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EL CONTROL DE MALEZAS

6. LA PROBLEMÁTICA ACTUAL

6.6. Los peligros potenciales

6.7.4. EL CONTROL DE MALEZAS

En este sistema, el control de las malezas y el crecimiento de rebrotes en los rastrojos se efectúa con herbicidas postemergentes de amplio espectro de control, especialmente con productos sistémicos a base de glifosato (N-fosfonometilglicina, C3H8NO5P, CAS 1071-83-6). Este herbicida mata las plantas interfiriendo con la síntesis de los aminoácidos fenilalanina, tirosina y triptófano. Lo hace inhibiendo la enzima 5-enolpiruvilshikimato-3-fosfato sintasa (EPSPS); aunque el crecimiento se detiene a las pocas horas de la aplicación, las hojas tardan algunos días en volverse amarillas.

Si el barbecho químico fue realizado en forma adecuada, la emergencia de malezas no debiera ser un problema hasta dos semanas después de aquel.

Posteriormente, la siembra directa, a diferencia del sistema tradicional, permite realizar un mejor control de las malezas debido a que se pueden utilizar barras pulverizadoras, que permiten obtener una mayor efectividad y cubrimiento de las malezas al proporcionar el tamaño de gota apropiado. En este caso, la barra pulverizadora debe ir accionada por el tractor y cargada con los herbicidas adecuados según las malas hierbas a tratar (cola, mijo, punta de espada, grama, “panissola”, tarantela, …) y otras ciperáceas y perennes.

181 La aplicación de los herbicidas se lleva a efecto mediante tractor con su cuba y barras pulverizadoras, al igual que se viene realizando en el sistema de inundación tradicional. Independientemente del aparato escogido, la aplicación de los herbicidas debe realizarse cuando las malezas tengan entre 3 y 4 hojas y de acuerdo a las dosis recomendadas por los fabricantes del producto autorizado que se utilice.

Los agricultores, idealmente, deben elegir el herbicida a aplicar a partir del tipo de maleza presente y de su grado de infestación. Las malas hierbas más corrientes en nuestro Delta son las anteriormente relacionadas.

6.7.5. LA FERTILIZACIÓN

Cabe realizar, al respecto, la consideración de que la siembra directa sobre rastrojos puede constituir una alternativa altamente efectiva para controlar la erosión y los problemas de pérdida de nutrimentos del suelo. La eficiencia de la fertilización nitrogenada puede reducirse significativamente en terrenos con bajo contenido de materia orgánica en el perfil, porque ésta regula el almacenamiento y liberación del nitrógeno (N2) en el suelo. Al haber mayor cantidad de rastrojos y materia orgánica estratificada en la capa superficial del suelo, su descomposición por los microorganismos ocurre en forma gradual, y de ese modo se logra una mejor sincronización entre el aporte de N2 a través de la biomasa microbiana y la cantidad que se aplica al cultivo mediante la fertilización nitrogenada. Con el N2 aportado por la mineralización de la materia orgánica es posible reducir la fertilización nitrogenada y alcanzar rendimientos iguales o incluso mayores que los obtenidos mediante el cultivo tradicional llevado a cabo por inundación.

La fertilización resulta fundamental para el desarrollo del cultivo y se debe realizar en dos fases diferenciadas:

• La primera durante la siembra (abonado de fondo), donde se debe aplicar un máximo de 20% del total de nitrógeno. No obstante, hay expertos que se muestran contrarios a su uso en esta etapa fenológica del cultivo, pues consideran que ello implica

que la planta se nutrirá suficientemente de las reservas de la semilla. Los macronutrientes que sí se recomiendan de forma obligatoria durante la siembra son el fósforo (P2O5) y el potasio (K2O), en dosis de 100%, lo que significa que se aplicará en su totalidad y no se reservarán unidades fertilizantes para aplicaciones posteriores.

• La segunda fase de la fertilización (abonado de cobertera) se debe realizar cuando el arroz alcance entre tres y cuatro hojas, lo que ocurre un día después de realizar el control de malezas y uno antes de realizar la inundación definitiva. Aquí se debe emplear normalmente urea, con una riqueza del 46% de N2, que debe pasar de su forma amídica a la forma amoniacal y, posteriormente, a la nítrica para ser absorbido por la planta.

El paso de nitrógeno amídico a amoniacal tiene lugar mediante hidrólisis, con intervención de la enzima ureasa, entre los 5 y 10 días siguientes a su incorporación, dependiendo de la humedad y la temperatura y del contenido de materia orgánica del suelo. La urea, mientras no se hidroliza, es tan móvil como un nitrato. El nitrógeno en estado amoniacal se nitrifica por acción de las bacterias nitrificantes, de forma más o menos rápida en función de la fauna del suelo, aireación, humedad, temperatura y pH, pasando el nitrógeno a estado nítrico en que es absorbido. La urea, por lo tanto, es un fertilizante de acción lenta y prolongada en el tiempo, que depende del clima para su transformación, lo que restringe su área de aplicación.

6.7.6. LA INUNDACIÓN

Una vez que el arroz alcanza las cuatro hojas, e inmediatamente después de la fertilización con urea, se debe proceder a la inundación de las parcelas de cultivo, lo que por lo general ocurre un mes después de la siembra, siempre dependiendo de la climatología. La inundación es igual a la que se realiza en el sistema tradicional. La única diferencia estriba en que, en la siembra directa en seco, esta tarea se lleva a cabo después de la siembra y no antes de ella, como ocurre en el sistema tradicional.

183 En la primera inundación del sistema de siembra directa, la lámina de agua no debe superar los 10 cm de altura. A medida que crece el cultivo, hay que mantener un tirante de agua equivalente a una tercera parte de la altura de la planta. El agua debe permanecer, opcionalmente, hasta el mismo momento de la cosecha, o bien secarse el terreno con anterioridad.

No existe, por ahora, el dato concreto de las cantidades de agua a emplear, pero se estima que en el sistema tradicional se vienen usando 28.000 m3/ha y en el de siembra directa esta cifra podría rebajarse hasta 19.600 m3/ha, lo que equivale a un ahorro del 30% o 40%. En la práctica, este ahorro de agua permitiría evitar la reducción de la superficie de siembra, en caso de que ocurriera una excepcional sequía en el futuro que obligara a adoptar tan drástica medida por parte del Organismo de Cuenca (CHE). Entre tanto, juzgamos preferible no hablar de cifras concluyentes sobre el uso y el ahorro de agua que tiene lugar con el sistema de siembra directa, ya que no se han realizado hasta la fecha estudios fidedignos al respecto.

6.7.7. CONCLUSIONES

El sistema de siembra en seco en los arrozales del delta del Ebro augura resultados prometedores y numerosas ventajas que ya han sido expuestas anteriormente. No obstante, habrá que seguir investigando su aplicabilidad para optimizar todas las operaciones propias del cultivo y siempre teniendo en cuenta la idoneidad de cada subzona deltaica para su implantación en función, especialmente, de las características edafológicas de la parcela (salinidad, profundidad de la capa freática, pH, granulometría, etc.).