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Etnografía Histórica de los Ocho Pueblos Yaquis

Capítulo 4

De Misiones Utópicas a Territorio Sagrado

Te Deum laudamus:

Te Dominum confitemur.

Te aeternum Patrem Omnis terra veneratur…

(A ti Oh Dios, te alabamos:

A ti Señor, te reconocemos.

A ti, eterno Padre Te venera toda la creación…) - Te Deum

En este tercer capítulo que da inicio a la segunda parte de la tesis, relataré la forma como se dieron los primeros contactos entre europeos y yaquis y la forma como se establecieron misiones de la Compañía de Jesús en su territorio. Asimismo, y en aras de seguir la retórica del discurso del padre jesuita Andrés Pérez de Ribas, comenzaré por enumerar los triunfos de la fe católica en el valle del Yaqui, con los que más que hablar de una conquista espiritual podemos decir que se trató de una arena de concertaciones.

Cuando el Ocho es una Unidad

Los yaquis forman un grupo étnico que habita la región centro-sur del estado de Sonora. El censo de Población y Vivienda del año 2000 calcula que actualmente el número de yaquis asciende a 15,00023 aunque hay quien los estima, tomando en cuenta a los que viven en Hermosillo y en Arizona (EUA), en cerca de 40,000. A pesar de su dispersión histórica, a los yaquis se les relaciona con el espacio territorial que han defendido secularmente. En este espacio se sitúan sus Ocho Pueblos históricos, que son como uno solo, no únicamente porque en su distribución todos se parecen, sino porque para los mismos yaquis son como una sola unidad. Los habitantes de uno conocen a los de los otros, es común también la trashumancia entre ellos y los contactos por parentesco y matrimonios. Es por esto que socialmente los Ocho Pueblos siguen más la trama de una red que el curso lineal del río en el que están ubicados.

Sin embargo, mirándolos con detenimiento, los pueblos yaquis tienen sus diferencias, derivadas de diversos factores, históricos y ecológicos. Los Ocho Pueblos tradicionales de los yaquis son, de sur a noroeste: Cócorit, Bácum, Tórim, Vícam,

23 Aunque este dato se basa sólo en los hablantes de lengua yaqui y no en cualquier persona que se adscriba como miembro del grupo (Censo de Población y Vivienda; 2000).

Pótam, Huírivis, Ráhum y Belem (Mapa 1). Entreveradas hay otras pequeñas comunidades como Tajimaroa o Estación Lencho, por poner unos ejemplos, que se considera pertenecen a alguno de los ocho.

Mapa 1

Los Ocho Pueblos Yaquis

El inicio de los fuertes vínculos de este grupo étnico con los Ocho Pueblos datan del año de 1617, cuando el misionero jesuita Andrés Pérez de Ribas, penetró en la cuenca del río Yaqui para iniciar el proceso evangelizador de una etnia hablante del cahita, lengua que él dominaba gracias a su presencia entre pueblos sinaloas. Cuando Pérez de Ribas tuvo su primer contacto con el yaqui, ya estaba enterado de la etiqueta que cronistas de aquella época le habían impuesto: indio bárbaro, de difícil acceso, belicoso...

Los pueblos yaquis están ubicados entre Guaymas y Ciudad Obregón, ciudades que visitan para solucionar algunos problemas de trámites burocráticos relacionados con los municipios a los que pertenecen o por cuestiones de salud. Por ejemplo, una familia de Vícam Estación que quiere poner y trabajar apiarios, requiere el permiso y apoyo del Ayuntamiento de Guaymas. La familia en cuestión se queja de que el presidente municipal, a la sazón Carlos Zatarain,24 los ha hecho

“dar vueltas y vueltas” al Puerto sin tomar en cuenta los gastos en que incurren para los traslados. Las familias de Tajimaroa, punto ubicado entre Cócorit y Loma de Guamúchil, junto a la carretera internacional, acuden a los centros de salud de Obregón para atender sus enfermedades.

Cócorit pertenece al municipio de Cajeme y Bácum al municipio del mismo nombre, mientras que todos los demás pueblos conciernen al municipio de Guaymas. Sin embargo, la mayoría de los yaquis resuelve sus asuntos en Ciudad Obregón, antes Cajeme, sobre todo los problemas de salud (Moctezuma; 2001). Por algo es en Obregón donde por años ha radicado el Museo de los Yaquis (operado por el Instituto Sonorense de Cultura a través de Culturas Populares) mismo que, a la fecha -2007- está próximo a trasladarse a una vieja casona de Cócorit.

