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La historia como catástrofe: Fosa común de Gregory Cohen (1983 [1979]) 58

Im Dokument Violencia y representación. (Seite 169-180)

representaciones de la violencia en la poesía chilena bajo el autoritarismo

4. Resistencias y disoluciones de los cuerpos sociales: tentativas de un nosotros y sus comunicabilidades

4.2. La historia como catástrofe: Fosa común de Gregory Cohen (1983 [1979]) 58

[…] Hasta que llegó el siglo 16 y en la tierra fangosa

se grabó la suela implacable del progreso La paz se la tragaron de un golpe

y el intercambio de miradas se hizo más duro y minucioso Llegó el tiempo de vigilancia

y el aire se estrelló contra las corazas en un alarido anónimo [...]

Y fue el momento de los gritos y los héroes

Las espadas ya brillaban reflejando la dureza de los dientes Los españoles habían llegado

(I, Desde Santiago y la Conquista, 154-155)

Como ya anuncia su título, en el conjunto Fosa Común (1983 [1979]), subtitulado Trabajo sobre Santiago, de Gregory Cohen, la capital chilena es tematizada al modo de una totalidad cuyas dimensiones espacial e histórica están conformadas a partir de las estratificaciones de los cuerpos anonimizados que la subyacen a través de las sucesiones de ordenes temporales y la inscripción y proyección de sus simbólicas en los códigos arquitectónicos, delimitación del habitar, que pueblan sus subterritorios. Signos fundacionales del poder Estado, monumentos y espacios cívicos e institucionales que escenifican, entonces, las versiones instituidas como legítimas de la historia de la nación, de sus héroes y sus gestas, como en la épica de su estatuaria o en las sucesivas renominaciones de sus calles, barrios, escuelas, etc. Orden que deviene en representación conformando las trazas mnemónicas que ritualizan los trayectos y experiencia de la ciudad devenida y allanada por una identidad oficial que busca fundamentarse como presente y devenir de la nación.

Como la mayoría de las actuales metrópolis hispanoamericanas, Santiago fue erigida a partir del modelo del damero, el cual instaura la planificación urbana en torno a una disposición y división

58Fosa común fue parcialmente publicada en revista La Bicicleta (no. 4 de 1979, 17-9), y de forma más íntegra en la antología Entre la lluvia y el arcoiris (1983, ver XX), siendo ésta su última versión existente; razón por la cual esta lectura está forzosamente condicionada por el corte y descripciones de las secciones ausentes realizadas por la antologadora: «Fosa común (trabajo sobre Santiago)[...] se divide en dos partes: «Santiago de antes» y «Santiago de ahora, pues». A su vez la primera parte se subdivide en «Introducción» y «Santiago y la Conquista». «Rastrojos» y «El atleta homicida» pertenecen a «Santiago de ahora». (Bianchi, 162 cfr. 14). Se trata por todo esto, de la selección más conflictiva para los parámetros que guían el presente corpus, siendo finalmente asumida en razón de su presencia en las entonces muy escasas aproximaciones críticas a las constituciones literarias de la ciudad en la poesía emergente, fundamentalmente las de la misma autora (1983 y 1987) y más tangencialmente en menciones de la propia escena, y que la sitúan como precursora, en lo específico a la producción de los nóveles del intraterritorio, entre las que generarán en complitud abordajes textuales de la ciudad. Y más importante para este trabajo, que lo hará practicando una serie de operativas reconocibles en muchas de las propuestas poéticas que poblarán el campo literario de la nueva década. Esta

reticular en vías rectas y cuadras regulares a partir del centro, conformado a su vez por la Plaza de Armas, la respectiva Catedral y otras edificaciones propias a la administración territorial y habitaciones de sus delegados, a la vez que dispone hacia sus periferias a las clases destinadas a las actividades productivas, de la misma forma que la ciudad contemporánea responde a la proyección del orden colonial que la fundó en tanto un territorio instrumental al suministro de poder para el antiguo imperio. En la relación singularizada por Ángel Rama,

mucho más importante que la forma del damero [...] es el principio rector que tras ellas funciona y asegura un régimen de transmisiones: de lo alto a lo bajo, de España a América, de la cabeza del poder -a través de la estructura social que él impone- a la conformación física de la ciudad, para que la distribución del espacio urbano asegure y conserve la forma social. Pero aún más importante es el principio postulado en las palabras del Rey: con anterioridad a toda realización, se debe pensar la ciudad, lo que permitiría evitar las irrupciones circunstanciales ajenas a las normas establecidas, entorpeciéndolas o destruyéndolas (1998: 21)

