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CAPÍTULO 1. ACTORES, INSTITUCIONES E INTERESES

1.1 E L NEOINSTITUCIONALISMO Y SUS VARIANTES

1.1.4 El institucionalismo sociológico

El institucionalismo sociológico define a las instituciones como las convenciones sociales, símbolos, ritos, costumbres, significados, etcétera, a partir de los cuales los actores interpretan el mundo que los rodea. Los individuos son socializados en una cierta perspectiva del mundo, aprenden las convenciones sociales y con ellas construyen una forma aceptada de hacer las cosas; esto uniforma el comportamiento y facilita la interacción social. Desde esta perspectiva, no se acepta la existencia de individuos u organizaciones que deliberadamente manipulen con algún éxito las reglas y prácticas institucionales; por el contrario, se distinguen por su énfasis en la importancia de los procesos cognoscitivos de los individuos (Scott, 1995).

Así, las reglas y las tradiciones institucionales son resultado de un proceso de

“construcción de la realidad”, es decir, son un fenómeno cultural y constituyen el marco de referencia a partir del cual los individuos se explican el mundo que los rodea (Meyer y Rowan, 1977). En este sentido, se hace hincapié en los procesos de socialización, pues es a partir de estos últimos que los individuos conforman sus patrones, valores y marcos de referencia, que terminan aceptando sin cuestionarlos, como una parte objetiva de la realidad (DiMaggio y Powell, 1991; Meyer y Scott, 1992). Estas reglas de actuación de origen cultural, con su plasmación a nivel formal e informal, van adquiriendo racionalidad a través de los procesos de interacción entre los distintos agentes, hasta que alcanzan un nivel de consolidación o institucionalización que determinan la

14 Entre los planteamientos del neoinstitucionalismo sociológico se destacan los trabajos de Giddens (1996) y Cohen (1996).

configuración de sus percepciones y sus intereses, y el tipo de interrelaciones que se producen entre ellos.

Por lo tanto, la percepción del mundo que tienen los individuos está determinada por la cultura institucional en la que se desempeñan. Si algún procedimiento o curso de acción no existe, entonces no es posible que los actores lo consideren como una alternativa. Entonces, los individuos y las organizaciones solo pueden actuar sobre el mundo a partir de los valores y del conocimiento que les proporciona su marco institucional. En consecuencia no será fácil cambiar las instituciones, ni explicar por qué y en qué circunstancias se intenta transformarlas.

Meyer y Scott (1992) parten de la necesidad de estudiar las organizaciones a partir del reconocimiento de las características del contexto en que se hallan insertas.

Para explicar las estructuras y el funcionamiento de cualquier institución, incluso las estructuras estatales, en las sociedades contemporáneas es necesario no solo tener en cuenta sus especificidades internas, sino también, y con un énfasis especial, el contexto social, cultural e histórico en el que se halla esa organización.

Este cambio apreciativo en la forma de estudiar las organizaciones15consiste en la necesidad de entenderlas en relación con el exterior, poniendo el énfasis en los intercambios entre la organización y el entorno. En este sentido, Meyer y Rowan afirman que “Organizations are driven to incorporate the practices and procedures defined by prevailing rationalized concepts of organizational work and institutionalized in society” (Meyer y Rowan, 1991, p. 41).

Primero, las estructuras internas y las rutinas de funcionamiento de las organizaciones reflejarían las reglas, las estructuras culturales y sociales de los contextos en los que aparecen aquellas. Segundo, las reglas y estructuras confieren legitimidad a las organizaciones y, por tanto, fundamentan su supervivencia (únicamente las organizaciones legítimas son las que sobreviven independientemente de su estructura interna). Así, con la reproducción de los mecanismos de estructuración y

15 Desde finales de la década de los setenta y durante los ochenta se puede constatar un cambio apreciativo en el foco de los estudios organizativos. Desde los años cuarenta hasta los sesenta, las discusiones sobre el funcionamiento y comportamiento de las organizaciones se centraban en las estructuras formales internas. Estas estructuras eran la clave para ello. Pero a lo largo de los años sesenta se fue estructurando una visión alternativa de la organización, fruto del desarrollo y aumento del grado de complejidad de la sociedad capitalista occidental.

actuación, tanto a nivel formal como informal, aceptados por el contexto de la organización, esta tiende a ganar legitimidad y aumentar su capacidad de supervivencia, pues su evaluación social se realiza en esos términos y no en función de los resultados de su actividad concreta, en términos de eficacia o eficiencia. Tercero, estos contextos son sistemas de creencias culturales que funcionan como mitos racionales. Mitos, en tanto que dan un sentido social a las actuaciones de las instituciones; racionales, en la medida que identifican ciertos fines a perseguir y quién está legitimado para conseguirlos.

En este sentido, los comportamientos organizativos son producto de las ideas, valores y creencias que se originan en el contexto institucional. Y para sobrevivir, las organizaciones deben amoldarse a las expectativas institucionales, aunque estas no coincidan con los aspectos técnicos de obtención y mejora del rendimiento (Scott, 1991).

Así, para que la combinación de un conjunto de valores, normas y pautas de funcionamiento se conviertan en “institución” y actúen efectivamente como constreñidores y direccionadores de la actividad de los agentes implicados, deben contar con cierto grado de estabilidad. Esta estabilidad de la institución no debe confundirse con la estabilidad del sistema o de la organización en la que se encuentra. Diversos valores y pautas de conducta permanecen estables incluso simultáneamente al cambio en los equipos y personas que dirigen una organización, e incluso durante períodos prolongados de inestabilidad general del sistema político y administrativo.

Para Powell (1991), en las organizaciones existe una tendencia a uniformarse bajo un arreglo institucional específico. A este proceso se le llama isomorfismo. Las organizaciones tienden a adoptar fórmulas institucionales aceptadas y consolidadas en su entorno de referencia y, por lo tanto, a reproducir las instituciones del medio como mecanismo de legitimidad.

Pero también las organizaciones pueden ser objeto de desajuste entre las instituciones formales y el funcionamiento efectivo de la organización (Meyer y Rowan, 1991; Meyer y Scott, 1992; Tolbert y Zucker, 1996). El decoupling es una respuesta de la organización al isomorfismo institucional cuando este entra en conflicto con sus valores predominantes (aunque sea a nivel informal) o bien cuando el conflicto se produce por la existencia de diversos contextos de referencia (diversos marcos institucionales, con pautas institucionales que no se ajustan entre sí), lo que requiere

cierta flexibilidad en la interpretación de las instituciones formales para que puedan ser aceptadas por los distintos agentes organizativos.

El cambio institucional es resultado de la interacción entre la institución y el medio ambiente; sin embargo, es de muy lenta evolución, dado que nadie puede controlar las tradiciones y los valores institucionales. Por tanto, no se acepta la existencia de individuos u organizaciones que deliberadamente manipulen con algún éxito las reglas y prácticas institucionales. Por consiguiente, se torna discutible cómo se crean y cambian las instituciones. Si los individuos y las organizaciones solo pueden actuar sobre el mundo a partir de los valores y el conocimiento que les proporciona su marco institucional, entonces no será fácil explicar cómo nacen y por qué intentan transformarlo algunas veces.

En este sentido, “behaviors and structures that are institutionalized are ordinarily slower to change” (Di Maggio y Powell, 1991) y “things that are institutionalized tend to be relatively inert, that is, they resist efforts at change” (Powell, 1991).

1.2 EL ROL REGULADOR, NORMATIVO Y COGNITIVO