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La transformación fundamental que ha registrado la actividad manufacturera de México consiste en el cambio de composición, a causa del crecimiento extraordinario de las actividades destinadas a la exportación que participan en procesos de producción global, mientras que las actividades que no participan en tales procesos, destinadas sobre todo al mercado nacional e integradas localmente, han perdido importancia, al tiempo que disminuía su grado de integración.

La heterogeneidad estructural en el seno de las manufacturas se expresa en la tendencia desigual de la productividad de uno y otro sector, así como en el distinto nivel que ha alcanzado en ellas esta variable. La productividad del sector global es baja y estable, pero el sector tiene un alto nivel de crecimiento y de competitividad internacional. En el resto de las manufacturas se da una productividad más elevada, que tiende a aumentar, pero su crecimiento es reducido, adaptándose a la competencia internacional y reestructurando sus eslabonamientos locales.

Los procesos productivos globales son cada vez más complejos y producen bienes tecnológicamente avanzados, mediante el uso de procesos de producción y tecnología de frontera.

En las empresas de México que participan en tales procesos se han elevado los estándares de calidad y la complejidad organizacional de los establecimientos, con lo cual estos han adquirido una mayor autonomía de gestión y denotan una capacidad gerencial cada vez alta (Carrillo y Hualde, 1997). Sin embargo, ello no se ha traducido en una mayor creación de valor por trabajador, ni en una mejor retribución de los factores utilizados.

La ventaja de la empresa global consiste en que paga el costo de oportunidad internacional de los factores y, al segmentar e internacionalizar los procesos productivos, reduce sus costos totales, en un contexto de libre comercio. Sin embargo, no todos los factores productivos tienen la misma movilidad. En algunos casos, el capital y el conocimiento técnico aplicado al proceso productivo pueden ser desplazados geográficamente con relativa facilidad dentro de una misma cadena global; pero este desplazamiento no indica que la empresa global asigne el valor creado por tales insumos al eslabón productivo geográficamente ubicado en determinada nación. Los factores que se desplazan entre naciones con facilidad y bajo costo, como los bienes de capital y la tecnología de producción, agregan valor en la cadena donde son producidos, pero no en aquella donde son utilizados. Los factores que no se desplazan o se desplazan con mayor dificultad y a un costo más alto —trabajo, infraestructura de comunicaciones, desarrollo tecnológico y otros— agregan valor según los precios de mercado de cada región. La clave de los procesos de producción global está en la desigual movilidad de los factores productivos y su importancia relativa en los costos de producción, así como en las economías de escala, gama, aglomeración y otras que puedan alcanzar en el plano mundial.

La presencia de procesos de producción global en una economía, aun cuando los bienes correspondientes sean tecnológicamente avanzados, no significa que se creen en ella capacidades productivas y tecnológicas. La existencia de tales capacidades dependerá del desarrollo de capital humano y, en general, de la presencia de factores productivos locales, del flujo de conocimientos que puedan generar estos procesos fuera de la cadena global, de las externalidades positivas, de los eslabonamientos y el aprendizaje organizacional que difundan, los cuales no han sido significativos en el caso mexicano.

El desempeño del resto de las actividades, no globales, que continúan aportando la mayor parte del producto y el empleo a pesar de su bajo dinamismo, es fundamental para comprender el fenómeno de heterogeneidad estructural. Este sector ha sido expuesto a una intensa competencia

internacional, en muchos casos con políticas macroeconómicas que dificultaban su adaptación y supervivencia. En general, el aumento de la productividad en ellos, en un contexto recesivo, no es expresión de un proceso virtuoso, si bien algunas actividades y organizaciones productivas han demostrado eficiencia y competitividad internacional. Estas actividades corresponden a sectores tecnológicos maduros, donde predominan grandes grupos nacionales o empresas trasnacionales integradas localmente.

La heterogeneidad de la productividad en el sector manufacturero representa una transformación estructural, que ha resultado de la apertura comercial y de la modalidad de inserción de la economía mexicana en el comercio mundial. Un proceso virtuoso requerirá que en el sector global mejore la productividad, para lo cual es preciso elevar la calidad y el precio de los factores locales e intensificar su uso. Por su parte, en el resto de las actividades manufactureras no globales debe aumentar la participación y el ritmo de crecimiento, lo que exige alcanzar mayor integración y eficiencia.

Conclusiones

El extraordinario crecimiento de la producción global en México ha tenido efectos positivos y negativos para el desarrollo económico nacional. Tal participación permite un uso más eficiente de los factores productivos, lo que genera un nivel de empleo más alto y una mayor capacidad exportadora. Sin embargo, la globalización de la producción crea y destruye capacidades productivas y tecnológicas. En general, esta implica un cambio tecnológico radical y es al mismo tiempo resultado de este, cambio que en el sentido schumpeteriano del término da origen a un proceso de destrucción creadora, el cual, por tratarse de un proceso global, debe ser evaluado considerando tanto qué es lo que se crea y destruye en términos de valor, como en qué lugar geográfico tiene lugar ese proceso. Para evaluar esta creación-destrucción, debe tomarse en cuenta no solo el nivel de producción y empleo generado, sino también las capacidades sistémicas asociadas a las distintas formas de producción y empleo, que en última instancia son las que determinarán la creación de valor.