Disposiciones cuyo marco ideológico se comprende en la medida de plantearse como la proyección utópica, de realizar sobre el asumido como Nuevo mundo complexiones de lo real ya definitivamente irrealizadas sobre aquel que posee la potestad de nominar a ésta Santiago de la Nueva Extremadura y que alcanza una consistencia capaz de devenir en una praxis civilizatoria a partir del axioma de significar este espacio y realidad otra como intrínsecamente «amorfa», como extensión de una «naturaleza vacía» sobre la cual se tornó posible, e incluso perentorio, conformar una «nueva Europa» (Romero: 2001, 12-13). Este sentido trasciende al cierre de la quinta sección de De Santiago y la conquista, momento en el que explicita el que la configuración del actual territorio metropolitano ha sido establecida sobre el exterminio de «los pueblos indígenas», definición que implica la asimilación de todo un universo cultural, a una única identidad ya indiferenciada y sobre cuya descomposición se conforma una primera sedimentación del territorio:

Los pueblos indígenas se miran y no se encuentran ya casi no existen

una intensa capa de polvo ha cubierto sus chozas y rucas entremezclando huesos y despojos

La Fosa Común comienza a tomar forma (Desde Santiago y la Conquista, 155).

Asimilación del territorio, finalmente, a meros residuos orgánicos y que al yacer ahora

«entremezcla[dos]», y así indiferenciados con las ruinas de su propia cultura material, son despojados incluso de la memoria de sus nombres, metaforizándolos así ya como el soporte sobre el que surge el territorio-ciudad. Y con esto al poder fundacional que la subyace como indisociable a aquel fundamentado en la aniquilación de sus cuerpos. Bajo este marco de sentidos la imagen de la

Fosa Común se homologa al proceso de construcción de la nación erigida sobre su propia violencia fundacional. Develando en lo así propuesto la superposición entre los residuos sistémicos de la ciudad colonial, proyectada como dispositivo generador de normatividades sobre lo real (Durston:

1994; Rama: 1998; Romero: 2001) y aquella actual desbordada por las subjetividades que las interiorizan ya desde una experiencia colectiva de su contemporaneidad:

Santiago que penando estás [...]

Cuántos murmullos se estancan clandestinos en boites y clubes sociales

en sindicatos y programas radiales

En qué par de labios pintarrajeados por el rush En qué mostradores de obreros borrachos se encuentra la verdad de tu nombre

Habría que ser polvo para superar tus andanzas Habría que ser Dios para ver cada rincón de tu talle cada poro de tus prados, de tus enredaderas guiándose por la estatua del héroe anónimo

Santiago Cuesco

Cerebral

Rasmillado […] (156-157)

Genealogía que, en lo acotado de Santiago de antes, ha sido trazada mediante una metaficción de carácter pseudohistoriográfica, para en lo sucesivo de Santiago de ahora, pues, ser modulada sobre el espacio fáctico de la ciudad mediante la disposición un sujeto del hablante que no sólo apela y así subjetiva a la ciudad contemporánea, sino que «peregrina» por ella, nominando sus intersticios, espacios de tránsito e iconografías (Bianchi: 1987, 182). Señaléticas que a su vez lo impregnan de una serie de registros de habla que lo caracterizan como un cronista marginal, reedición degradada del flâneur, de una Santiago ahora actualizada por las codificaciones y efectos normativos de la racionalidad dictatorial. Tramándose así un espacio cuyas prácticas sociales, además, se definen ya por un contexto de franca transición hacia la conformación autoritaria y neoliberal del nuevo orden.

