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conveniencia De conteMpLar eL DesarroLLo sostenibLe en La

lA luChA ContRA lA PobRezA y el desARRollo sostenible

3. conveniencia De conteMpLar eL DesarroLLo sostenibLe en La

Lucha contra La pobreza

Los ODM estaban formulados desde la perspectiva de que los países desarrollados canalizarían un esfuerzo financiero y de conocimiento con objeto de remediar en cierta medida las carencias básicas de las poblaciones más desfavorecidas del mundo. La relación entre estos ODM y el desarrollo sostenible aparecía escasamente identificada. Tan sólo el Objetivo 7 hacía referencia al medio ambiente, pero no se aprecia claramente la vinculación entre este objetivo y los restantes en el propósito global de lucha contra la pobreza, ni la inclusión del concepto más amplio de desarrollo sostenible.

A este respecto cabe señalar que, aunque es cierto que, tal y como están definidos en la actualidad, los ODM ya abarcan aspectos sociales, económicos y ambientales del desarrollo, estas tres dimensiones aparecen representadas de una manera desequilibrada y sin fuertes vínculos entre ellas. Como se señala en el estudio del Untask Team. (2013), la mayoría de los objetivos del milenio se centran en la dimensión social del GRÁFICO 1. PAÍSES EN CONTRACCIÓN Y EN CONVERGENCIA SEGÚN SU IDH Y HUELLA ECOLÓGICA

Fuente: WWF, 2010

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desarrollo, en particular, los objetivos 2 a 6 y, en gran medida, el objetivo 1, que abarca aspectos como el hambre, la educación, la igualdad de género, la salud materna e infantil y la lucha contra algunas de las principales enfermedades. Estas metas son evidentemente importantes, pero también están profundamente vinculadas con los factores ambientales y económicos, una relación que el marco de los ODM no refleja plenamente. Mientras que algunos vínculos sí que se reconocen, como la importancia del agua potable para la salud, existen otros fundamentales, como los que existen entre la salud y el medio ambiente -la calidad del aire que respiran las personas, por poner sólo un ejemplo- que no son reconocidos explícitamente. Además, el Objetivo 7 omite cuestiones fundamentales para el desarrollo sostenible, tales como la desertificación y la degradación del suelo, la gestión de los recursos naturales y el cambio climático.

El conocimiento y la perspectiva actuales han cambiado drásticamente. Hoy se tiene más claro que el desarrollo económico de la humanidad debería estar condicionado por los requerimientos de conservación y mejora de los ecosistemas que hacen posible, a corto y largo plazo, la vida del ser humano y de las demás especies vivas sobre el planeta.

En su informe de “riesgos globales” correspondiente al año 2013, el World Economic Forum señala, en escalas de puntos de 0 a 5, los riesgos más relevantes en cuanto a su “probabilidad” e “impacto”. Varios de estos elementos de riesgo están relacionados directamente con el contenido de este capítulo. El primero de los riesgos, por probabilidad, alude a la “Disparidad severa de ingresos” (4.22 puntos). Es razonable pensar que, en un mundo interconectado globalmente, donde la información relativa a una parte del planeta se conoce casi instantáneamente en cualquier otra parte del mismo, el desarrollo no podrá ser pacífico y sostenible si no disminuyen perceptible y sostenidamente las crecientes inequidades. Sin embargo, las desigualdades han aumentado en tres de cada cuatro países de la OCDE desde la década de los ochenta hasta la actualidad, así como en 3 de cada 5 países en desarrollo (OCDE, 2011). Además, Ravallion (2005) muestra que

“cuanto mayor es la desigualdad inicial en un país, menor proporción de las ganancias del crecimiento compartirán los pobres”.

Ahora bien, los puestos 3º y 4º de los elementos de riesgo identificados son, respectivamente, “Crecientes emisiones de gases de efecto invernadero” (3.94) y

“Crisis de suministro de agua” (3.85).

En cuanto al riesgo de impacto, el 2º y 5º son, respectivamente, “Crisis de suministro de agua”

(3.98) y “Fallo en la adaptación al cambio climático”

(3.90). Se aprecia, por una parte, que estos riesgos tienen carácter global, es decir, afectan a países desarrollados y en desarrollo. Por otra parte, el primero de los mencionados (disparidad severa de ingresos) se refiere al foco central de la lucha contra la pobreza, mientras que los tres restantes (gases de efecto invernadero, crisis de suministro de agua y fallo en adaptación al cambio climático) se refieren directamente a aspectos medioambientales y sociales.

Todo lo anteriormente expuesto implica la imperiosa necesidad de hacer sostenible el desarrollo a largo plazo en relación con la vida sobre el planeta, lo cual requiere una revisión en profundidad de los dos ámbitos que configuran la satisfacción de necesidades humanas a escala global: el sistema de generación de demanda de bienes y servicios, y el correspondiente sistema de producción de esos bienes y servicios que se demandan.

