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La regresión geomorfológica del delta del Ebro

6. LA PROBLEMÁTICA ACTUAL

6.1. La regresión geomorfológica del delta del Ebro

Los factores dinámicos que han influenciado en la formación del delta del Ebro, e inciden todavía en la evolución de la morfología del mismo, son muy complejos, puesto que hay una interacción significativa entre procesos marinos, fluviales y eólicos. Es por esta razón que cualquier actuación de origen antrópico que modifique alguno de estos factores puede dar, como resultado, una ruptura del equilibrio entre los mismos y, en consecuencia, provocar modificaciones indeseables en los procesos evolutivos de la morfología del Delta.

Lo más característico de la formación del Delta es su juventud geológica y la fragilidad o impermanencia, para la evolución y el cambio continuo. Los elementos formadores de un delta, básicamente el río (caudal, régimen, carga sólida,…) y el mar (oleaje, corrientes mareas,…), pero también el clima (glaciaciones, vientos, lluvias,…) y el contexto regional (antigua costa, plataforma continental,…) determinan procesos y configuraciones deltaicas diferentes. Así, el delta del Ebro responde a un modelo intermedio entre los deltas dominantes por la dinámica fluvial, muy digitados y con una gran proyección mar adentro (como por ejemplo el Missisipi, Danubio,…), y los deltas dominados por la dinámica marina, con costas muy regulares y escaso desarrollo de su llanura (como por ejemplo el del Senegal, San Francisco,…).

En el caso del Ebro, la gran extensión de la llanura mar adentro (25 km) refleja la influencia fluvial, mientras que la regularidad de la línea de costa y la presencia de las flechas o penínsulas litorales muestran la influencia indudable del mar mediterráneo.

El delta del río Ebro ha sido, según apuntábamos, hasta mediados del siglo XX, una formación sedimentaria en continuo crecimiento y sujeta a grandes transformaciones debido a la acción conjunta de los aportes del río y de los oleajes. Al igual que cualquier otra formación deltaica, el avance en la desembocadura presuponía que el caudal de aportaciones fluviales superaba la capacidad de transporte de los oleajes. La apertura de nuevas salidas, tras

un excesivo avance en la desembocadura anterior, significaba la inversión del proceso, de modo que el apuntamiento en la salida abandonada entraba en rápida regresión. La nueva salida avanzaba rápidamente, ya que los aportes fluviales de sedimento constitutivo de playa activa eran del orden de 1 200 000 m3/año mientras que los transportes longitudinales de los oleajes, hacia uno y otro lado, se pueden estimar en conjunto inferiores a 500 000 m3/año.

La regulación del río Ebro, a raíz de la construcción de grandes presas en su cauce inferior, significó la disminución gradual de los aportes fluviales de sedimentos arenosos, capaces de constituir playa, hasta su práctica anulación a partir del decenio 1960-1970. Sin embargo, el desagüe fluvial tiene un efecto estabilizador sobre los procesos de transporte litoral, ya que la corriente de salida, al penetrar en el mar, produce una fuerte distorsión de los oleajes y actúa en ciertos aspectos como un espigón hídrico, interrumpiendo total o parcialmente el transporte longitudinal. Así ha ocurrido con la apertura de la Gola Norte, iniciada en 1937, y la pérdida total de funcionalidad de la Gola de Levante, que se produce en la década de 1950-60, hechos éstos que han significado el crecimiento de la isla de San Antonio a levante de la Gola Norte, a costa de la erosión del apuntamiento de la Gola de Levante.

Esta situación de avance en la Gola Norte y retroceso en la Gola de Levante, se tiene que traducir, a corto plazo, en una nueva apertura de la Gola de Levante y probablemente en el cierre de la Gola Norte. Prueba de ello es el resultado del temporal que tuvo lugar los días 8 a 11 de octubre de 1990, el cual abrió de nuevo la Gola de Levante.