Ah Santiago luz maternal

Y de ahí se desparrama como cuáker la mercancía los Kung Fu

los Bruce Lee los Yeans

los Jeans Wrangler los Franz Beckenbauer los John Travolta los Tutankamon los Idi Amin

AAAHHH es para hartar hasta a Jesucristo Dipironas a precio de propaganda

Prostitutas a precio de propaganda Trabajo a precio de propaganda

Veinte poetas malditos al precio de un Arcipreste de Hita (158-159)

De esta forma se exhibe un Orden que se corresponde sobre el actual espacio urbano, por la copresencia de nuevos cuerpos anonimizados. Misma cualidad en la que se asimila tanto la figura del ciudadano con la del desaparecido. Sean aquellos que esporádicamente surgen del torrente del río Mapocho, referencia explícita al accionar de las policías secretas según entonces se sospechó y luego demostrarían los mismos crímenes acreditados por la Comisión Rettig (I.II, 127-211 y 481).

O bien aquellos que lo transitan travestidos bajo las imágenes modélicas de «los Bekenbauer»,

«Travolta» o incluso «Tutankamon», identidades puramente televisivas, y además explicitadas como «mercancía», categoría que permite revelar sus homogeneidades con otras marcas como

«Wrangler», y en este contexto, incluso con un «estilo Francisco Franco» y los «veinte poetas malditos, ahora degradados por su consumo a un «arcipreste de Hita». Reproducciones, muchas eventualmente piratas, que ahora saturan el espacio de El Paseo Ahumada, el cual a su vez es aquí definido como «callejón» en abierto desmentido de la imagen de modernidad que el Proyecto refundacional buscó adosar con la implementación del bulevar comercial en las inmediaciones del viejo barrio cívico. Este último entrecruce, dado por las modulaciones públicas y soterradas de los cuerpos y las disposiciones urbanas que deviene en sus configuraciones culturales, es explorado por el hablante mediante una discursividad en cuyas modulaciones se entremezclan registros que pueden indistintamente transitar desde elementos recursivos de lo elegíaco a lo paródico y abiertamente sardónico. Se trata de una manifestación autonómica de su habla, siendo esta misma cualidad la que lo caracteriza como flâneur degradado, según ya se dejó entrever, al asimilar en ésta una propia memoria política con las identidades del espacio que busca articular, pero que a su vez le provee la posibilidad del intercambio comunicativo con la ciudad subjetivada por éste:

Quédate calientita ciudad plastificada calientita como el maní confitado arrebatadora como el mote con huesillos Deposita tus arrullos en mi piel

Decide ser la hembra de mi camino

Ha llegado el segundo que se empina sobre los demás

iracundo y joven desordenado y fiel

Eso... eso es, quédate cimbreando así apenas mientras rasmillo tus montículos

rectos y acajonados como la UNCTAD que tiene más nombres que la tía Carlina curvos y astillosos como la Moneda que está más achacosa que la dignidad Este día por no ser otro me baja el amor fermentado de la saliva y las grietas de una Pincoya carcomida de guarenes

de La Legua interrumpida violentamente en su magnitud de La San Gregorio abandonada por los santos

de la José María Caro abandonada por los milagros de La Bandera con la mierda hasta el cogote de Lo Hermida con el barro hasta el cogote (160).

A través del recurso de la localización referencial arbitraria y los sucesivos comentarios a ésta, la ciudad es primero antropomorfizada, para luego connotar la corporalidad así generada como base de sustentación y a la vez radio de dominación del poder político que temporalmente la ocupa y a la vez se reproduce en ella. En su nivel más concreto esto se explicita al superponer una serie de referencias explícitamente clichés, como el «maní confitado» y el «mote con huesillos», con la presencia de un cuerpo urbano maternizado subyacente tanto a los monumentos donde reside el poder rector de la nación como lo son La UNCTAD y La Moneda a los subterritorios poblacionales periféricos al radio de dominación de éste y que en el poema operan como el residuo mnemónico o experiencial presente, determinación que el texto elude, y ante la cual se desencadena la pulsión erótica del hablante «este día por no ser otro me baja el amor/fermentado de la saliva y las grietas/

de una Pincoya carcomida de guarenes» (160).