Las cuatro primeras poblaciones –Cócorit, Bácum, Tórim y Vícam- pueden considerarse eminentemente agrícolas, mientras que las cuatro últimas –Pótam, Huírivis, Ráhum y Belem- enfocan su producción principalmente hacia la pesca. Así, al recorrer los caminos de los pueblos agrícolas del valle del Yaqui, es muy común

24 A mediados del año 2006 hubo elecciones en México y sus municipios. Como presidente municipal de Guaymas resultó electo Antonio Astiazarán, con quien continuaron presentándose los mismos problemas.

toparnos con canales de riego y tractores relativamente modernos. En el resto, las redes de pescar y las lanchas son su materia de trabajo. El suelo de los pueblos yaquis más cercanos al mar, en particular Belem y Ráhum, está cubierto por una capa blanca salitrosa.

Naturalmente, la diferencia de las actividades económicas entre un grupo de pueblos y otro hace que la alimentación también varíe, de modo que los yaquis cercanos a la costa toman la mayor parte de los nutrientes proteicos de los recursos marinos, mientras que los yaquis agrícolas los obtienen de crías de ganado vacuno.

Me contaba un yaqui nacido en Huírivis pero radicado en Vícam Estación que hubo hace pocos años una reunión de los Ocho Pueblos para discutir asuntos políticos. Los huiriveños convidaron a sus invitados pescados del Golfo de California, producto de su trabajo en altamar y en la cocina. Ninguno de los vecinos de los cuatro pueblos agrícolas quiso probarlo, cosa que los huiriveños interpretaron como desdén de sus hermanos.25

Aparentemente hay cierta rivalidad entre los yaquis agrícolas y los costeños.

Estos últimos defienden la idea de que los grandes líderes de sus movimientos sociales han surgido de sus pueblos: Juan Ignacio Usacamea, Bernabé Basoritemea,26 Juan Ignacio Jusacamea, José María Leyva Pérez, Juan Maldonado Waswechia… Todos estos jefes yaquis dieron su vida en la lucha por la Tierra pero reclaman que quienes más la han gozado son los yaquis del otro grupo de pueblos, pues viven de ella, por ella y para ella.

Los pueblos yaquis son, a la vista de nuestros ojos occidentales, absolutamente arbitrarios en su traza. El estilo de distribución español en el que el templo (edificio ceremonial) y la sede del poder civil marcan el centro mientras que las casas-habitación se levantan siguiendo una lógica cuadricular (en manzanas), no tuvo el más mínimo éxito en las comunidades yaquis. Esta traza desordenada de los pueblos yaquis fue descrita así en 1861: “…no tienen ninguna forma regular y [son] sumamente despreciables a la vista. El primero [se refiere a Belem, que es el

25 Conversación con Silvestre J., Vícam Estación, julio 2004.

26 Al relatar la rebelión yaqui de 1740, Edward Spicer señala que previo a esta corría el rumor de que los yaquis de Huírivis, Belem y los otros pueblos occidentales se levantarían en contra del sistema misional jesuita (1994: 46).

más cercano al mar] contendrá doce casitas que más propiamente pueden llamarse jacales grandes y se encuentran situadas sin haberse observado orden.”27

Los yaquis erigen sus casas en un orden que obedece más a las necesidades sociales y las relaciones de parentesco que a un esquema fijo de patrón de asentamiento. Esto es, cuando una nueva familia yaqui se forma, esta construye su vivienda en cualquier punto específico del solar de la familia, ya sea del varón o de la mujer. No importa si la fachada (en caso de que pudiéramos hablar de fachada) mira al Norte o al Sur, al Este o al Oeste, el caso es fortalecer el vínculo familiar a través de la proximidad espacial.

La casa yaqui está construida con carrizo y lodo. El piso es de tierra y el techo de palma. Todos son materiales de la región. Pero la casa yaqui no solamente implica la construcción, sino también el espacio que la rodea, que es en donde se realizan las labores de cocina y ciertos eventos de tipo ritual. En realidad, la edificación se utiliza básicamente para pernoctar o dormir la siesta. Los árboles grandes son altamente estimados entre los yaquis, ya que en época de calor brindan apreciable sombra.

Guamúchiles, mezquites y algodones son tal vez los más comunes, aunque también se aprecian buganvilias y, en menor medida, ceibas. En Cócorit estas últimas y los Álamos alcanzan dimensiones verdaderamente espectaculares (figura 1).

