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AMÉRICA LATINA EN EL SIGLO XXI: CAMINOS PARA SALIR DEL NEOLIBERALISMO

2.6 ¿DEL NEOLIBERALISMO AL NEOPOPULISMO?

2.7 AMÉRICA LATINA EN EL SIGLO XXI: CAMINOS PARA SALIR DEL NEOLIBERALISMO

Existen tres posibles escenarios para el futuro de América Latina, considerando las experiencias históricas, las actuales constelaciones de fuerzas y las dinámicas políticas. La variante más probable es la opción de mantenimiento del statu quo. Su

principio consiste en hacer concesiones y/o permitir que se den los pasos de reformas más importantes, aunque mínimos, cuando la situación está al borde del caos, para así asegurar el statu quo. Si es necesario, se aplican medios de represión reforzados. En este concepto, la vulnerabilidad y la dependencia económica del exterior no se podrá limitar en todos los casos. Se renuncia a una estrategia a largo plazo, debido también a que faltan las posibilidades de regulación estatal. En esta constelación, no es concebible aspirar a un crecimiento duradero, basado en grandes partes en una expansión del mercado interno. Las clases sociales inferiores no se incitarán a organizarse y no se “apoderarán” para actualizar su peso de la gran cantidad o su importancia política potencialmente importante. En este tipo de desarrollo, tampoco se redistribuirá el poder en medida considerable, con la ayuda de recursos estatales.

La falta de capacidades para solucionar problemas de un semejante escenario podrían desembocar en una “opción desastrosa”, reducida al mero mantenimiento de las disparidades sociales, étnicas, geográficas, de género, económicas y otras existentes, llevando incluso, en el peor de los casos, a catástrofes sociales, conflictos violentos, anomia, privatización del poder y derrumbe del Estado. Esto también aumentaría considerablemente el peligro de regresiones autoritarias. Países como Haití ya presentan los contornos de un semejante desarrollo.

Sin embargo, un verdadero cambio en la región en el sentido de un desarrollo de toda la sociedad solamente se podría conseguir mediante reformas profundas que intenten eliminar los bloqueos estructurales tanto interiores como exteriores. Para lograrlo, sería necesario que por primera vez en 150 años realmente se tematizaran por discurso y se atacaran políticamente los “pecados coloniales” de América Latina.

En primer lugar, el reparto sumamente desigual de tierras y, por consiguiente, de ingresos, un resultado del sistema de latifundios, que causa las disparidades sociales extremas hasta la fecha, reproduciéndolas continuamente. En segundo lugar, la debilidad del Estado latinoamericano, caracterizado menos por soberanía política, imposición general del poder, Estado de derecho y transparencia, que más bien por políticas informales, viéndose poseído por los intereses rent seeking de varios grupos sociales. Este problema emana de una cultura política que reconoce más bien el derecho del poder que el poder del derecho y que legitima intereses de las elites en vez de buscar el consenso social (véase 9.2).

En tercer lugar, como resultado de estos dos componentes, las bajas cuotas de ahorros, la subimposición tributaria crónica, el bajo volumen local de inversiones y el bajo incremento de la productividad, el uso ineficaz de tecnologías y las estructuras económicas poco diferenciadas en la región, explicando así en cuarto lugar la extrema dependencia exterior de las economías nacionales latinoamericanas. En quinto lugar, estos déficit se ven reforzados y multiplicados por los factores externos

del régimen monetario y financiero global inestable y las condiciones asimétricas del comercio mundial.

El análisis científico de la situación, al igual que las políticas más allá del neoliberalismo que realmente quieran enfrentar estos retos, se encuentran ante una tarea inmensa. Existen enfoques económicos que extienden el paradigma neoliberal, proponiendo puntos de orientación interesantes para un trabajo teórico más extenso, a saber la teoría de crecimiento endógeno que destaca la importancia de inversiones y capital social para los procesos de crecimiento (Barr 2002), y la nueva economía geográfica que señala importantes efectos de cluster (Fujita et al. 1999). Si bien estos recientes enfoques van más allá del paradigma neoliberal ortodoxo, se basan aún seguido en enfoques neoclásicos, en lo que se refiere a sus suposiciones metódicas. Pero no tengamos miedo de ir más lejos, en el sentido de la crítica del

“Post Washington Consensus”, expresada por Dani Rodrik (2002:8): “What the world needs right now is less consensus and more experimentation.” Si nos quedamos en la teoría económica, lo más fructífero parecen ser las teorías que quieran reactivar el keynesianismo. Sin embargo, también los críticos moderados del keynesianismo le reprochan permanentemente su terca insistencia en el Estado nacional. Por lo tanto, al desarrollar alternativas a nivel científico, por fin hay que poner más énfasis en el intento de superar estas limitaciones, ya que efectivamente existen enfoques innovadores (Elsenhans 2000). Pero si el neoliberalismo no se concibe solamente como paradigma de política económica, sino también como modelo de regulación para toda la sociedad, también hay que definir posiciones alternativas más allá de la economía.

En este contexto, una vez más nos sirve la historia como punto de referencia.