En su primer desarrollo, esta forma de articulación de las memorias espaciales, performativas y nominales de la ciudad, supone emular una adscripción autoritaria del hablante, la cual se verifica mediante actos como el de «rasmill[ar]» al cuerpo-ciudad sus «montículos». Esto es, en un principio pequeñas protuberancias topográficas cuya ambivalencia admite la acepción pertinente a las elevaciones de tierra dejadas por los túmulos funerarios de los «pueblos indígenas», en coincidencia con la imagen de la Fosa común; y respectivamente, ya en función a la feminización del cuerpo ciudad, la de ser alusivos a sus senos. Comportando la acción del hablante tanto al acto de

profanarla como el de agredirla sexualmente; doble alusión a una violencia racial y sexual contra un cuerpo e identidad plural históricamente subyugada.

En el segundo, la referencia a las múltiples renominaciones asignadas a la UNCTAD, al grado de exceder incluso las de la «Tía Carlina», regenta genérica que sirve de designación popular del prostíbulo en Chile, así como a través de las cualidades «curvas y astillosas» de estos, a la condición «achacosa», vieja, degradada o derruida de La Moneda monumento que antiguamente verificaba -y sobre todo ritualizaba- la existencia de una nación legítima, comportan alusiones corporales que sirven para somatizar el reordenamiento de la racionalidad militar sobre los patrimonios civiles pre 7359. Constituyéndose mediante el uso del comparativo una alusión a las identidades los atributos del poder que los instrumentalizan, siendo el primero (actual) homologado con la práctica de lo prostibular, mientras el atributo de «dignidad» del segundo se ha corrompido permanentemente tal como su misma fachada y dependencias interiores incendiadas por el asalto militar del 11 de septiembre. Por último la referencia a las poblaciones de La Legua, La Bandera, Lo Hermida, etc., supone la inscripción y despliegue sobre la cartografía mnemónica del Gran Santiago de una serie de identidades socio-territoriales periféricas, las cuales por sus propias constituciones históricas como autofundaciones populares de poder devenidas de las tomas, las cuales a su vez supieron acaso el espacio más explícito de agresión y resistencia durante la dictadura, indican la presencia del poblador como subjetividad marginada por la genealogía del poder que define al poema total. Esta comprensión se verifica ante determinaciones como la de «La Bandera con la mierda hasta el cogote» o bien «Lo Hermida con el barro hasta el cogote», alusiones que superponen las condiciones urbanas de las mismas como a las consecuencias sobre estas de los desastres climáticos que regularmente asolan Santiago, como indisociables de las sucesivas sedimentaciones de la catástrofe y entre las cuales el orden dictatorial es su último nivel60.

59En primera instancia el hablante ha optado por utilizar como nombre legítimo la investidura original de este espacio construido durante la Unidad Popular para albergar la Tercera Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo de la Naciones Unidas (UNCTAD por sus siglas en inglés), adquiriendo así la connotación de un espacio cívico-republicano, para luego transformarse (vía el Decreto Ley Nº 190 del 10 de diciembre de 1973) en el edificio Diego Portales.

Dependencia que dada la destrucción de La Moneda el 11 de septiembre, fue utilizada por la Junta Militar como sede de los poderes ejecutivo y legislativo hasta 1981, momento en que culmina la reconstrucción del palacio de gobierno.

60Ejemplarmente este pliegue se verifica en el relato testimonial Los relegados de Lo Hermida, obra en su momento requisada por los aparatos censores de la dictadura, y en la que se reconstruye la historia de la población a partir del motivo de la relegación política de seis de sus integrantes. Cito lo referido al aluvión del 27 de junio de 1982:

«[m]ientras la familia continuaba su labor de salvamento, Arturo salió hacia la calle y recién ahí, con las turbulentas aguas hasta la cintura tuvo conciencia plena de la gravedad de la catástrofe: “se nos había venido encima el maldito canal San Carlos, arrastrando casas completas, dejando muertos y heridos: la gente lloraba, presa de crisis nerviosas causadas por este nuevo golpe de terror”» (Serrano Ilabaca: 1986, 8).

