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La obra literaria de Diamela Eltit se inicia en la década de 1980 para abrirse paso en un contexto de represión creativa e intelectual, y seguir vigente hasta la actualidad. A partir de ese entonces ella ha estado enfocada en una experimentación tanto visual como escritural abocada a la textualización de la corporalidad. Su amplia trayectoria y la perseverancia de su búsqueda estética y literaria la han llevado a ganar un espacio dentro de la creación narrativa más influyente de los últimos años. De este modo su carrera ha sido galardonada y ampliamente estudiada en distintas academias del mundo, proyectando de este modo su alcance a espacios aparentemente ajenos a Chile y a Latinoamérica.

A partir de lo que fue el golpe militar en Chile la conciencia de la corporalidad sufre cambios significativos que se han visto reflejados en la ficción literaria y en las artes visuales. Una parte importante de esta conciencia se evidencia en el aumento de interés en torno a ello como tema creativo, lo cual tiene como resultado una serie de trabajos que se detienen en torno al cuerpo, entre los cuales figura la obra de Eltit. Y es que las amenazadas y violentadas figuras de los ciudadanos provocaron una necesidad de replantearse algunas premisas fundamentales en torno a los sujetos sociales y su materialidad física; y de manera más radical, los cuerpos de los torturados y de los desaparecidos presos políticos desembocan en un escenario difícil y que al mismo tiempo se generó la necesidad de hablar del cuerpo de manera tanto frontal como alegórica.

El trabajo de investigación realizado a partir de siete obras de la autora da cuenta de algunas de las temáticas constantes en su obra y de alcances interpretativos sobre su propuesta poética vinculada al cuerpo físico. El marco teórico general basado en la idea de la corporalidad como un constructo político y social posibilitó el análisis de los textos cuestión y la profundización del correlato entre cuerpo, dolor y texto literario. Y los alcances teóricos sobre dolor físico permitieron una aproximación a dicho tema en cada obra y ha aportado, además, algunos antecedentes sobre su eventual valor estético y literario vinculado al escenario social e histórico de Chile

La configuración del cuerpo si bien es una constante temática a lo largo de toda la obra de Diamela Eltit, se va trasformando con el tiempo como propuesta narrativa, por medio de una hibridez textual que echa mano de diversos tipos de registro y que propone el texto como un ensayo o bosquejo múltiple. Todas las obras analizadas tienen como núcleo la corporalidad,

asentada en distintos tipos de personajes y en relatos que si bien tienen elementos en común, difieren en sus temáticas y estrategias narrativas. El aspecto que tienen en común es, a nuestro juicio, el compromiso social que apela a la crisis de un sujeto social doliente en un contexto de dinámicas biopolíticas que ejercen presión de manera constante en medios represivos y alienantes favorables. Las particularidades de cada narración las expondremos caso a caso, con el objetivo de destacar con claridad su relevancia.

En correlato a la constancia del cuerpo está la presencia del dolor en cada una de las obras de la escritora. Este dolor cobra distintas formas en cada relato; y la mayor parte de ellas se encuentra vinculado a eventos políticos y sociales coercitivos. Como ya había propuesto la autora en 1980, las llamadas Zonas de dolor serían los espacios a indagar desde su creación artística y literaria. Propuesta, que a nuestro juicio, se ha llevado a cabo en un trabajo que ahonda desde el uso de la palabra literaria las posibilidades estéticas del padecimiento físico y toda su carga política.

Al retomar a los objetivos planteados en un inicio debemos centrarnos en cómo se construye el cuerpo físico textual, estableciendo relaciones entre los textos y poniendo particular acento en el dolor como tema principal y persistente que cobra diversas formas para configurar un significado común que se disemina de diversas maneras en las obras. Al realizar un recorrido por las siete novelas abordadas se concluyen los siguientes aspectos:

Lumpérica (1983) es el primer texto narrativo publicado por la autora y con el cual abrimos nuestro corpus de análisis. La dimensión metaficcional del cuerpo es un elemento clave en esta narración, y se encuentra concentrado en el cuerpo de la protagonista L Iluminada. Ella es el centro del relato y sobre su figura se proyecta una serie de elementos que nos llevan a reflexionar sobre la represión y la coartación. La descripción de su cuerpo está en correlato con un texto fragmentario, lleno de voces discontinuas, de saltos temporales y de cortes repentinos que desenfocan la narración. El cuerpo del personaje principal se establece como una figura exacerbada o una mujer en la cual recae el peso de la coartación y la dificultad del silencio forzado que se representan en una figura castigada y en permanente dolor. El relato tiene momentos eminentemente descriptivos y en otros se presenta lleno de locuciones, adquiriendo un tono lírico en muchas de sus partes; además de ello, se presentan una serie de vacíos intenciones que dan cuenta de un posicionamiento poético que apela a la fragmentación como principal forma de manifestar dolor. Por lo tanto, los cortes y silencios presentes a lo largo de toda la narración se tratarían, a nuestro juicio, de un intento por