Un doble desafío debe enfrentarse para poder participar en las fases de mayor capacidad de creación de valor en el ámbito internacional, así como en actividades integradas localmente de alto valor agregado. En efecto, para ello es necesario contar con empresas locales que dirijan procesos locales y globales, o bien con empresas transnacionales que consideren conveniente localizar en una determinada región segmentos tecnológicos y productivos clave para la creación de valor.

Esto requiere desarrollar sistemas nacionales de producción e innovación que den sustento a esas organizaciones, así como contar con instituciones y políticas públicas apropiadas. La limitación fundamental está dada por la ausencia de capacidades productivas y tecnológicas que permitan a las empresas nacionales o transnacionales radicar segmentos o procesos integrados de alto valor agregado. Estas capacidades son sistémicas, por lo cual se necesitan sistemas de producción e innovación nacionales que respalden esta radicación. La experiencia histórica muestra también la conveniencia de que estos procesos sean liderados por agentes nacionales o por agentes que tengan estrechos vínculos con la economía de que se trate.

En el caso mexicano, tres décadas de actividad global han permitido a las empresas correspondientes integrarse a redes productivas globales, empresas que han sustentado su competitividad, en lo fundamental, en las diferencias salariales y la proximidad geográfica con los Estados Unidos, sin que ello haya ido acompañado de un aumento significativo de la integración local de la producción global. En ningún caso una empresa nacional ha asumido la gestión integral

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de una red de producción internacional, ni tampoco ha ocurrido que las empresas internacionales hayan delegado en México tal gestión integral del proceso, aun cuando hayan incrementado la autonomía de las subsidiarias locales. Por lo anterior, no es claro el impacto de la producción global, en su forma actual, en el desarrollo de capacidades productivas y tecnológicas locales, independientemente de la naturaleza de los productos que elaboran, aunque sí lo es la relación inversa. La ausencia de capacidades productivas y tecnológicas sistémicas pone de manifiesto las limitaciones estructurales de la economía mexicana, tanto en lo que concierne al sector global como al que opera en procesos integrados localmente. El problema no es la especialización en procesos globales, sino la necesidad de sustentar esta especialización en bajos salarios, como resultado de la carencia de capacidades productivas sistémicas. La cuestión relevante es la incapacidad del sistema productivo para crear tales capacidades, crecer y generar ventajas competitivas dinámicas en los procesos globales y en los que no lo son. No obstante, la normativa que ampara estos procesos globales y algunas políticas públicas —o la ausencia de ellas— pueden introducir un sesgo inapropiado que favorezca las actividades globales y vaya en detrimento del resto de las actividades productivas.

Aunque concentrado en un número relativamente pequeño de actividades económicas, el comercio sustentado en procesos globales tiende a intensificarse en el ámbito mundial, pero su evolución futura para la economía mexicana es incierta. Los ciclos económicos que tienen lugar en los Estados Unidos y México pueden acelerar o retardar, en forma coyuntural, los procesos de internacionalización de la producción. Sin embargo, el riesgo fundamental es de naturaleza tendencial y tecnológica. Debido a los cambios tecnológicos, es posible que ciertos segmentos de la industria maquiladora sean reubicados en países desarrollados, por medio de la sustitución del trabajo o los insumos utilizados, y en otros países en desarrollo donde rijan salarios más bajos, mediante la reducción de los costos de segmentación y transporte. Esta posibilidad entraña un riesgo considerable para el país, dada la gravitación de las actividades globales en el empleo y la capacidad exportadora nacional.

El nuevo tipo de especialización y de heterogeneidad estructural del sistema productivo mexicano está determinado por la importancia creciente que adquieren los procesos de producción global y es, al mismo tiempo, resultado de la diferencia de productividad de distintos procesos productivos, unos articulados a redes globales y otros que operan con relativa autonomía local.

Esta nueva forma de heterogeneidad productiva que se manifiesta en la actividad manufacturera se agrega a la anterior, aunque es de naturaleza distinta. Dentro de las manufacturas orientadas al mercado nacional, así como entre las manufacturas y otras actividades productivas, subsisten diferencias significativas de productividad, que corresponden a la antigua heterogeneidad estructural analizada por la teoría clásica del desarrollo. Ambas tienen una limitación estructural común, a saber, la imposibilidad de desarrollar capacidades productivas y tecnológicas sistémicas, en un contexto de sobreoferta de trabajo.

La heterogeneidad estructural de la economía mexicana, en sus distintas formas y épocas, ha tenido siempre el mismo origen: la imposibilidad de crear capacidades productivas y tecnológicas que permitan emplear los factores productivos locales con una eficiencia elevada. Solo el desarrollo de tales capacidades permitirá alcanzar una especialización productiva virtuosa en lo referente a los procesos locales y globales de producción, y posibilitará una mejor retribución a los factores con un apropiado nivel de uso de estos.

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