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Los daños psicosociales

Im Dokument La huella invisible de la guerra (Seite 174-179)

3. Daños, pérdidas y respuestas colectivas de la población

3.1 Daños e Impactos

3.1.2 Los daños psicosociales

A uno lo afecta demasiado, emocionalmente, moralmente; ya uno no siente las mismas ganas, las mismas energías.

(Taller de memoria, testimonio de mujer adulta, 2010) El desplazamiento forzado de los habitantes de la Comuna 13 estuvo precedido y acompañado de situaciones de extrema violen-cia que afectaron indiscriminadamente a toda la población. Los asesinatos, persecuciones, maltratos, humillaciones públicas, in-cursiones y enfrentamientos armados fueron experiencias cotidia-nas que sometieron a la población a situaciones de permanente incertidumbre, terror, miedo y zozobra.

Las acciones violentas desplegadas por los actores armados han ido configurando un orden social en el que se impone el encierro, el silencio, la desconfianza y el miedo y han moldeado no sólo las relacio-nes y comportamientos de las personas, sino que también han dejado profundas marcas y huellas emocionales y psicológicas.

La mayoría de las personas de la Comuna afrontan múltiples y simultáneas formas de victimización; algunas han perdido seres queridos como resultado de los asesinatos, los destierros o las desapariciones forzadas, otras han sufrido severas lesiones y dis-capacidades físicas como fruto de atentados y de balas perdidas por los continuos enfrentamientos entre bandas y grupos arma-dos; muchas han sido víctimas del despojo de sus bienes, otras, especialmente las mujeres, han sido víctimas del abuso sexual.

91 Vivienda improvisada hecha de materiales precarios.

A las niñas también, porque mire, por ejemplo, yo en esa época tenía mi hija adolescente por ahí de 17, 18 años; entonces ellos lle-garon allá y ellos querían como que las niñas ahí mismo les pararan bolas, entonces se conquistaban las muchachas y las niñas que no les prestaban atención entonces estaban en peligro de que entonces las cogían, las violaban y todo eso. Y en esa época las muchachitas que estaban como con sus ombligueras o con sus bluyines forrados les quitaban la ropa, o sea, una camisita ombliguera que la lucían ellas se las quitaban, o las falditas, o sea sufrieron mucho por la cuestión del vestido también que porque no se podían vestir a la moda sino que tenía que ser como ellos quisieran; ellos allá querían manipular tanto, los muchachos que se unieran a ellos, las niñas que fueran las amantes de ellos, entonces niñas que no les paraban bolas... (Taller de memoria, testimonio de mujer adulta, 2010)

Los desplazados de la Comuna son por lo general victimas de otras modalidades de violencia padecidas antes de llegar a la Comuna o mientras viven en ella y, por lo mismo, llevan a cuesta un largo inven-tario de daños e impactos que resultan difíciles de separar o de adju-dicar de manera exclusiva a un hecho victimizante. La Comuna 13 es un lugar de mujeres viudas, de niños y de niñas huérfanas, de padres y madres a quienes les han arrebatado a sus hijos.

La Comuna 13 se ha configurado como un escenario de horror en donde de manera directa o indirecta su población ha sido testigo de asesinatos; en algunos casos los hijos han sido asesinados en presen-cia y ante las súplicas de sus madres, los padres frente a la vista de sus hijos. La barbarie ha llegado a tal extremo que han sido asesinadas mujeres mientras amamantaban o cargaban a sus hijos92. Dos mujeres recuerdan en ese sentido el sufrimiento y el dolor ante los asesinatos de sus seres queridos, hechos que antecedieron su desplazamiento

El dibujo que hice representa cuando me mataron a mi hijo, que me lo mataron adentro en la casa, y entonces la tristeza, el rencor, el dolor,

92 Caso documentados por la Fiscal 20 de la Unidad de Justicia y Paz, encargada del caso del Bloque Cacique Nutibara. Esta unidad ha documentado la violencia de género come-tida por grupos paramilitares.

porque me mataron a mi hijo, porque no tenían ningún motivo. Eso fue en el 2002. (Taller de memoria, testimonio de mujer adulta, 2010).

Ésta es mi casa y ésta soy yo con mis niñas cuando me desplacé; y éste fue mi marido cuando lo mataron y la familia en el cementerio llorando mucho; y desde ahí yo sufro mucho y lloro todos los días.

(Taller de memoria, testimonio de mujer joven, 2010)

La exposición a actos de extrema violencia, que por demás son constantes y repetitivos, afecta los pensamientos, las conductas, las emociones y los sistemas valorativos de las personas. La persistencia, intensidad y frecuencia de la violencia distorsiona la realidad, al punto que los eventos se subestiman o se sobredimensionan e interfieren en un adecuado discernimiento y actuación. La ansiedad, la tristeza, la impotencia, son sentimientos frecuentes en la población y junto con el miedo se convierten en sentimientos permanentes que condicionan la existencia de las personas, que los agobia y los inhibe para realizar muchas actividades laborales o de esparcimiento.