nombrar el dolor y la herida histórica de la dictadura. Este acertado intento se plasma en un relato de características neovanguardistas que encuentra en el cuerpo femenino una forma de establecer una correspondencia entre el cuerpo textual y físico, y donde finalmente ambos son una misma cosa y, por lo tanto, se encuentran sometidos a las mismas condiciones.

El cuarto mundo (1988) se introduce en la corporalidad y en el dolor de la madre a través de la conciencia de un par de mellizos que al nacer continúan dando cuenta de su relación con ella y de su lugar en la dinámica doméstica. La narración se abre con el cuerpo adolorido de una madre afiebrada y da paso a distintos momentos donde los quejidos, balbuceos y una parcial destrucción de la sintaxis representan dolor físico como un eje de argumentación narrativa. El mundo marginal al que apela el título de la obra encuentra su origen en la corporalidad de la mujer que se mueve paralela al cuerpo de la escritura, que es otra de las ideas constantes de la obra de Diamela Eltit. La gestación de los mellizos puede ser interpretada como la gestación de la novela y los sucesos a continuación como parte de un proceso que se mueve entre la vida y la muerte del sujeto y del texto como una entidad social.

Vaca sagrada (1991) es la primera novela de Eltit publicada luego de la dictadura. Es una narración de enfrentamientos físicos y de nostalgias, donde la sangre y la memoria tienen caminos simbólicos comunes. El personaje principal es Francisca Lombardo, quien habita en el espacio narrativo en una ciudad despoblada de un lenguaje propio, ya que se ha perdido con los sucesos de la historia; y en contraposición a ella, está su amante Manuel con quien aparece la imagen del Sur como un fantasma idílico. La ciudad aparece narrada como una ausencia y el Sur anhelado como una mentira constante; en contraposición a ello, están los cuerpos precarios y la sangre menstrual como prueba de la existencia humana y del dolor, los cuales son descritos de manera que la corporalidad cobra un valor predominante y articulan la narración de principio a fin. Además de ello, cabe señalar que la sangre es un elemento que rompe la frontera del cuerpo de la mujer y lo perfila como eminentemente subversivo. El dolor que se representa es vinculable a la destrucción de los espacios urbanos sometidos políticamente y a las relaciones humanas degradadas. Las difusas figuras de Manuel y Francisca se mueven en un espacio lleno de vacíos que se representa en la malla de un lenguaje narrativo que pone sus máximos relieves en la corporalidad y el dolor de la pérdida.

El infarto del alma (1994) es el texto que más aristas técnicas presenta, dado que está conformado por los fragmentos de un diario de viaje, testimonios, cartas y textos eminentemente líricos; además de la fotografía de Paz Errázuriz, la cual establece un diálogo abierto con el texto de Eltit en muchos de sus pasajes. La visita al hospital psiquiátrico se hizo desde un inicio con una intención estética, según la misma autora señala en la obra, como una búsqueda relacionada a la palabra y sus múltiples posibilidades.

Estamos hablando de un texto que se construye sobre el riesgo de la mutación genérica y de la polifonía de voces; y que encuentra su eje argumentativo en la periferia social y psicológica del hospital psiquiátrico y de sus internos. Una vez más en la construcción poética de Eltit el texto se torna corpóreo, dada la importancia que se le otorga al componente físico de sus personajes; como así también por la reflexión metapoética que se lleva a cabo a lo largo de la obra donde la precariedad física y el desamparo son temáticas relevantes. Por otra parte, la locura es un terreno inestable y cuestionable que va más allá de las fronteras del hospital psiquiátrico; en tanto la enfermedad y el dolor físico son vinculables a decisiones políticas y médicas que condicionan y que restringen. En base a todos los elementos planteados anteriormente, concluimos que la narración rompe las lógicas de exclusión de la sociedad chilena y cuestiona el abandono institucional, ya que los cuerpos de los enfermos y lo aparentemente externo, es decir las visitantes, terminan configurando una entidad común basada en la precariedad, la enfermedad y la coartación física.