Obviamente, debido a la influencia del exterior, algunos yaquis han

incorporado materiales comerciales y estilos foráneos en la elaboración de sus casas; sin embargo, entre más lejos están los pueblos yaquis de la carretera internacional (Panamericana), menos se ve la presencia de estos elementos extraños.

27 Noticias del río Yaqui, Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística, 1850 (citado por Hernández;

1996).

Figura 1. Arboleda en las inmediaciones de Cócorit

De Cómo Triunfó la Santa Fe

Todos los pueblos yaquis cuentan con un templo católico. Los edificios de estos templos son del siglo XX ya que los antiguos no sobrevivieron a los largos periodos de guerra. En Tórim existe, en lo alto de un cerrito, las ruinas de un hermoso edificio de piedra (figura 2). De él sólo quedan los muros y algún bajorrelieve en su parte superior; no tiene techumbre.

Fray Antonio de los Reyes, primer obispo de Sonora, reportaba al virrey Bucarelli en 1784 que en su visita de inspección a las misiones del territorio yaqui, encontró este edificio inconcluso, pues los padres jesuitas no pudieron terminarlo por causa de la expatriación (Tovar; 1971).28

En realidad, la gente de Tórim no utiliza esta construcción. En otra loma muy cercana levantaron un templo que

bien pudiera ser de fines del siglo XIX (figura 3), cuando Tórim era la cabecera de la I Zona Militar. Esto no era gratuito, ya que debido a la guerra del Yaqui, soldados federales permanecieron por años en ese lugar, llegando a construir, incluso, un cuartel y un hospital militar, cuyas

ruinas también se pueden apreciar hoy en día.

Una de mis colaboradoras para este trabajo, de quien hablaré con detenimiento en la última parte, me refiere que a diferencia de otros pueblos yaquis, las calles de Tórim tienen nombres; ella no los conoce, pero su tío Octaviano, el gobernador del pueblo, sí los sabe. Señaló también que en Tórim había carnicería y

Informe del obispo fray Antonio de los Reyes al virrey de Bucarelli (1784).

Figura 2. Ruinas del templo jesuita en Tórim

Figura 3. Edificio religioso en Tórim

tiendas de ropa y que hoy día aun queda la vieja costumbre de decir “vamos a la municipal” para aludir a un edificio en particular.29

El inmueble que parece decimonónico, levantado entre el inconcluso templo jesuita y la iglesia que se usa actualmente, hay un cuarto que se usa para depositar las imágenes de los santos y los vasos sagrados, cuando no están en uso. Este cuarto tiene una sola puerta de acceso, misma que permanentemente está cerrada bajo llave (figura 4). El edificio rectangular en el que se ofician los servicios religiosos consiste en una construcción extremadamente llana y sencilla, con techo de lámina de dos aguas. En él se llevan a cabo las celebraciones litúrgicas, tanto las propiamente yaquis como las que se promueven desde el obispado de Ciudad Obregón, aunque estas últimas son escasas (Figura 5).

Repartidas en el pueblo, sobre todo cerca de las ruinas de los monumentos religiosos y militares, existen también otras menoscabadas casas de adobe, las

cuales nos señalan la importancia que Tórim tuvo en aquellos tiempos de la guerra.

Fueron, en su momento, edificios públicos o casas comerciales como abarrotes y farmacias que abastecían a los soldados ubicados en la sede de la Jefatura Militar;

algunos eran negocios de inmigrantes chinos. Al respecto, el coronel Ángel García Peña señalaba:

…Torin, el mas importante por ser el centro de las operaciones militares; el que cuenta con el mayor número de edificios públicos y privados pues tiene; el cuartel Marcos

Conversación con Lola U.; Tórim, Río Yaqui, mayo 2004.

Figura 4. Parte del edificio religioso de Tórim donde se depositan las imágenes

Figura 5. Celebración en el interior del templo actual de Tórim

Carrillo que ocupa una manzana y puede valuarse en $17,000.00; el Hospital Militar que ocupa otra manzana y que como no esta hecho mas que la mitad del proyecto, su valor a la fecha es de $14,000.00 (citado por Pennock; 2001).

En el resto de los pueblos yaquis, las construcciones de adobe o las de ladrillo cocido son mucho más escasas.