Por otra parte, los procesos de transporte longitudinal de los oleajes implican la lenta remodelación de todo el borde deltaico, de la cual son puntos clave la migración de las penínsulas de los Alfaques (hemidelta sur) y del Fangal (hemidelta norte). Dicha migración implica el retroceso de los frentes occidentales próximos (Trabucador y playas de la Marquesa, respectivamente) del cual hay constatación reciente por la rotura y retroceso de la barra del Trabucador bajo la acción del temporal antes mencionado, y también implica la futura unión de ambas flechas a la costa, convirtiendo las bahías en lagunas.

99 Las zonas que se han visto más seriamente afectadas por la erosiones, por comparación de los planos del Instituto Cartográfico de Catalunya del año 1946 y del año 2015, son dos: la primera en el hemidelta izquierdo, con una pérdida superficial de 2 117 086 m2 entre la urbanización Riumar (zona Bassa Arena) y el inicio de la punta del Fangar, y la segunda en el hemidelta izquierdo en la zona de la isla de Buda y zona del brazo de Migjorn, con una pérdida de superficie de 6 338 148 m2, tal y como se puede observar en las figuras siguientes.

Fig. 17. Regresión del Delta entre 1946-2015. Base 2015.

Para tomar conciencia de las fuertes erosiones acaecidas en estos últimos 50 años, medimos las longitudes en dirección perpendicular a la costa en diferentes puntos característicos o descriptivos. El primero de ellos en la zona del restaurante de los Vascos (Playa de la Marquesa) donde ha habido una erosión de 241.79 m de playas, en la zona central de la playa del Nen Perdut (Bassa Arena) con una regresión de hasta 320.02 m, en la zona de la antigua desembocadura situada entre la Isla de Buda (Cabo Tortosa) y la Isla

de Sant Antoni con un retroceso de la línea de costa de 2187.67 m y, por último, en la zona de la playa del Serrallo, con una decreción de 358.67 m. Esta regresión se debe de situar entre las calificadas como “regresión grave” en el artículo 29.1 del RD 876/2014, de 10 de octubre por el que se aprobó el Reglamento General de Costas, según el cual, en nuestro caso, el retroceso de la costa ha superado a través de los años los 5 m en los últimos cinco, lo cual tiene singular importancia para el delta del Ebro, según veremos a lo largo de este Informe. Por otra parte, el artículo 29.5 especifica, textualmente, que “en los terrenos declarados en situación de regresión grave, la Administración General del Estado podrá realizar actuaciones de protección, conservación o restauración. En este caso podrá imponer contribuciones especiales de acuerdo con lo previsto en el artículo 87 bis de la Ley 22/1988, de 28 de julio”.

Asimismo, el artículo 29.6 reza que “la declaración de situación de regresión grave se hará por orden ministerial, previo sometimiento al trámite de información pública así como a informe de la comunidad autónoma y ayuntamientos correspondientes y trámite de alegaciones de quienes acrediten la condición de interesado personándose en el expediente. La orden ministerial se publicará en el Boletín Oficial del Estado, así como en la sede electrónica del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Del mismo modo, se dará traslado de dicha Orden al Registro de la Propiedad, preferentemente mediante documento electrónico que comprenda la base gráfica del tramo declarado en regresión, al objeto de su incorporación al sistema informático registral sobre la cartografía catastral, dándose publicidad de esta limitación como información territorial asociada”.

Es evidente que, desde el año 1965 en que inició su actividad el embalse de Mequinenza, hasta la actualidad, los diferentes impactos de las actividades antrópicas han llevado a cabo una remodelación considerable de la morfología del delta del Ebro, con zonas de pérdida de más de dos kilómetros de longitud en terrenos cedidos a favor del mar. En la siguiente figura, que complementa la anterior, marcamos los puntos de medición. Para facilitar la mejor compresión, de forma inversa a las figuras anteriores, ponemos como base de la imagen el delta del Ebro en el año 1946 y grafiado en verde el delta del Ebro actual.

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Fig. 18. Longitudes de regresión del Delta entre 1946-2015. Base 2015.