Los vigilantes (1994) retoma a la madre y el hijo en el espacio de la casa, e incorpora la escritura epistolar como cuerpos a narrar. La madre y el hijo son los personajes principales de la narración, que se inicia con el monólogo del niño, que en una segunda parte le entrega la narración a la madre, para luego volver a tomar la voz narrativa. El texto parte con balbuceos, que más adelante continúan, los cuales rompen el curso de la narración y esquematizan la existencia de un pre-lenguaje. El cuerpo de la madre es un elemento clave, dado que se describe con detalle no sólo en sus particularidades, sino también en su forma de experimentar el dolor. La casa es el lugar de reclusión donde ambos personajes habitan, y sólo en una instancia se abre o se rompe para dar paso a lo externo, pero en general funciona como un esquema cerrado, donde la presencia del padre se encuentra en todo momento presente, por medio de cartas, lo cual todo en conjunto configura un encierro panóptico. El cuerpo y sus dolencias se representan aquí en correlatos con la dinámica de coartación y de vigilancia doméstica.

Mano de obra (2002) tiene como escenario el supermercado y la vivienda de los funcionarios.

En la primera parte nos encontramos con un trabajador y su labor rutinaria; en la segunda, la dinámica de interacción entre los trabajadores. Esta novela se vuelve sobre el sujeto obrero y el cuerpo del trabajo dentro del mercado neoliberal. Situación que se encuentra en directo correlato con la realidad de Chile. El cuerpo de los trabajadores es un cuerpo enfermo y adolorido por la dinámica en que se mueve en la rutina diaria. El dolor es un gesto permanente que encuentra una fuga por medio del quejido y la constante e intrincada descripción del cuerpo y cada uno de sus malestares y dolencias. La segunda parte sigue centrándose en el cuerpo físico de los trabajadores que interactúan entre sí en una dinámica de relaciones humanas devastadoras, dado que la supervivencia de uno supone la subyugación y la muerte del otro. Los personajes viven en una cooperación forzada por la necesidad, pero la permanencia de cualquiera requiere y necesita la muerte simbólica del otro. El cuerpo es aquí entendido como un medio que permite la supervivencia laboral, ya que se encuentra desprovisto de cualquier artificio que escape a la dinámica del trabajo; y como resultado es un cuerpo enfermo. Sobre la materialidad física recae el control del tiempo, del espacio y de las relaciones humanas degradadas por la necesidad de sobrevivencia. La narración es eminentemente descriptiva en la acción y en la corporalidad de los personajes y de este modo alcanza un objetivo estético que está vinculado a la carencia de cualquier tipo de pulsión erótica y que manifiesta un desencanto en un espacio deshumanizado. El permanente juego con los subtítulos que aluden a periódicos populares y a momentos de levantamientos obreros en Chile conforman una paradoja en relación al relato, donde existe una subordinación permanente al sistema de mercado.

Jamás el fuego nunca (2007) retoma la casa como espacio único y opuesto a una ciudad fragmentaria y desconcertante. Él y ella habitan en la casa como personajes principales y protagonistas de un olvido forzado y asumidos en un silenciamiento que los confina al margen de la historia. La narración es austera en recursos, escasa en calificativos, pero sin embargo se detiene de forma constante en la descripción de los cuerpos adoloridos de él y ella que yacen en la cama en gran parte de la narración. Ella adopta un rol de alguna forma más protagónico que él, puesto que por ejemplo es la única en dejar la casa en algún momento para buscar sustento. Sin embargo, ambos viven en el lugar de la derrota, victimas de algunos recuerdos fragmentarios e imprecisos y de distintas dolencias físicas que los acosan diariamente. Ambos personajes fueron en su pasado parte de una célula revolucionaria que no tuvo éxito, y en la actualidad sus cuerpos dan cuenta del dolor de la pérdida cuando se asume como irrevocable.

Esta configuración del cuerpo si bien es una constante temática a lo largo de toda la obra de Diamela Eltit, se va trasformando con el tiempo por medio de una búsqueda textual que recurre a diversos tipos de recursos narrativos. Algunas de las estrategias textuales y visuales más relevantes son las siguientes: uso de registros fotográficos en Lumpérica y El infarto del alma; collage narrativo haciendo empleo de distintos tipos de discursos como el ensayo, el testimonio, el epistolario en los casos de El cuarto mundo, El infarto del alma, Los vigilantes;

uso de la intertextualidad en Mano de obra y Jamás el fuego nunca. Un rasgo transversal en todos los relatos es la multiplicidad de narradores y la fragmentación temporal y espacial que genera cortes, espacios en blanco y discontinuidades y/o contradicciones en las historias que se relatan y que son, por lo tanto, los elementos más distintivos de la narrativa de Eltit.

