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La delegación del cuidado: preocupaciones y requisitos

¿qué tanto aparece la política social en los cuidados?

4.5. La delegación del cuidado: preocupaciones y requisitos

¿Quiénes pueden asumir el cuidado cuando las madres no pueden hacerlo? Cuando hay que salir a generar ingresos, las abuelas claramente constituyen la mejor op-ción, especialmente cuando se tienen suficientes ingresos para contratar servicio doméstico. Además de los ingresos hay una razón de peso: generalmente las ma-dres y las propias abuelas sólo se sienten tranquilas cuando niño y niñas están con ellas. Entre los temores destacan la seguridad física, la higiene (y por lo tanto el miedo a las enfermedades), los accidentes y el maltrato. Los espacios que brindan mayor seguridad para lidiar con estos miedos, varían: a unas les da tranquilidad que su niño/a esté en la escuela; otras sienten han tenido experiencia de accidentes, descuidos o maltratos, y sienten todo lo contrario. En otros casos, la intranquilidad

está en tiempo que transcurre entre que su hijo/a sale del colegio y llega a su casa, debido a accidentes callejeros como la delincuencia común o los accidentes de auto.

Dentro de casa, la preocupación es menor aunque considerable: gira en torno a la persona cuidadora y a cómo ésta pueda poner en riesgo al niño o la niña, gene-ralmente los/as menores de 3 años que, dicen ellas, es la edad mínima para acce-der a servicios gratuitos de cuidado. Los pagos no son opción porque se carece de suficientes recursos o, sencillamente, se considera que “no hay como la familia”.

Con respecto a quienes les cuidan, si se trata de abuelas, a las madres les preocupa la edad y su salud. Cuando son empleadas domésticas, les preocupa la higiene y si brinda la alimentación a los/as niños/as. Los requisitos básicos de las personas en quienes confían o confiarían el cuidado de niños y niñas son básicamente tres:

responsabilidad, atención a las necesidades del niño/a, afecto y, en menor medida, paciencia. También se mencionaron atributos relacionados con la confianza como que sea conocida y confiable.

Además de la escuela, los centros de cuidado infantil son un segundo posible ámbi-to para la delegación. Es interesante que se hable recurrentemente de “CDI” como nombre genérico para estos centros, aun cuando no sean los creados en los 80 du-rante la revolución sandinista. Sin embargo, el cuidado en la familia se prefiere al cuidado en un centro de cuidado infantil. Son pocas quienes han hecho uso de estos servicios, y ha sido porque no tenían con quién más dejar a su hijo/a mientras ellas trabajaban fuera de la casa. Además de visión familiarista, inciden los problemas de cobertura; por ejemplo, estos servicios no existen en las zonas rurales. También se considera desventajosa la tarifa: algunos centros privados hasta cobran en dólares;

incluso en los CDI, aunque sean públicos, hay que realizar algún pago mensual, aunque sea mínimo (se menciona US$ 11 mensuales). Otras dos desventajas son la fácil transmisión de enfermedades y los horarios: la salida del niño/a coincide con la de la madre.

Generalmente, quienes han tenido servicios disponibles y no los han usado, ha sido porque contaban con alguien de confianza (una familiar cercana como su madre), por lo general en la propia casa. Esta visión es generalizada, aunque más fuerte a medida que se desciende en el nivel socioeconómico.

La gratuidad de los CDI se recuerda y añora de los 80, incluso entre las profesiona-les, y especialmente porque ahora, dicen, la mayor oferta de centros de cuidado es privada y no pública, como era entonces. Son la alternativa más mencionada no sólo

porque permite que las madres solteras trabajen sino porque, independientemente de si se usan o no, la valoración de los CDI y/o de los centros de cuidado es gene-ralmente positiva. Cuando se pidió que se compararan los centros privados con los públicos, la principal diferencia identificada fue la relativa a los costos (menores en el segundo caso) y, en bastante medida, las condiciones de los locales (mejores en el primer caso).

Cuando se preguntó por las ventajas de enviar a los niños/as a estos centros, públi-cos o privados, en comparación con dejarles en la casa, distintas entrevistadas men-cionaron la socialización con pares, el apoyo por parte de personas capacitadas, el aprender a valerse por sí mismos, el recibir estimulación temprana, y el desarrollar lenguaje y habilidades psicomotoras. Además, y evidenciando un prejuicio llamativo dada la enorme cantidad de hogares que cuentan con servicio doméstico, algunas en-trevistadas manifestaron que, a diferencia de cuando se dejan en la casa con personas extrañas como las empleadas domésticas, en los centros infantiles son bien cuidados y no se les maltrata, además de recibir atención médica y alimentación. Incluso, hubo casos en los cuales las pocas mujeres cuyos recursos les permiten contratar servicio doméstico, prefieren que ésta haga labores domésticas pero no de cuidado.

En cuanto a las condiciones ideales de los centros de cuidado infantil, el énfasis estuvo en la actitud y la capacitación del personal. En varios grupos la capacitación se relacionó con que haya profesionales diversos, como médicos, nutricionistas y psicólogos. Es destacable que, por un lado, los requisitos de conocimiento especia-lizado se coloquen en estos términos y, por el otro, la primera opción del cuidado sea la casa, adonde generalmente no están presentes ninguno de estos saberes. En la casa se da por sentado el afecto y se asocia éste con el buen cuidado, dado que gene-ralmente está en manos de una pariente cercana, principalmente la abuela del niño/a.

Por su parte la actitud alude principalmente a que les guste los niños/as y a que sean responsables y confiables. Deben, además, cuidar a niños/as “como s fueran sus pro-pios hijos/as”. Llamativamente, este énfasis fue puesto por las propias educadoras.

Más allá del personal, se señaló que el local debía estar en buenas condiciones y, lo más mencionado, que debía tener seguridad, alimentación y bajo costo. Además se mencionó el que sea limpio, cuente con supervisión, y disponga de juguetes, juegos y mobiliario apropiado. Quienes pusieron mayor énfasis en aspectos que trascien-den las características del personal, fueron las educadoras y quienes en algún mo-mento han recurrido a centros de cuidado infantil.