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4. Marco Teórico

4.1 Rezago: ¿Desde dónde viene este concepto?

4.1.7 Desarrollo Territorial

4.1.7.2 Desarrollo Endógeno

Usualmente, tal como ha sido expuesto previamente, los conceptos de desarrollo endógeno, desarrollo local y desarrollo territorial se emplean indistintamente sin hacerse las distinciones correspondientes (Farris, 2013). Mientras que el desarrollo local pretende hacer visibles los déficits de las definiciones tradicionales de desarrollo, principalmente las que guardan relación con la escasa pertinencia territorial de la implementación de las políticas cuyo sostén teórico es el paradigma del desarrollo, el desarrollo endógeno se erige en contraposición al desarrollo territorial hegemónico gestado desde el centro hacia la periferia (Boisier, 2001a).

En este plano, Fernandez (2010, 222) expone una visión respecto al desarrollo endógeno donde destaca tres elementos distintivos de este proceso.

(,..) en primer lugar, que la comunidad local dirija, ejecute y controle su proceso de desarrollo; en segundo lugar, que utilice todas las potencialidades existentes en el territorio; y en tercer lugar que tenga por finalidad atender las necesidades de los ciudadanos de la comunidad local.

La identidad cultural, social e histórica con su comarca, ciudad o región es el catalizador de este proceso. Por ello es difícil en este contexto pensar en un desarrollo endógeno promovido, dirigido y ejecutado desde los organismos centrales o nacionales porque serían considerados como desarrollo exógeno.

50 Lo anterior pone de relieve que, a pesar de haberse generado una crítica frente al desarrollo entendido desde su visión clásica, enrostrándole su carácter vertical y poco adecuado respecto a los particularismos territoriales, aún permanecía una sustancia exógena al territorio en cuestión, siendo el territorio un objeto de políticas públicas y no una entidad activa capaz de generar propuestas genuinamente gestadas desde los territorios.

Desarrollo endógeno obedecería a la formación de un proceso emprendedor e innovador, en que el territorio no es un receptor pasivo de las estrategias de las grandes empresas y de las organizaciones externas, sino que tiene una estrategia propia que le permite incidir en la dinámica económica (Vásquez Barquero, 2007, 186)

Por lo tanto, el desarrollo endógeno, en lugar de ser una estrategia de desarrollo originada desde un “afuera”, posee como rasgo característico el ser una propuesta que nace desde dentro del territorio, empleando su propio potencial y siendo la población local la beneficiaria del desarrollo gestado en el territorio, coincidiendo en ello con las tesis del desarrollo local. Desde el punto de vista más sociopolítico, Delamaza y Thayer Correa (2013, 3) definen el desarrollo endógeno como “El conjunto de los procesos políticos, sociales y económicos conducidos por los actores regionales articulados en función de unas prioridades definidos por ellos mismos”. En torno a esto, Boisier (2001a, 2001b) agrega que el desarrollo endógeno debe comprenderse como un concepto complejo que posee diversas dimensiones, las cuales pueden sintetizarse en el dominio de lo político, lo económico, lo científico y tecnológico y lo cultural.

Estas cuatro dimensiones articuladas constituirían el capital sinergético, añadiendo una indesmentible facultad intangible a la endogeneidad del desarrollo, la que no es susceptible de poderse abordar a través de una medición cuantitativa. Por ello es necesario concentrar los esfuerzos para que los territorios puedan tener la capacidad para levantar su propio modelo de desarrollo. Para lograr este objetivo se hace imperativo la descentralización y la autonomía de los territorios, fomentando herramientas de redemocratización y participación local, de manera de articular los procesos de desarrollo en torno al capital sinergético (Boisier, 1999;

CEPAL, 2010; CEPAL, 2012). El capital sinergético se define como aquella capacidad social de promover acciones en conjunto dirigidas a fines colectiva y democráticamente aceptados, sabiendo que el resultado final será más que la suma de sus componentes. Thayer Correa

51 (2011) aborda el tópico de la sinergia de un modo similar a como lo hace Boisier, afirmando que elementos tales como la sinergia y el capital social nacen como fruto de un desarrollo endógeno que tome en consideración a las fuerzas sociales existentes en cada territorio, de manera de contribuir a generar políticas desde los actores sociales. No obstante, la carencia de actores sociales que puedan influir dentro de la agenda pública mitiga el despliegue del potencial endógeno de los territorios, lo que se une a los inefectivos esfuerzos por desconcentrar la toma de decisiones.

En este contexto la existencia de actores que concentren el poder es obstaculizador del potencial de endogeneidad con el que cuenta cada territorio, por lo cual aquellos territorios con empresas que condensen toda la actividad económica en sí mismas, como lo es el caso del sector forestal en la Provincia de Arauco, dificulta la puesta en marcha de un proyecto que vaya en una dirección distinta de lo planteado por los actores que poseen una posición más privilegiada en la toma de decisiones respecto a los lineamientos del desarrollo. Por ello es que la postura cercana al desarrollo endógeno sitúa al territorio como un agente de transformación y no como un mero soporte de los recursos y de las actividades económicas (Peña Sánchez, 2004; Boisier, 2001a). Se entiende al territorio, tal como se ha mencionado anteriormente, como una construcción socio-histórica, donde su desarrollo pasa por una conjunción de recursos (económicos, humanos, institucionales y culturales) que constituyen su potencial endógeno. La proposición de un proyecto que subraye las potencialidades territoriales pasa por no sustentarse únicamente en la producción efectuada por grandes empresas, sino más bien en la gestación de una red de emprendimiento formada en torno a negocios medianos y pequeños, destacando que el vínculo existente entre territorios y mercados radica en que las reglas en torno a las cuales funcionan los mercados de una determinada región reflejan la correlación de fuerzas entre los diferentes grupos sociales que de ellos participan y dependen (Abramoway, 2006). Por ello es que el desarrollo endógeno crece en aquellas localidades que poseen el suficiente capital social para que se tejan relaciones de competencia y cooperación, creándose un marco de confianza y seguridad.

Respecto a lo señalado más arriba, la OECD (2009) en el Territorial Review of Chile, es categórico en torno a las deficiencias mostradas por el modelo de desarrollo regional, expresando que éstas constituyen la piedra de tope para el acortamiento de las disparidades

52 económicas entre territorios al interior de Chile, donde cabe mencionar que las desigualdades sociales habidas en Chile superan el promedio de las desigualdades inter-regionales existentes en el resto de naciones que toman parte de la OECD. Dentro de los hallazgos principales señalados se menciona la carencia de actores regionales fuertes que hagan de contraparte al poder central, gobiernos regionales sin poder, políticas regionales gestadas desde el centro hacia la periferia, falta de sinergias intersectoriales y la escasa importancia de las estrategias regionales de desarrollo. En cuanto a las recomendaciones que se mencionan, la que más se destaca es la necesidad de crear enfoques de políticas públicas bottom-up, subrayando la significancia que posee la creación de espacios participativos que sean resolutivos y realcen la toma de decisiones por parte de territorios de escala geográfica baja e intermedia21. En torno a esto último, Mac-Clure y Calvo (2013) añaden que ciertas desigualdades sociales son perdidas de vista cuando éstas se analizan a través de los límites regionales, por lo que se hace necesaria la promoción de un análisis que vaya en la dirección de ampliar la mirada a una escala más microscópica, poniendo el foco en escalas geográficas que escapen a los parámetros convencionales.