De acuerdo al trabajo realizado la metaficcionalidad en la narrativa de Diamela Eltit estaría presente por medio de relaciones intertextuales (que apelan a otros textos literarios o paratextos), constantes rupturas de verosimilitud y a través de una identificación del cuerpo físico con el texto propiamente tal (esencialmente fragmentario y en permanente crisis) Efectivamente es el uso de metaficción, ó autoconciencia, lo que vincula de manera más clara el dolor físico a la realidad del texto; en otras palabras, la conciencia del propio texto enfocada en una permanente fragmentación y en una reflexión que alcanza su propia naturaleza da cuenta de la concepción que se tiene de los cuerpos físicos.

Al detenernos en las diferencias entre aquellas obras aparecidas durante y después de la dictadura más allá de las características formales, podemos señalar que éstas estarían dadas en las temáticas de las cuales se ocupan. Tal es el caso de Vaca sagrada que aborda las relaciones humanas degradadas en el espacio de una ciudad desarticulada en la cual no se confía y con la cual se establece una relación de desapego y de desconfianza, lo cual se encuentra en correlato con la ciudad post dictatorial; Mano de obra da cuenta de las repercusiones del sistema neoliberal instaurado y que por lo tanto se condice con la transición política chilena; por último Jamás el fuego nunca aborda el fracaso revolucionario de una pareja de ancianos y por lo tanto también es asimilable temporalmente a partir de la post dictadura.

Sobre los tipos de personajes y sus corporalidades, es importante reconocer que la autora pone constante y particular énfasis en sujetos subalternos, rezagados y marginales. Tal es el caso de las mujeres, los niños, los internos de un hospital psiquiátrico, los enfermos, los trabajadores y los ancianos, a quienes enfoca desde una perspectiva disidente respecto de los núcleos de

poder social. Las corporalidades de este tipo de sujetos en la totalidad de los casos se corresponden con las circunstancias históricas y sociales de las cuales son parte y que, por lo tanto, los marcan. Vale decir, la narradora se concentra en cómo la historia y los medios son capaces de ejercer poder y de connotar negativamente la condición física de los individuos.

Por lo tanto en este caso se presenta un correlato entre los sujetos subalternos, rezagados y marginales, y la condición de la dolencia y de la enfermedad física.

Esta forma de asumir la escritura y específicamente los imaginarios corporales es vinculable al compromiso político de Diamela Eltit y a lo que hemos llamado poética del dolor.

Escenario en el que ella apela a la crisis de los sujetos sociales dolientes en un contexto de dinámicas biopolíticas que ejercen presión de manera constante en medios favorables. Como dinámicas en espacios de represión y coartación tales como la ciudad sitiada, el hospital, el supermercado y la casa. Entonces el dolor físico se concibe aparentemente como un lugar de posicionamiento y de reflexión a partir del cual se articulan las narraciones. Es a partir de este punto que es posible textualizar escenarios complejos y formas físicas conflictivas.

Consideramos que la representación del dolor no es un fin en sí misma, sino que a través de ello se da cuenta del conflictivo vínculo existente entre lo humano y lo socialmente impuesto por medio de tecnologías políticas alienantes. De esta forma la narradora propone un proyecto escritural político que se introduce en campos temáticos que llevan a una reflexión que va más allá de la literatura concebida como un objeto meramente estético. Si bien Eltit no asume un discurso político partidista o sumado a los grandes discursos históricos, lleva a cabo su tratamiento de lo político por medio de un relato posmodernista plurisignificante que se detiene en espacios marginales; y que promueve con ello un tipo de escritura inquietante dentro del panorama de narrativas post golpe militar en Chile, llegando a ser un signo social más allá de la ficción.

Por último, consideramos que el trabajo realizado puede tener como proyección la profundización en el tema del dolor y su representación en las narrativas de post dictadura, sobre lo cual aportamos un escenario socio político y algunos alcances metodológicos que son aplicables a otras obras; como así también, esta investigación puede tener alcances en trabajos

Por último, consideramos que el trabajo realizado puede tener como proyección la profundización en el tema del dolor y su representación en las narrativas de post dictadura, sobre lo cual aportamos un escenario socio político y algunos alcances metodológicos que son aplicables a otras obras; como así también, esta investigación puede tener alcances en trabajos