

Fuertemente ancladas en el Estructural-Funcionalismo de Talcott Parsons y en las teorías económicas de W.W. Rostow, la teoría de la modernización se transformó en la luz que iluminó las oleadas modernizadoras de América Latina en el período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, instalando como foco central la superación de los rezagos económicos de las regiones más desfavorecidas mediante las recetas provistas desde las regiones calificadas como desarrolladas. Para ello, es Rostow (Preston, 1999) quien señala que la transición desde una sociedad tradicional hacia una sociedad moderna atravesaba cinco etapas diferenciadas: Sociedad Tradicional, Precondición para el Despegue, Proceso de Despegue, Camino Hacia la Madurez y Sociedad de Alto Consumo Masivo. Cada una de estas etapas tenía como objetivo central gestar las condiciones para el adecuado take off de

16 Los Peace Corps, o su versión traducida, los Cuerpos de Paz, son organizaciones de voluntariado gestadas por parte del gobierno de John F. Kennedy durante la década de los sesenta. Los Cuerpos de Paz tenían por misión contribuir a la consecución de los objetivos desarrollistas en las naciones denominadas como

“subdesarrolladas” en diversas materias. Se le suele endosar como critica su carácter neocolonialista y su asociación con intereses de orden militar.

32 la economía, el que iba a proporcionar el impulso necesario para superar el subdesarrollo y dejar atrás el rezago. Los hitos de la sociedad moderna son logros estandarizados, independientemente de las zonas geográficas en las que se empujen los procesos de desarrollo. Por ello es que usualmente se ejemplifican las sociedades modernas como aquellas caracterizadas por poseer un sector industrial avanzado, carecer de economías campesinas, tener mayoritariamente formas de trabajo asalariado, tener un porcentaje de urbanización superior al de ruralidad, tener una apropiada capacidad de ahorro y formas de gobierno sostenidas en base a democracias abiertas con elecciones libres (Germani y Dos Santos, 1969). En este último punto se destaca la contribución de Gino Germani, quien señala que la modernización económica no va necesariamente de la mano con la modernización política y la modernización social, afirmando la a menudo característica particularidad de América Latina, donde conviven usualmente estructuras pre-modernas conjuntamente con estructuras modernas.

Por ello es que, sumado a los anhelados logros propios del desarrollo económico, se buscó a la par gestar una especie de ética proclive a los procesos de modernización (Germani, 1965).

Parsons describe que el tipo ideal que domina en las sociedades modernas es aquel donde se privilegia el seguimiento de patrones valorativos universalistas, neutralmente afectivos, promovedores del logro por encima de la adscripción, donde prevalecen roles específicos por sobre los difusos y donde prima lo individual por sobre lo colectivo (Parsons y Shils, 1952).

En este mismo contexto, McClelland expone las bases psicológicas del ethos psicológico moderno (Larraín, 1989), en conexión con las tesis respecto de la ética protestante propuestas por Max Weber un par de décadas antes. McClelland puso énfasis en la búsqueda de los factores psicológicos mediante los cuales era posible incentivar el crecimiento económico, de este modo McClelland expresa que la motivación por el logro es fundamental en la adquisición del espíritu emprendedor. En esta misma dirección se encuentra la construcción de escalas que intentaban medir el grado de modernismo de las personas (Horton Smith e Inkieles, 1966), asumiendo que aquellas personas que eran capaces de tomar sus propias decisiones y mostraban un mayor grado de secularización en sus vidas individuales, eran personas más insertas dentro del orden moderno que aquellas personas que no contaban con estas características. De acuerdo a esta perspectiva, desde el punto de vista psicológico las sociedades latinoamericanas se veían obstaculizadas de poder alcanzar el desarrollo debido

33 a que su grado de modernismo, expresado en las características dadas, no se correspondían con el grado de modernismo requerido para empujar transformaciones estructurales que dejaran de lado las disposiciones pre-modernas que distinguían a los habitantes de los Estados-Naciones de América Latina.

La teoría de la modernización ha sido duramente criticada por su carácter eurocéntrico y por generar una promesa que a todas luces ha sido incumplida, promoviendo más bien inseguridad y desencantamiento en lugar de certeza, especialmente en América Latina. Las ambivalencias características de los numerosos procesos modernizadores llevados a cabo en América Latina han conducido a resultados contradictorios, los que han ocasionado la producción de rupturas que aún permanecen en los proyectos de desarrollo de muchos de los países que componen América Latina. Pese al desencanto generalizado existente sobre lo catalogado como “moderno”, ya sea en su variante más tradicional o en alguna visión revisionista, el ideal desarrollista sigue estando bastante presente en América Latina actualmente. En efecto Bravo y Morales (2010) siguen pensando que el proyecto moderno se encuentra inacabado, siguiendo en la línea de lo propuesto por Jürgen Habermas, señalando que aún es válido pensar en el proyecto moderno en América Latina. Desde la vereda opuesta, en los últimos años han surgido numerosos proyectos que aluden a constituir una modernidad latinoamericana, destacando la posibilidad de generar un proyecto de desarrollo de cuño latinoamericano. Aunque se ha acumulado numerosa literatura respecto a propuestas que cuestionan el proyecto moderno, todavía es pronto para pensar en un desarrollo tanto teórico como metodológico que dispute la hegemonía de éste, puesto que las teorías que ofrecen una alternativa al proyecto moderno aún adolecen de una adecuada operacionalización. Al respecto, León (2015a; 2015b) y Phelan (2014) han estado intentando formas de medir lo referido al concepto de Buen Vivir, tomando como base las experiencias ocurridas en Ecuador y Venezuela respectivamente. Sin embargo, aquel ejercicio de construir índices sintéticos en base a la definición de indicadores mensurables aún se encuentra en construcción. Cabe destacar que la decisión de intentar medir el Buen Vivir se encuentra en discusión, no existiendo una visión unívoca respecto a este desafío.

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