Fig. 19. Longitudes de regresión del Delta entre 1946-2015. Base 1946.

Un delta es un espacio en tres dimensiones donde la parte visible, la llanura deltaica, es sólo la superficie que aflora de un gran edificio construido por los sedimentos aportados por el río a lo largo de los siglos. Los sedimentos inicialmente sometidos al transporte fluvial, básicamente arenas y arcillas que son arrastradas por el río en el sentido de la corriente, al ser frenada la corriente por el mar, pierden velocidad y capacidad de transporte, y son depositados en la desembocadura (las arenas y limos; mientras que las arcillas lo son por el proceso de floculación28 en la plataforma continental). Una vez en la costa, estos sedimentos se verán afectados o no por la dinámica de las olas y sometidos al transporte costero, que se desplaza a lo largo de la costa.

La situación de la desembocadura puede cambiar en función de la dirección (variable) que lleva el mismo río y en función del nivel (también variable) que tiene el mar. De hecho, la acción del mar sobre los deltas es a la larga devastadora, de tal manera que se puede afirmar que incluso a muy largo plazo (en periodos geológicos) las llanuras deltaicas crezcan por determinados puntos (las “goles”) y arrasen por el resto de las zonas, especialmente si el proceso erosivo se ve favorecido por un ascenso progresivo del nivel del mar, como viene ocurriendo en nuestro Delta, al tiempo que desaparecen las aportaciones sólidas en la desembocadura.

Una llanura deltaica es, por tanto, algo vivo que no tan solo nace o crece, sino que también padece migraciones laterales debidas a su desgaste, por una parte, y siempre cuando la desembocadura persista, durante un largo periodo de tiempo, por otra.

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5-103 En cualquier caso, el río, al desembocar, deja (o más bien dejaba) los sedimentos, que toman en conjunto la forma de abanico, constituyendo el lóbulo deltaico, sobre el cual continúa creciendo inmediatamente el propio delta. La superposición de los lóbulos, o de los sedimentos de los lóbulos, por la ordenación gravitatoria y cronológica, hacen que la parte emergida sea siempre la más joven. A consecuencia de los cambios del nivel del mar producidos en los periodos glaciares e interglaciares, cuando el nivel del terreno es creciente y alto, se pueden acumular grandes cantidades de materiales y el delta puede progradar (crecer) o, en cambio, se pueden erosionar parcialmente, cuando el nivel es bajo.

En esta dinámica continua, es necesario situar la formación de la actual llanura deltaica del Ebro, que se inicia después del máximo de la glaciación Würm29, hace unos 18000 años cuando el nivel del mar, que se encontraba a una cota de -90 m en relación al actual, comienza a subir, y el río incesantemente iba dejando sus materiales acarreados en la desembocadura, siempre siguiendo, progresivamente, el nivel ascendente del mar (que se aproximaba cada vez más al nivel y la línea de costa actual), formando la base del actual Delta.

Un delta es, así mismo, un espacio caracterizado por una llanura, que es la parte más conocida, aprovechada y por otra parte efímera. Toda ella es un mundo anfibio de transición entre el mar y la tierra donde, en función de los propios procesos, diversos ambientes se reparten el territorio. Ambientes

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fluviales, atados a los lechos del río, actuales o abandonados y a sus riberas.

Ambientes lacustres o palustres, de balsa o marisma, como resultado del crecimiento deltaico y de aislamiento y cerramiento de ambientes marinos.

Ambientes de transición, ligados a la desembocadura del río, llamados fluviomarinos, como las barras de arena en forma de media luna, o ligados a las zonas marinas próximas a la costa, llamados holomarinos, como las barras y las penínsulas de arena. También ambientes marinos, que se encuentran bajo el nivel del mar, como las bahías y el conjunto de materiales deltaicos sumergidos.

