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Las órdenes de desalojo

Im Dokument La huella invisible de la guerra (Seite 120-123)

Las órdenes de desalojo y el despojo de bienes que usualmente acompañan la amenaza es otro de los motivos para el desplaza-miento forzado en la Comuna 13 y hace parte de la estrategia de generar desplazamiento como un mecanismo para tomar posesión de un territorio o una vivienda ya sea por su ubicación estratégica o por su importancia político territorial por estar asociados con la presencia o la hegemonía del bando contrario.

En el año 2002 las órdenes de desalojo o amenazas colectivas se hicieron comunes. Algunos registros de prensa ilustran la ocurren-cia de por lo menos cuatro órdenes de desalojo proferidas en este año asociadas con amenazas de muerte colectivas o de confronta-ción armada.

Tabla 5. Órdenes de desalojo, 2002, Comuna 13.

Los testimonios obtenidos por MH evidencian el interés explícito de los paramilitares por ocupar y despojar a la población de viviendas que, debido a su ubicación, facilitaban una posición estratégica para los enfrentamientos o el ocultamiento de armas y combatientes. Des-pués de provocar el desplazamiento, las viviendas fueron usadas como centros de operación y sus moradores fueron obligados, a desplazarse como lo documenta el testimonio de esta mujer:

… la casa ellos la adquirieron porque es un punto donde se divisa todo lo otro, ellos querían estar allí [en La Loma] y ellos nos habían dicho ya, nos habían mandado a decir que necesitaban la casa; no-sotros les habíamos dicho “no se puede porque ¿cómo nono-sotros les vamos a dar la casa a ustedes?, ¿y en qué vamos a vivir nosotros en-tonces?” La cosa se quedó así… (Taller de Memoria, testimonio de mujer adulta, 2010)

Sin embargo, las órdenes de desalojo y el despojo continuaron después de la confrontación del 2002 y se asociaron claramente al accionar de los paramilitares. El relato de esta mujer, alusivo a su desplazamiento en 2004, ilustra esta situación:

ÓRDENES DE DESALOJO, 2002

Julio 5 de 2002. “Las autodefensas conminan a habitantes del barrio El Salado a irse en menos de 36 horas, “con la amenaza de que los matarían si no obedecían la orden” (El Colombiano, 5 de julio del 2002, 10A; El Colombiano,4 de julio del 2002, 5C).

Agosto 28 de 2002. “Grupos armados que operan en la parte alta del barrio El Corazón,

“dieron a los habitantes del sector un plazo de 24 horas para desocupar el barrio, o de lo contrario bajarían a acabar con todo” (El Colombiano, 8 de agosto del 2002, 6A).

Agosto 29 de 2002. “En el sector del Plan de Foronda y barrios como el 20 de Julio, los paramilitares amenazan a la población diciendo que ‘debían desalojar porque estaban a punto de iniciar una ofensiva contra los grupos de milicias del sector’” (El Colombiano, 29 de agosto del 2002, 12A; CINEP y Justicia y Paz 2002b, 81).

Octubre 28 de 2002. “En el Barrio 20 de Julio, los paramilitares anuncian que necesitaban todo desocupado. Cuando la gente se iba los milicianos volaban las casas para evitar que se convirtieran en trincheras de los paramilitares” (El Colombiano, 28 de octubre del 2002, 4B).

Fue como en esa noche …en el momento en que yo salí ya se dentraron [sic], eran tres muchachos, se dentraron y a mí se me vino el mundo encima porque ellos entraron derecho para el segundo piso, porque en el primer piso teníamos la alcoba de nosotros y en el segundo la alcoba de las niñas y allá estaba mi nuera, mi hija y mi nieta, y entonces ellos se repartieron, unos por un lado y otros por otro, y entonces yo le dije a este (señala al esposo), “negro, ¡las niñas!” Y entonces dijeron “tranquila señora que no somos ni viola-dores, ni vamos a matar a nadie” y éste de todas maneras se subió y yo me quedé con ellos abajo, nos volvieron la casa nada… Yo no sé qué buscaban porque no encontraron nada… Y entonces salieron afuera, porque mi casa tiene un patio grandísimo, entonces salie-ron al patio a hablar con los que habían en la calle… Y le gritasalie-ron

“¡hermano, aquí no hay nada!”, entonces yo salí “¡oiga señor, ¿qué necesita?, ¡díganme que buscan en que les puedo ayudar!” “No, deje el escándalo”, me dijeron; y yo, “no, yo no estoy haciendo escándalo, le estoy preguntando” y volvimos y nos entramos y ellos no encontra-ron nada. “No madre, es que vea, si ustedes no se van de aquí, a uste-des los van a matar y nosotros no queremos que pase eso”, entonces hubo uno que no encontró lo que buscaba, no supimos nunca que buscaba, no supimos, entonces salió muerto de la ira y cuando ya se brincó, porque la casa tenía una reja, ellos se subieron por encima de la reja, entonces uno nos grito, “¡le damos plazo hasta las ocho de la mañana para que desocupen!”… (Taller de Memoria, testimonio de mujer adulta, 2010)

La familia cumplió la orden de salir a las 24 horas, con lo cual em-pezó así un largo trasegar que aún hoy no concluye. En otros casos, el desalojo era producto de una “acción de hecho” que no requería ser refrendada con la palabra. En el transcurso de esta investigación es-cuchamos varios relatos de pobladores que afirman que sus viviendas fueron usadas por los grupos armados para resguardarse, guardar armas, combatientes, guardar víveres y en el caso específico de las milicias para ocultar secuestrados. Al ser obligadas a “colaborar”, el temor a los posibles señalamientos de los que podrían ser objeto en-tre los residentes de los barrios aumentaba. Este fue motivo para que algunas personas tomaran la decisión de salir.

…porque se metieron a guardar ese armamento allá, porque se metió ese Ejército allá, la Fiscalía allá. En ese momento que estaba la Fiscalía allí todo el mundo sabía que ellos estaban ahí, ¿por qué?...

Incluso le decían [a mi esposa] “déjenos meter al baño”, con fusiles colgados aquí atrás, “déjenos meter al baño”… Si ellos estaban ner-viosos, cómo estaríamos nosotros... Y cuando se fueron yo ya espera-ba el golpe, que ya venían pues, que en cualquier momento ya venían esos animales aquí [las Milicias]. (Entrevista colectiva, testimonio de hombre adulto, 2010)

Después de ser abandonadas, algunas de estas viviendas fueron apropiadas y ocupadas por los paramilitares como centro de opera-ciones. Otras fueron tomadas por ellos y dadas en arriendo, por lo que se convirtieron en una fuente de ingresos, lo que además revela un interés económico detrás del despojo de viviendas. Según infor-me de Amnistía Internacional, cuando las AUC adquirieron control militar y social de la Comuna 13, forzaron la venta a bajos precios de los bienes de la población desplazada. Otras personas fueron despo-jadas sin recibir contraprestación alguna de sus viviendas (Amnistía Internacional 2005). De 2008 al 2010, esta práctica también ha sido implementada por combos y bandas, quienes cobran los arriendos a terceros ubicados en los predios despojados. De acuerdo con la Per-sonería de Medellín, “también se tiene conocimiento de que algunos desmovilizados están “loteando” terrenos en el sector de la Comuna 13 conocido como Altos de la Virgen, y en la Honda, en la Comuna 3.

Adicionalmente han alquilado las casas de personas que han sido ob-ligadas a desplazarse” (Personería de Medellín 2007, 48). El capítulo 5 documenta estas acciones de violencia y el impacto que han tenido sobre la población.

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