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1.2.2 El discurso

1.2.2.1 Poder y discurso

El concepto de poder que desarrollaremos sigue los planteamientos de Michel Foucault (1995, 2005) el cual entiende el poder como un conjunto de mecanismos individuales, identificables, producibles, producidos, perfeccionados y desarrollados (tecnología del poder) que serían capaces de inducir conductas o discursos (Foucault 2005: 148; 1999: 59-60, 241;

Jäger 2003: 100). El poder no se posee, sino que se ejerce, constituye una estrategia (o conjunto de estrategias). En otras palabras, no es algo inherente a un individuo o grupo de personas, no es propiedad o elemento constitutivo de un sector y puede, en un momento dado, ser ejercido por un grupo diferente, lo que muestra su movilidad. Esto último determina su carácter tenso, ya que los distintos sectores sociales intentan ser capaces de ejercer el poder. Para Foucault (1995:

33-34; 2005: 97), las relaciones de poder (luchas de poder) se darían (el autor lo plantea como hipótesis) en lo profundo de la sociedad, no simplemente en las relaciones Estado-ciudadanos ni entre clases sociales, también en otros tipos de relaciones como de producción, la familia, la sexualidad, entre otras, ya que “son intrínsecas a otros tipos de relación” (Foucault 2005: 97).

Finalmente, el poder no tendría un carácter exclusivamente negativo, represivo o de castigo,

“sino que cala de hecho, produce cosas, induce placer, forma saber” (Foucault 2005: 148), por este motivo los dominados lo aceptan en muchas ocasiones.

A partir de esta conceptualización del poder, Thompson (1998) distingue cuatro clases de poder95, los cuales se diferencian por las características de los recursos que se utilizan para ejercerse. De esta manera, establece: el poder económico, donde los recursos que se utilizan son propiamente económicos, es decir, dinero, pagos, transacciones; el poder coercitivo, que se caracteriza por la utilización de la fuerza (violencia física) de unos sobre otros; el poder político, el cual se ejerce por medio de los cargos políticos que se tengan en determinado momento, este poder se relaciona directamente con las funciones públicas y los gobiernos de turno; y el poder simbólico, en el que el recurso utilizado lo constituye la determinación y transmisión de significados. Cabe señalar que estos poderes no son independientes unos de otros, muchas veces se necesitan mutuamente para ejercerse, por ejemplo, para ejercer el poder político se necesita del poder simbólico. A estas cuatro clases de poder se puede sumar una quinta: el poder sexual, en el que por medio de la satisfacción del deseo sexual de una persona se logra ejercer el poder.

De estos diferentes poderes, deseamos detenernos en el poder simbólico, el cual se refiere a la capacidad de “hacer ver y creer, de confirmar o transformar la visión del mundo y, mediante éso (sic), la acción sobre el mundo” (Bourdieu 2001: 98) por medio de formas simbólicas. En términos del presente trabajo, el poder simbólico es la capacidad de lograr que otras personas almacenen (construyan, seleccionen, asocien) representaciones particulares y que éstas determinen y se manifiesten en sus exteriorizaciones. Esas representaciones pueden reforzar o modificar las asociaciones dentro de la red de representaciones que es el conocimiento. De forma sencilla, el poder simbólico es la capacidad de modificar los conceptos (significados) y el conocimiento (o parte de él) que las personas tienen por verdadero, ya que determina sus actos. Así, se observa la estrecha relación entre el poder simbólico y el discurso, por cuanto, sólo quienes ejercen este poder tienen la capacidad de transformar los discursos, es decir, los conocimientos compartidos. Además, todo análisis del discurso conllevará un estudio del poder simbólico, debido a que la lucha y el ejercicio de ese poder explican las modificaciones, las exclusiones, la estructura del discurso96.

El principal recurso o instrumento para ejercer el poder simbólico es el lenguaje en su amplio sentido (verbal, visual, audiovisual). Mediante su uso en los actos las personas pueden expresar y explicar las representaciones y las asociaciones entre ellas que poseen y, por ende, modificar la organización de las representaciones de las demás personas. Otros tipos de actos no tienen esa capacidad explicativa, por lo cual, se les dificulta transformar la red de

95 John B. Thompson sigue los planteamientos de Michael Mann en su libro The Sources of Social Power, vol 1:A History of Power from Beginning to AD 1760 (Cambridge: Cambridge University Press, 1986).

96 Al igual que todos, también pertenecemos a un grupo social y en nuestros trabajos y planteamientos se manifiesta un conocimiento “compartido”, por ende, nuestros textos pueden ser abordados como ejercicio del poder simbólico.

representaciones. Por esto, el estudio del lenguaje se vuelve fundamental para abordar el poder simbólico.