Pues bien, es suficientemente conocido el hecho de que, durante los últimos cincuenta y cinco años, la costa arenosa del delta del Ebro ha sufrido una erosión aguda y muy generalizada. El origen de esta situación radica, en la disminución en las aportaciones sólidas de origen continental a causa de la construcción y puesta en funcionamiento de los grandes embalses del tramo final del río Ebro, lo cual ha provocado que la capacidad de transporte de los diferentes agentes dinámicos, que actúan sobre el litoral, no pueda ser compensada por un caudal sólido equivalente.

Así las cosas, el lóbulo central del Delta está retrocediendo actualmente a una velocidad de unos 20 m/año, aunque este ritmo había llegado a superar los 50 m/año hace cuatro décadas (Callís, 1988; Jiménez y García, 1991).

La reducción del transporte sólido por vía fluvial en el río Ebro es consecuencia, en primer lugar, del efecto “trampa” del sistema Flix/

Ribarroja / Mequinenza. En efecto, la corriente fluvial, al perder intensidad, deja ir su carga sedimentaria; primeramente, en las colas de los embalses, el sedimento más grueso; y más adelante, el sedimento fino. Sólo una cierta fracción de los limos y arcillas y una mínima parte de la arena más fina en suspensión puede superar esta trampa, a través de las turbinas de la central hidroeléctrica, los rebosaderos o los desagües de fondo de la presa. Palanques (1987) estimaba, comparando datos de concentración obtenidos aguas arriba de Mequinenza y Ribarroja con otros registrados en Ascó, que estos embalses retienen, en su conjunto, el 72% de los sólidos en suspensión que reciben. Hoy en día, como veremos posteriormente, esta cifra ha aumentado mucho más.

105 A partir de las estimaciones del transporte de sedimento en el río Ebro, podría concluirse que desde inicios del siglo XX hasta la actualidad, la carga sólida ha ido disminuyendo desde unos valores iniciales del orden de 20 × 106 t/año hasta unos valores finales del orden de 0.12 × 106 t/año. Es decir, que la carga en suspensión actual sería bastante menor del 1% de la que se producía a principios del citado siglo (figura 20). Sin embargo, antes de generalizar estos datos a un comportamiento sistemático, habría que tener en cuenta que las medidas aportadas son discretas en el tiempo, por lo que en gran parte deben reflejar las condiciones en que han sido tomadas.

Para poner en contexto estos resultados, en la figura 21 se presentan los caudales medios anuales aforados en la estación foronómica 027 de Tortosa durante el siglo XX, correspondientes a las medidas presentadas, donde puede verse que, si bien las estimaciones del caudal sólido parecen indicar una disminución, los años utilizados para la estima también presentan una tendencia decreciente en los caudales circulantes por el río Ebro.

1900 1925 1950 1975 2000

1900 1925 1950 1975 2000 tiempo(años)

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Fig. 21. Caudales medios anuales aforados en Tortosa durante el siglo XX.

Pero otro factor -así mismo fundamental- que determina la disminución en la aportación de arena a la costa deltaica es la regulación del caudal fluvial. La estanqueidad de las aguas de los embalses mencionados hace que el río Ebro sea incapaz de arrancar del lecho de los mismos los materiales que pierde aguas arriba. Por otro lado, el análisis estadístico de las aportaciones hídricas de los últimos veinticinco años revela que el caudal medio tiende a reducirse en el curso bajo del río (Franquet, 2009), lo que atribuimos a un aumento del riego y de los usos domésticos e industriales a lo largo y ancho de la cuenca hidrográfica. La reducción del caudal favorece la penetración estuárica, aguas arriba, de la cuña salina, mientras que la regulación limita las posibilidades de incorporar a la costa el stock de sedimento que queda depositado en el lecho de las grandes presas.

En estas condiciones, se calcula que a la costa no llegan más de 65000 m3/año de sedimento (partículas + agregados) con D50 superior a las 63 µm, y que la aportación anual de arenas no supera los 50000 m3 (Jiménez y García, 1991). Así pues, la costa arenosa del delta del Ebro se comporta como un litoral con aportaciones continentales muy escasas, cuya evolución es gobernada, casi de manera exclusiva, por los mecanismos de transporte asociados a la meteorología y a la hidrodinámica marina local.