Es posible que el templo de Pótam sea el más grande de todos; sin embargo, por adentro casi todos son iguales. Los caracteriza su forma rectangular, la ausencia de bancas y de nichos para los santos y vírgenes, y la poca presencia de imágenes de bulto o en lienzo. Las iglesias yaquis tienen casi siempre sus puertas abiertas, razón por la cual el piso está generalmente cubierto de tierra pues el asfalto está ausente de los poblados yaquis. Es frecuente también ver algunos perros o gatos adentro de ellas.

En un día común y corriente se ven fríos, neutros y vacíos, pero los templos yaquis cobran vida propia durante las fiestas religiosas, en las que desempeñan un papel protagónico, al igual que otros espacios rituales de origen yaqui como la ramada y la cocina comunal. De hecho, durante las fiestas, los santos y objetos litúrgicos salen a relucir y hay especialistas dentro del organigrama fiestero yaqui, que se encargan de protegerlos y de trasladarlos cuando es necesario.

La labor misionera de Pérez de Ribas y su estadía en el valle del Yaqui y otros puntos cercanos, dio como producto una serie de documentos que se publicaron por primera vez en 1645, bajo el sugestivo título Los Triunfos de Nuestra Santa Fe sobre Gentes las más Bárbaras y Fieras del Nuevo Orbe. En ellos el ignaciano relató las vicisitudes y satisfacciones que vivieron los primeros predicadores en esa región, acentuando la labor evangélica, la cual permitió el “triunfo” de la fe sobre las costumbres “bárbaras” de los indios.

Parafraseando el título de la obra de Andrés Pérez de Ribas, este capítulo pretende poner al alcance del lector una etnografía histórica (una etnohistoria, vaya) de los yaquis, desentramando aquellos triunfos de los misioneros que lograron que su Santa Fe prevaleciera en tierras de nueva conquista espiritual. Es muy importante subrayar que así como triunfos hubo también descalabros, y aun dentro de los primeros, debemos tomar en cuenta que si se lograron de ese modo fue

porque los receptores (los yaquis), de alguna manera optaron por incorporar esos nuevos elementos y resignificarlos al modo yaqui.

Primer Triunfo: Las Ocho Reducciones

Probablemente no tiene que ver con ninguna cábala ni tampoco con alguna enseñanza jesuítica, pero lo cierto es que los yaquis han luchado a toda costa por mantener en ese dígito el número de sus pueblos. Cuando el padre jesuita Andrés Pérez de Ribas arribó a suelo yaqui en 1617, notó que la población estaba dispersa en múltiples rancherías, cosa que dificultaba la evangelización. En compañía del padre Tomás Basilio, optó por reducir los esparcidos pueblos yaquis a ocho. Algunos quedaron como cabecera de misión, otros como pueblos de visita, con los siguientes nombres.

Tórim de San Ignacio de Loyola

Nuestra Señora de la Assumpción de Rahúm La Santísima Trinidad de Pótam

San Pedro de Bethlem30 Santa Bárbara de Huirivis

Natividad de Nuestra Señora de Vícam Santa Rosa de Bácum

Cócorim del Espíritu Santo

A raíz de la guerra del Yaqui, la cual ocupa el interés de este trabajo, los yaquis a pesar de la diáspora, mantuvieron vínculos con los Ocho Pueblos. A este respecto Spicer señala en Los Yaquis. Historia de una Cultura, que “…tenían plena conciencia de la realidad concreta de la vida en sus pueblos” ya que no había gran infiltración de yoris en ellos y, de hecho, Bácum, Tórim, Vícam, Pótam, Ráhum y Huírivis “…seguían existiendo en sus lugares históricos y funcionando vigorosamente como unidades político-religiosas…” (Spicer; 1994: 193).

En los testimonios que pude recoger durante mis temporadas de campo entre los yaquis, el concepto Ocho Pueblos apareció con frecuencia, manejado como si fuesen una sola entidad, es por eso que me refiero a ellos como un concepto. En este caso, la cita es de Lola U., una joven maestra de Tórim, quien me hablaba de la información que le proporcionó su tía deportada al Sur:

30 Respecto al nombre de este lugar, Spicer desarrolla una interesante discusión que explica cómo la palabra y su significado se fueron transformando hasta llegar al de “Belem” que hoy recibe.