El sistema de generación de demanda actual está dominado por el vigente en los países desarrollados, donde las compañías privadas, mediante sus funciones de marketing y de desarrollo de nuevos productos, estimulan la demanda de consumidores con capacidad de pago. El criterio que guía esta demanda es predominantemente el beneficio esperado y no tanto la sostenibilidad ambiental o social. Este sistema ha configurado un

“estilo de vida” que es tomado como referente en países en desarrollo, lo que implica incrementar crecientemente la no sostenibilidad del sistema a medida que se van alcanzando nuevas cotas de progreso económico en todo el mundo. Por tanto, resulta inaplazable reorientar hacia la sostenibilidad social y medioambiental los “hábitos y estilos de vida”, así como los correspondientes sistemas de generación de demanda.

El sistema de producción predominante en la actualidad es aquel que comienza con la extracción

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de materias de la naturaleza y, en un flujo de sentido único, termina con el uso del producto por el cliente.

Es decir, un sistema que se desentiende de lo que ocurre con los productos una vez agotada su vida útil.

Afortunadamente, en las últimas décadas se ha ido haciendo cada vez más evidente para los ciudadanos y las autoridades políticas que este sistema de producción es incompatible con el mantenimiento de los principales ecosistemas: tanto más cuanto que el crecimiento viene experimentando una extensión planetaria. Algunos ejemplos de las consecuencias negativas son la intensa contaminación en ciertas ciudades (por ejemplo, por la mala calidad del aire, o por la contaminación en suelos y acuíferos derivados de una inadecuada gestión de los residuos) o el peligro de inundación de costas e islas por la subida del nivel del mar.

Todo ello ha propiciado una creciente presión ciudadana hacia implantar prácticas productivas respetuosas con el medio ambiente y hacia la promulgación de regulaciones cada vez exigentes en lo que concierne, por una parte, al uso del agua, la energía y otros recursos naturales, y, por otra, al tratamiento de los residuos. Progresivamente, se han ido implantando los sistemas preconizados por la

“logística inversa” -y la correspondiente aplicación del lema “reducir, reutilizar, reciclar”-, y va tomando relevancia un concepto de sistema de producción alternativo: el denominado “sistema de producción de ciclo cerrado”.

Hasta que este concepto se implante definitivamente en todo el mundo, la realidad presente y previsible en el próximo futuro es que las actividades productivas y los patrones de consumo de los países desarrollados estén contribuyendo negativamente al medio ambiente global y, en particular, al de los países en desarrollo. Las pruebas son múltiples: hay evidencia del fuerte impacto del comercio internacional en la pérdida de biodiversidad, siendo los países más desarrollados (importadores) responsables de una gran parte de la huella de biodiversidad que se produce en países en desarrollo (productores para exportación) (Lenzen el al., 2012).

Como consecuencia de todo lo anterior parece lógico que la lucha contra la pobreza en la agenda post 2015 debería concebirse como una estrategia fuertemente

interrelacionada con la estrategia global hacia un desarrollo sostenible de ámbito planetario. Más allá de la sostenibilidad ambiental, en la lucha contra la pobreza será necesario adoptar hábitos de consumo sostenibles, rediseñar los sistemas de producción, replantear el orden mundial y reestructurar los modelos políticos y socioeconómicos vigentes. Esta estrategia será clave para lograr una confluencia de las agendas del Norte y del Sur, permitiendo que se reconozcan las responsabilidades de los países desarrollados.

Para facilitar este proceso, pueden obtenerse importantes lecciones de los esfuerzos

internacionales de negociación entre países ricos y países pobres que, en materia de cambio climático, se han producido en los últimos años. En este sentido, sería conveniente propiciar un nuevo enfoque que estimule la innovación y el cambio tanto tecnológico como de paradigmas (Subramanian y Mattoo, 2012).

Así, tal y como señalan Colombia y Guatemala (2013), los objetivos relacionados con cambios en los patrones de consumo y producción, deberían jugar un rol clave en la nueva agenda para lograr la igualdad intra e inter-generacional, necesaria para alcanzar un desarrollo sostenible.

Por otra parte, aunque las agendas de lucha contra la pobreza y desarrollo sostenible contienen múltiples líneas de convergencia, no se puede dejar de reconocer que existen aspectos contradictorios o de fricción entre ellas (Loewe, 2012). Elegir como camino para los próximos años la senda del desarrollo sostenible en su faceta más global, con la inclusión de responsabilidades por parte de los países del Norte y del Sur, pasa por la toma de decisiones políticas que pueden ser impopulares, ya que, en el corto plazo, no beneficiarán a las poblaciones de los países desarrollados. Sin embargo, un cambio estructural en estas dimensiones, y en base al concepto de “desarrollo sostenible”, beneficiaría a largo plazo a toda la población mundial. Asimismo, debe tenerse en cuenta que el cambio hacia un modelo productivo sostenible puede ser generador de importantes oportunidades de nuevos empleos.

Por ejemplo, en Alemania se estima que, en 2006, 2 millones de personas encontraron empleo gracias al crecimiento de sectores “verdes”. El potencial de

“empleos verdes” (green jobs) en China, en sectores

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como las energías limpias, el cuidado de los bosques o la producción industrial más limpia es de 20 millones de nuevos puestos de trabajo para 2020.

4. posibiLiDaDes para integrar