Mi hija también por lo del colegio que tuvo que interrumpir el es-tudio, la otra por lo del trabajo que tuvo que dejar el trabajo un tiem-po, afortunadamente le volvieron a dar la oportunidad de seguir allá trabajando y ya como que se recuperó, pero ella vivía muy angustiada pensando: “ay mami, no vaya por allá, no salga a tal parte, no haga tal cosa”. Siempre era así con ese temor, ella y la niña, la niña digo yo, ya la niña cumplió 20 años, ¡ah no! los va a cumplir en junio, pero ellas si eran muy temerosas. (Testimonio de mujer adulta, lideresa desplazada, 2010) Estos impactos se acentúan con el desplazamiento, el cual, como se ha descrito en capítulos anteriores, se realiza en situa-ciones de presión, amenaza y riesgo que marcan la existencia de las personas y son recordadas como tiempos muy difíciles en condiciones de angustia, precariedad e indignidad. Quienes estuvieron afectados por desplazamiento intraurbano, como en el desplazamiento masivo de El Salado, por ejemplo, recuerdan particularmente el impacto que les generó la llegada y la vida en el albergue.

Los daños psicosociales se agudizan y se hacen crónicos ante la persistencia de las amenazas, las enormes carencias económicas y la eventualidad de sufrir nuevos desplazamientos después del retorno.

La vida para la mayoría de las personas, aún después del desplaza-miento, reubicadas o retornadas, resulta azarosa; es una vida en el límite, enfrentada cotidianamente al riesgo y a la muerte, es como si siempre hubiese que volver a empezar. Es, por tanto, una vida que pre-cisa particulares maneras de habitar y de vivir, pues continuamente se frustran los ingentes esfuerzos de las familias por hacerse a un lugar y a una vida digna y tranquila, lo que los sume en la desesperación, el desamparo y el escepticismo.

Entonces ése es otro de los problemas que nos confunden a ratos, y vea las horas que son y todavía no hemos sido capaces de superar eso. ¿Por qué? Porque cada vez está más crudo, entonces práctica-mente estamos es en la inopia, no sabemos si sí o no, si se sigue o se termina, ni vemos la hora de cuándo se va a acabar esto. Hombre, que digamos que nos entran aquí y acaban esto. ¿Cuándo? Antes es todo lo contrario, entonces no hay nada. (Entrevista Colectiva, testi-monio de hombre adulto, 2010)

Las personas afrontan las pérdidas de seres queridos y de bie-nes significativos en un continuo sin tregua. Las dinámicas de la guerra no permiten hablar de un pasado y no dan tiempo para elaborar o tramitar duelos y traumas. El caos, la arbitrariedad y la violencia se instauran como normales transformando los criterios valorativos de quienes la padecen.

Yo me siento como en una incógnita, porque como ahora está tan agudizado este desplazamiento y estos grupos armados tan fuertes que están, que a veces siento mucho, mucho, o sea, como un estalli-do, como un temor, como algo y yo siento como que algo me persi-gue. Yo a veces digo que es una advertencia, pero yo digo que hay que esperar como con más paciencia, pero es más duro el regreso, para mí es más duro el regreso, frente al quedar desplazada, es más duro porque como que ya uno está como en la mira de que es que ésta fue desplazada, quién sabe que pudo estar haciendo, qué aprendería;

en-tonces hay que tener más cautela frente al regreso, para mí no es tan emocional el haber regresado porque yo todavía me considero el es-tar desplazada porque a veces por miedo no subo, (pregunto) “¡hey!,

¿cómo está esto?”. “No, esto está muy horrible ni suba”. Entonces yo no subo. (Testimonio de mujer adulta, lideresa desplazada, 2010) La generalidad de la violencia y la continuidad del desplaza-miento y de los factores amenazantes en la Comuna 13 hacen que las personas que retornan vivan en permanente incertidumbre y zozobra. Permanecer en el territorio es convivir con el temor y el miedo respecto a un contexto que es fuente potencial de nuevos hechos violentos y, por tanto, de nuevos daños.

La persistencia de las causas y factores que provocan el despla-zamiento y la impunidad genera además en la población un senti-miento de profunda indefensión y desamparo, pues constatan la inca-pacidad del Estado para protegerlos y para controlar e impedir las acciones violentas. Prevalece entonces el sentimiento de que están librados a su suerte, víctimas de la arbitrariedad de los armados y sin ninguna garantía de protección.

A veces (pienso) que de pronto le hagan a uno otro desplaza-miento, yo creo que para mí otro desplazadesplaza-miento, yo creo que yo me muero, de verdad, de morirme, pero de tristeza de que el Estado no ha hecho nada frente al desplazamiento, sino ha hecho nada frente a tantos derechos de los niños, de los jóvenes y de los ancianos, el Estado puede hacer mucho frente a este desplazamiento que existe todavía. (Testimonio de mujer adulta, lideresa desplazada, 2010) Ante la desprotección y la falta de reconocimiento de sus de-rechos predominan sentimientos de rabia y de ira que a su vez se ven agudizados por la percepción de impunidad y por el desba-lance que las victimas observan entre sus situaciones de vida y las de los victimarios y/o desmovilizados, quienes, como se describe en el Capitulo 2, residen en la Comuna desde la desmovilización del Bloque Cacique Nutibara. La magnitud de los hechos na-rrados, la exigüidad de las penas para los criminales y el carác-ter irreparable de las perdidas más significativas hacen que en

ocasiones estas emociones generen sentimientos de venganza, tristeza e impotencia.

La rabia y la ira también son provocadas por el despojo y lo que ello significa más allá de la pérdida material: “los daños no tanto material, los daños más significativos yo digo que son los del alma, los del corazón, y uno tener que salir y dejar lo de uno da mucha rabia impotencia le da a uno de todo. ¿Sí o no? ¿Usted qué dice?”

(Taller de memoria, testimonio de mujer adulta, 2010).

3.1.3 Los daños sobre el cuerpo: sufrimiento que se vuelve

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