…y me dijo que su tata de él, parece que fueron a México y estaban todos los ocho pueblos y vestidos así a la antigüita y todo.31

A partir de los últimos años del siglo XIX, varias familias yoris se fueron posesionando del pueblo de Cócorit. Esto se exacerbó a raíz del abandono del Valle por causa de la deportación. Algo similar ocurrió con Bácum. Los yaquis, indispuestos a cohabitar con sus enemigos ancestrales, optaron por (re)fundar en otros lugares esas comunidades, aunque otorgándoles nuevos nombres. Así, Cócorit permaneció en poder de los yoris, pero cercano a él se estableció el poblado de Loma de Guamúchil, el cual tiene su propia historia llena de avatares (Moctezuma; 2001). La autoridad tradicional que estaba establecida en Cócorit pasó entonces al pueblo de Loma. Como sustituto de Bácum se fundó Loma de Bácum, no muy distante de la otra Loma. Aunque Belem no quedó en manos yoris, se fundó alternamente el pueblo de Pitahaya, muy cercano al puerto de Guaymas.32

Este último pueblo era un insignificante punto en el mapa hasta que en 1908, el general porfirista José González y Salas lo proyectó al elegirlo como lugar de negociación de una de las tantas paces que se pactaron con los yaquis alzados, la cual pasó a los anales de la historia como la Paz de Pitahaya. En aquella ocasión comandaba las fuerzas yaquis el jefe Luis Bule o Buli (Padilla; 2006a). Posiblemente a raíz de estos encuentros de paz entre las fuerzas del gobierno y las insumisas yaquis, fue que Pitahaya cobró importancia entre los yaquis.

Pero lo importante aquí es destacar cómo los yaquis se han preocupado por mantener con vida ocho pueblos, independientemente de que su ubicación geográfica no sea exactamente la misma de antaño. Entonces tenemos que actualmente los Ocho Pueblos yaquis son Loma de Guamúchil, Loma de Bácum, Tórim, Vícam, Pótam, Ráhum, Huírivis y Pitahaya. Huelga añadir que hay dos Vícam, uno que se conoce como Vícam Pueblo y otro que es Estación Vícam y que se

31 Testimonio de Lola U.; marzo de 2006, Tórim, Río Yaqui.

32 Ponencia presentada por quien esto escribe en el Simposio de la Sociedad Sonorense de Historia, edición 2006, bajo el título “Entre Ignacio Pesqueira y Nuestra Señora. Los yaquis insumisos en la matanza de Bácum”, Hermosillo, Sonora.

conoce regularmente como Vícam Switch, debido al cruce de vías del ferrocarril.

Este último fue fundado en los albores del siglo XX.

La evocación a los Ocho Pueblos ha sido parte importante para la identidad yaqui. Es por esto que, pese a sus diferencias y desavenencias internas, los pueblos yaquis son como una unidad. Así lo demuestran algunas cartas que se firmaban en tiempos difíciles:

Díganos ahora: lo que queremos es que salgan los blancos y las tropas. Si salen por las buenas, entonces hay paz; si no entonces declaramos la guerra. Porque la paz que firmamos en Ortiz fue con la condición de que se fueran tropas y blancos y eso todavía no lo cumplen; al contrario, en lugar de cumplirlo fueron a quitar las armas.

De suerte que ahora son ustedes de todo el negocio, y nosotros no tendremos la culpa de todas las desgracias que haya.

Los ocho pueblos del Yaqui (Hernández; 1985: 235-6).

La noción Ocho Pueblos se continúa usando cuando los yaquis se dirigen a los poderes del gobierno mexicano o sonorense, pero también hay que entender que, a título personal, algunos yaquis, sobre todo representantes de las autoridades tradicionales, escudan sus propuestas políticas externas bajo el manto de los Ocho Pueblos, precisamente por la fuerza que tiene el solo hecho de mencionarlos, aunque no siempre haya consenso entre ellos.

En el exilio, los Ocho Pueblos eran evocados con fervor, pues las lealtades al terruño de la mayor parte de los yaquis dispersos se habían forjado desde la niñez, cuando los vínculos se vuelven más fuertes. La nostalgia por el territorio yaqui era tan poderosa que algunos de los deportados para los que su infancia transcurrió en la península de Yucatán y que recibieron fuertes dosis maternas de amor a la tierra dejada, sufrieron gran decepción al conocerla, pues no encontraron la prosperidad que les había sido descrita por sus progenitores (Padilla; 2002).

De acuerdo al análisis de Edward Spicer en su apartado “La unidad de los pueblos” del libro antes citado, los Ocho Pueblos como concepto yaqui cobraron relevancia a partir de las últimas décadas del siglo XIX (1994: 271), cosa que el norteamericano relaciona con la guerra que sostenían con el gobierno federal. Es posible que fuese justamente a partir de la diáspora que su uso entre los yaquis se