Bajo la triada de referencias espaciales exploradas se define una textualidad marcada por la enunciación de un actuar corporal (desplazare y agredir) y discursivo (nominar y comentar) cuyas disposiciones referenciales y cuyas disposiciones suponen la coidentificación entre los distintos registros de sus corporalidades agredidas y en eso, extensivas al tejido del nosotros. Racionalidad del exterminio devenida ocupación territorial que subyace a la identidad de la nación, y por lo tanto a la genealogía entre su primer orden colonial, luego republicano y finalmente el de la disciplinariedad dictatorial, ahora radicado en tanto Estado, en la UNCTAD. De esta forma la praxis y fundamento en sí de la violencia se revela como sistémica a toda forma de transacción entre los cuerpos y las realizaciones de la institucionalidad del poder rector, así como sus representaciones, en tanto éste los conforma viralmente como disposición espacial directa sobre la que se despliegan sus efectos bajo la dualidad silenciamiento y reconstitución en tanto memoria fragmentaria de un relato colectivo.

Bajo la forma del desplazamiento, la condición así descrita opera impregnado toda posibilidad de articulación sobre el imaginario por parte de su portador, aquí el flâneur degradado de la ciudad. En lo sucesivo del poema dicha condición suscita el que, mediante la ilación de una serie de paralelismos fetiches entre fluidos alimentarios y genitales, la corporalidad ciudad devendrá ya en alteridad sexual en la que confluyen la pulsión y violencia erótica del sujeto del hablante, dotándolo así de la capacidad de intervenir con su propia corporalidad a la del espacio de lo real, según lo delatan las correspondencias trazadas entre ésta y la arquitectura urbana:

Anda botando tus calzones de patronato Y segrega líquido de curanto

que me acerco libidinoso a pasos de «andare facile»

sobre tu avinagrado cuerpo chupando cada entraña que te salta

cada alcantarilla seca de otoño que te pudre cada arteria y vena que te transita

Ya me acerco al amparo de tu edificio Caracol y en un pisar calculado entre sus cachos al sol me abalanzo a la raíz de la calle

y en un dos por tres saco de cuajo la torre Entel y enarbolándola como el falo más grande del mundo te lo meto en tu hoyo del metro más dilatado que nunca y de rabo a costado

me resbalo al fondo del transbordo tocando alambres y tumores friccionando paredes y estaciones

líos y rumores gritos y razones

empapado de ansiedad lúcido de ternura

por esta ciudad hembra y maternal por esta loba sudorosa

y en permanente menstruación fracturada y de espaldas a los faroles que ya se enciendan alumbrando los rostros pálidos por la espera...pálidos por la espera Ya después acabo risueño y agitado

con la torre fálica y su luz roja encendiéndose y apagándose dilatándose y contrayéndose intermitente y principal irritando glandes y matrices

apretando nueces y narices

mojado en una poza de silencio sin sexo (161-162)

Mientras en el contexto extratextual asociado el genérico del «edificio Caracol» señala las primeras microinstalaciones urbanas de la dinámica del mall, la «Torre Entel» (sigla de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones), que hasta los años 90 dominó el cielo de Santiago-centro, corresponde en ese entonces al quizás máximo ícono del rudimentario proceso modernizador del país. El cual en el poema ha sido transformado en una prótesis fálica, y así en herramienta y arma, que posibilita penetrar el túnel, el «hoyo» escavado como vía subterránea que soporta al «[M]etro» de Santiago.

Inscribiendo con este acto las identidades de lo masculino y lo femenino «glandes y matrices» como alteridades de la dualidad técnica y naturaleza, hegemonía y dominación, agresión y resistencia.

Situación que además permitiría especular un sentido residual al observar que este instrumento además posee una segunda acepción de uso que le permite «enarbolar[lo]» como una bandera, ícono

Situación que además permitiría especular un sentido residual al observar que este instrumento además posee una segunda acepción de uso que le permite «enarbolar[lo]» como una bandera, ícono

Im Dokument Violencia y representación. (Seite 169-180)