Ahora bien, consideramos que no toda persona puede ejercer el poder simbólico. Entre quien-ejerce el poder y sobre-quien-se-ejerce97 tiene que existir una relación tal que sobre-quien-se-ejerce esté dispuesto a “almacenar” y en el futuro a actuar según la red de representaciones de quien-ejerce98. Además, no hay que entender el ejercicio del poder como algo consciente y con metas previas y claras, ya que quien-ejerce no necesariamente sabe (es consciente) que lo está ejerciendo o lo haga en pos de resultados concretos. Esa disposición de sobre-quien-se-ejerce constituye un resultado de su conocimiento, o sea, su postura frente a quien-ejerce dependerá de las representaciones que tenga sobre éste (y sobre sí mismo). Así, por ejemplo, nos apropiamos de opiniones de personas cercanas que consideramos expertas sobre algún tema (sobre el cual no somos expertos) o de representaciones sobre la realidad social que expresan actores sociales (profesores, medios de comunicación, personas en puestos públicos), porque poseen un conocimiento que no está a nuestro alcance99.

Cuando determinado grupo social (dominantes) ejerce el poder sobre otros (dominados), lo cual provoca que estos últimos actúen repetidamente100 conforme a los intereses de los primeros, afirmamos que existe dominación. De esta forma, el grupo dominante logra que los dominados realicen acciones de acuerdo a la visión del mundo, las creencias y los intereses de los primeros. Como ya señalamos, el poder no es sólo represión o castigo, sino que también genera cosas positivas en los dominados, por lo cual se comprende que los dominados no se encuentren en una permanente resistencia101 y negación hacia los dominantes.

97 Los roles quien-ejerce y sobre-quien-se-ejerce se establecen al estudiar una interacción finalizada en la que se ejerció el poder.

98 Recuérdese que a partir de la realización de actos similares, las personas “comparten” representaciones y asociaciones particulares entre ellas (las que determinan y se manifiestan en las exteriorizaciones), sin embargo, siempre hay que tener en cuenta que cada persona posee sus propias representaciones y asociaciones, por lo cual el llevar a cabo actos similares significa que compartirían ciertas representaciones y asociaciones, pero no todas.

99 Consideramos que las representaciones afectivas que tengamos respecto a los otros juegan un rol importante en el ejercicio del poder simbólico, por cuanto, si se tiene una representación positiva sobre una persona, ésta posee más posibilidades de ser quien-ejerce. Con esto no afirmamos que sea necesaria una representación positiva para ejercer el poder simbólico, sólo llamamos la atención sobre el papel que pueden desempeñar estas representaciones y mostrar que no se las debe ignorar. Además, la noción de confianza la consideramos que se basa en la construcción que hacen los individuos sobre otros y sus actuaciones, la cual (la confianza como cosntrucción) se mantiene, refuerza o disminuye según si los otros actúan a la construcción que se tiene de ellos.

100 No se puede hablar de dominación sin que el ejercicio del poder de los dominantes se dé repetidamente en un espacio de tiempo, debido a que, de lo contrario, sólo se estaría frente a un ejercicio del poder aislado y no se podría hablar de dominantes y sólo de quien-ejerce.

101 Foucault (2005) señala, a su vez, que el ejercicio del poder siempre generará resistencia en algunos sectores (pero no en todos).

1.2.2.1.1 Legitimación

En las interacciones sociales se establecen roles para cada actor ya sea un individuo o una institución, los cuales definen las funciones, obligaciones, derechos y modos de actuar. Las personas conocen estos roles102 (poseen las representaciones respectivas) e intentan (consciente o inconscientemente) actuar según ellos. Por legitimación entendemos el proceso mediante el cual las personas se posicionan (no necesariamente a sí mismos) en un rol particular que le permite actuar de determinado modo, siempre y cuando esa actuación sea aceptada dentro de un grupo social. Este proceso es posible que se lleve a cabo antes o durante una interacción y utiliza diferentes recursos y estrategias, por ejemplo, “normas sociales” (policía, profesor, presidente, gerente) o construcción consciente o inconsciente de la imagen de un actor por medio de referencias explícitas o gracias a sus actuaciones (por ejemplo, se puede presentar a alguien como experto, inteligente o considerar a alguien como modesto, buen deportista por sus actos). De esta manera, actuar “legítimamente” o con “legitimidad” significa actuar de acuerdo al rol que le corresponde en la interacción. Tanto la legitimación como las actuaciones legítimas requieren de la aprobación social, es decir, los grupos sociales determinan qué recursos y estrategias son permitidos para legitimarse y qué actos se califican como legítimos.

La legitimación es relevante para todo estudio del poder simbólico, ya que para ejercerlo se necesita posicionarse en el rol de quien-ejerce, o sea, debe darse un proceso de legitimación, en el cual una persona o institución se ubique en ese rol. Entre los recursos que se utilizan para legitimarse, el lenguaje desempeña un papel importante, ya que mediante su uso se construye (por el contenido, las estructuras lingüísticas) la imagen y, por ende, los roles de los interactuantes.

102 Conocer los roles no quiere decir que las personas puedan describir cuáles son las funciones, obligaciones, derechos y modos de actuar de cada rol, o que los tengan identificado claramente, ya que en la mayoría de los casos actuamos sin ser conscientes de que lo hacemos de acuerdo a un rol determinado.

Por ende, conocer los roles puede significar simplemente saber cómo actuar en una interacción particular.