107 Es innegable que, de todas las zonas afectadas por la detracción de aguas del Ebro para cualquier tipo de uso, las únicas sobre las que esta detracción tiene un efecto inmediato son aquellas que quedan aguas abajo del punto de captación.

Sin entrar en mayores especificaciones técnicas, señalemos que el sistema Mequinenza-Ribarroja-Flix impide actualmente el paso al 96% de los sólidos, según un estudio ya realizado -utilizando la técnica de aforo de sólidos- por el prestigioso Centro de Estudios Hidrográficos (CEH30) del MOPU.

La elevación taquimétrica del delta del Ebro sobre el nivel del mar Mediterráneo ya no es sostenible. La tierra del Delta está hundiéndose y el agua del mar la invade, amenazando con la destrucción de los humedales del Parque Natural, la vida y la economía de la zona.

Como ya se ha dicho, el delta del Ebro emergido fue creado hace aproximadamente 700 años por un suministro constante de arena proveniente de la erosión hidráulica en el drenaje superior. La tala de árboles para la construcción naval y la agricultura o la ganadería, que tuvo lugar en la cuenca del Ebro a lo largo de varios siglos, fue la razón básica de la erosión. No se

está añadiendo ahora prácticamente ningún sedimento al Delta debido a la construcción de presas y a la repoblación forestal. Sin embargo, el delta del Ebro tiene ahora un potencial humano, económico, fáunico y florístico tan irreemplazable que la continuación de su existencia debería ser objeto de la mejor protección por parte del Estado, que parece que ha abandonado las actuaciones iniciadas con el citado Decreto 3722/1972, de 21 de diciembre, que, repetimos, hoy, inexplicablemente, se hallan suspendidas.

La esencia de la preocupación por el delta del Ebro, y que asume plenamente la Comunidad de Regantes – Sindicato Agrícola del Ebro, es que buena parte de su área territorial, con 58008 habitantes (IDESCAT, 2014) y 4005 comuneros, puede dejar de existir en los próximos 100 años debido a una combinación malévola del hundimiento de la tierra (subsidencia) y el aumento del nivel del mar (peligro que se anuncia agravado por el efecto del denominado “cambio climático” del que nos ocuparemos más adelante).

La tierra deltaica está hundiéndose (verticalmente) lentamente a un promedio de aproximadamente 1 mm/año, mientras que el mar se está adentrando (verticalmente) en la tierra a un ritmo de 2-3 mm/año, con lo que, tal como decíamos, supera los 5 m (horizontalmente) durante los cinco años previstos en el Reglamento correspondiente para calificar tal regresión como grave. Desafortunadamente, antes de que la tierra esté totalmente inundada, numerosos daños ecológicos y agrícolas se sucederán en las áreas de cotas taquimétricas más bajas o más vulnerables. La región agrícola es más sensible a las inundaciones marinas, puesto que la sal debe lavarse del suelo por lixiviación después de cada intrusión. También en el delta principal de California, los suelos orgánicos se están oxidando y hundiendo. Algunos campos de cultivo, en el delta del río Sacramento de California, han sido abandonados y permanecen inundados permanentemente, aunque con agua dulce31.

Del análisis de los estudios efectuados y citados, se deduce que: a) el volumen medio anual sedimentado en el complejo Mequinenza-Ribarroja es del

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109 orden de 7 000 000 m3, y b) los sólidos en suspensión, que rebasan el embalse de Ribarroja, alcanzan un valor medio anual de sólo 333 000 t. Comparando este dato con los volúmenes sedimentados anualmente en el conjunto Mequinenza-Ribarroja, que son del orden de 8 800 000 t, ello implica un coeficiente de retención de sedimentos del 96.35%, elevadísimo, como era de temer. En la actualidad, escasamente llegan al delta del Ebro unas 150000 t/año, lo que provoca su evidente regresión.

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