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3. LA AGRICULTURA DEL DELTA. SINTESIS HISTÓRICA

3.4. Impresión final

La exposición precedente sirve para fundamentar nuestro criterio de que el potencial agrícola (y, como consecuencia, social y económico) del Delta no sólo es anterior a la construcción de los mencionados embalses del tramo

inferior del río Ebro sino que, merced a la realidad efectiva de ambos canales, a la conservación del azud de Xerta-Tivenys y al esfuerzo y tenacidad de sus gentes, su capacidad productiva, a la preservación del medio ambiente y el entramado social y económico, se pueda hablar hoy en día de una realidad social y económica en la que nada se debe a la existencia de los embalses antes calendados.

Es más, en el Delta existe la convicción de que dichas obras representan y originan graves perjuicios, como reiteradamente se ha señalado. Es de general conocimiento de los habitantes del Delta que, desde su construcción y puesta en funcionamiento, aumentó la regresión deltaica, como cualquiera puede observar día a día, que perjudica los cultivos y las propiedades de los comuneros; que aumenta la salinidad traduciéndose en una merma de las cosechas; y que se produce una falta de caudales sólidos y líquidos suficientes en el río que permitan combatir ambos daños. Todo ello hállase en franca contradicción con los criterios que, tantas veces hemos oído, referidos a los presuntos beneficios que el Delta y sus habitantes obtienen de aquellos embalses. Pero lo cierto es que nadie que conozca el Delta y sus problemas presentes puede compartir tales criterios, sino más bien todo lo contrario.

Con cuanto hemos venido refiriendo en este capítulo de nuestro Informe, acreditamos, con suficiente fundamento histórico de causa, que la agricultura de ambos hemideltas debe su crecimiento a la construcción de los dos canales de ambas márgenes, sin que la de los embalses de Riba-roja, Mequinenza y Flix haya tenido influencia principal alguna. Antes al contrario, como decíamos, el aumento de la salinidad, que es determinante para la disminución anual de los rendimientos de las plantaciones de arroz y huerta, la escasez de caudales necesarios y la notoria regresión, son cada día más visibles y presentes. Ello se pone de manifiesto si analizamos los rendimientos de los productores de otras tierras de cultivo arrocero en nuestro país, que efectúan idénticas labores de cultivo, como es el caso de las áreas de Valencia, Sevilla, Extremadura, Pals (Gerona), donde obtienen resultados superiores a los que se consiguen en el Delta, que se hallan, por cierto, bastante por debajo de la media española.

Véase, al respecto, la tabla nº 7 y el Anexo nº 20.

73 Se pecaría de falta de objetividad, si no se reconociese que los embalses en cuestión han beneficiado al área territorial del río en su tramo inferior, excluyendo el deltaico. Evidentemente, con su construcción, se ha logrado una regulación y laminación de los caudales fluyentes que evita, mayormente, las avenidas (riuades) que periódicamente afectaban, bien a los habitantes del tramo como a su agricultura y, por ende, a su subsistencia y también, a la seguridad a los núcleos habitados. Esto es cierto. ¿Pero a costa de qué? Porque resulta cierto, también, que debido a dichas construcciones se ha alterado substancialmente el régimen del río, al quedar retenidos los sólidos que aportaban las aguas en suspensión, lo que impide, por una parte, proseguir el crecimiento del Delta, y por otra, -y como consecuencia inmediata- se aumenta la progresión de las aguas del mar en toda la costa (regresión), aunque con distinta intensidad entre ambos hemideltas, como se pone de manifiesto en otros apartados del presente trabajo. Al mismo tiempo, la regulación antedicha es causa de que los caudales que llegan a la desembocadura no sean los necesarios para asegurar una dotación suficiente que evite la penetración de la cuña salina, varios kilómetros río arriba, dando lugar al efecto de la salinización que sin lugar a dudas, resulta altamente perjudicial para los cultivos del Delta.

Con ello, llegamos a la conclusión, de que la regulación originada en los embalses, ha podido ser beneficiosa para los núcleos habitados y el área de cultivos de hortalizas, pero ningún beneficio puede atribuirse al área deltaica – en forma global- porque las atávicas inundaciones le causaban más beneficios que otra cosa, dado que al retirarse las aguas invasoras, quedaba una capa de limo sobre el terreno existente que, a la postre y a lo largo del tiempo, constituye el fenómeno que había dado lugar al origen físico del Delta.

Es más, ahora la costa está en franca regresión (superior a los 5 m/año establecidos en el artículo 9 de la Ley de Costas 22/1988, y el artículo 29 de su Reglamento –RD 876/2014- en el que se mantiene el “retroceso” de la costa,

“siempre que se estime que no se puede recuperar a su estado anterior por procesos naturales”) y antes, las aportaciones de sólidos superaban al mar en su intento de progresión hacia el interior.

Idénticos razonamientos cabe hacer si analizamos el tema de la salinidad, siempre patente en el río, ya que las avenidas empujaban la cuña salina hacia el mar, cosa que ahora no ocurre, aumentándose el índice de sal en unos terrenos –que nunca debe olvidarse- un día fueron suelo marino, como ya se ha dicho.

Son absolutamente reales los perjuicios por los que el tramo deltaico del río se ve afectado a causa de la construcción de los referidos embalses. Es difícil establecer cuál de ellos prevalece sobre los otros, en especial para quien sea ajeno al día a día del territorio, pero nosotros, que nos hallamos inmersos en la problemática de la Comunidad de Regantes, por nuestra condición de cultivadores directos, estimamos que tienen un carácter más capital y definitorio los siguientes: la regresión, la salinidad y la falta de caudales adecuados, que están pervirtiendo, en grado sumo, la vida económica y el estatus ecológico del Delta, en franca progresión, frente a los posibles efectos beneficiosos de una inundación periódica dado que, en este caso, una vez descendido el nivel de las aguas alcanzado con la riada, en escaso tiempo se volvía a la normalidad, y además las tierras habían quedado recubiertas de una capa de limo fertilizante (“colmateo”), altamente beneficioso para los cultivos, y que ahora se echa absolutamente en falta.

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