Uno de los comentarios más interesantes del historiador económico Karl Polanyi (1989) es su argumentación basada en la historia de ideas, según la cual fueron solamente las ciencias sociales las que provocaron una creación de normas sociales, a través de su construcción ficticia de axiomas, que llevaron a las sociedades liberales mercantiles en Europa a la posición hegemónica. Para este fin, las ciencias económicas tenían que autolimitarse: La economía como ciencia se descontextualiza de las ciencias sociales, históricas y culturales, reduciéndose a un conjunto nor-mativo de decisiones racionales, tomadas por individuos fuera de tiempo y espacio que se autoperciben únicamente como actores en el mercado y donde todos respetan las mismas reglas. Esta racionalidad extremadamente reducida se ve con más claridad en el pensamiento económico, especialmente en los enfoques neoclásicos, actualmente predominantes en todo el mundo, que siguen la demanda del “individualismo metódico” y que se denominan – tras inculcarle los esquemas políticos correspondientes – “neoliberalismo”. Por lo tanto, la demanda de una nueva contextualización que está surgiendo nuevamente en la actualidad, es menos un

imperativo a la política que en primer lugar a la ciencia, ya que ésta última primero tendría que dar nuevas indicaciones de actuación a la política.

En la actualidad, el enfoque teórico más importante que intenta promover estas concepciones pluridimensionales en América Latina es probablemente el así llamado nuevo cepalismo. Por lo general, el término cepalismo reagrupa las principales recomendaciones de estrategia económica de la CEPAL. Hasta los años 1970, el cepalismo había marcado sustancialmente la política económica de América Latina con su concepto dirigido hacia el interior, la industrialización de sustitución de importaciones (ISI) (véase arriba), para después perder drásticamente influencia por el refuerzo del neoliberalismo. A partir de los años 1990, se produjo una revalo-rización de sus conceptos, cuyo conjunto hoy en día a menudo se denomina nuevo cepalismo. Por una parte, el nuevo cepalismo se basa en reflexiones críticas de las estrategias del antiguo Estado de Desarrollo latinoamericano. Parte del principio de que es erróneo contraponer sustitución de importaciones a orientación hacia las exportaciones, planificación a mercado, Estado a actores privados, y fomento industrial a fomento agrario. Por otra parte, se defiende una combinación de teorías económicas basadas en demanda y oferta, teorías neoclásicas, neoinstitucionalistas y neoestructuralistas. De este modo, el nuevo cepalismo afirma que un desarrollo económico consolidado y sostenible en América Latina sólo es posible mediante incrementos de la productividad. Éstos a su vez se tienen que asegurar, indepen-dientemente del capital, especialmente a través del desarrollo y uso de tecnologías y nuevas estructuras de organización y redes cooperativas. El objetivo consiste en una amplia construcción de estructuras económicas integradas y la institucionali-zación de transferencia de tecnología y conocimientos en un espacio geográfica-mente limitado, para crear clusters locales.

No obstante, no se trata solamente de desarrollo e investigación, sino en mayor medida del amplio uso de tecnologías. Esto a su vez requiere una mejora de la calificación, haciendo indispensable la reducción de disparidades sociales y un mayor acceso a la educación dentro de la sociedad. Al fin de cuentas, este enfoque implica el abandono de la estrategia basada en la competencia mundial y la política de bajos salarios. En cambio, aboga por una política basada en la promoción selectiva de estructuras, de tecnologías y de justicia social, mediante políticas sociales en los ámbitos educativo, de salud y del mercado laboral (Sunkel 1993). A partir de estos planteamientos, el nuevo cepalismo desarrolla una estrategia para la competitividad internacional y estructural dentro de la cual el mercado interno, el desarrollo tecnológico y reformas sociales se convierten en el punto de partida para una integración en el mercado mundial. Las primeras reformas indispensables en este camino son reformas agrarias, el refuerzo de la demanda a través de la redistribución y aumentos saláriales, al igual que la mejora de los servicios sociales en educación y salud.

Estos objetivos requieren paralelamente un fuerte potencial de regulación por parte del Estado, lo cual a su vez implica reformas del Estado para que pueda impo-nerse con más fuerza. Por lo tanto, para aumentar la legitimidad estatal, la promoción de la democracia es una garantía de un desarrollo económico más sólido. Además, el nuevo cepalismo no define el mercado mundial como punto neutral de referencia, sino también como espacio de diseño político. Por eso, se exige una mayor repre-sentación de los países latinoamericanos en organizaciones y regímenes interna-cionales (Ocampo 1999; Ocampo et. al. 2000).

Por tanto, en el fondo el nuevo cepalismo intenta ya no perseguir las metas integración al mercado mundial, competitividad internacional y estructural, justicia social y democracia con una referencia funcional. Más bien pretende entenderlas como modelo integrado e interdependiente. En este contexto, en un enfoque evolu-cionista se subraya el carácter de proceso y la pluridimensión del desarrollo. Se rechaza una concepción estática, muchas veces sustentada por el paradigma neoliberal.

Los conceptos del nuevo cepalismo enfrentan múltiples críticas, en parte justificadas. En principio se le reprocha a la CEPAL deducir nuevas recomendaciones estratégicas de ejemplos exitosos, con mucha empatía, pero sin percibir desarrollos negativos. Por eso, sus análisis son poco críticos y a menudo poco realistas. De esta manera, se crea demasiado optimismo con relación a oportunidades generales de desarrollo, pero sobre todo se sobreestiman las posibilidades estatales. Además se le reprocha a la CEPAL su determinismo técnico, es decir el hecho de que convierta al progreso tecnológico en panacea del desarrollo. De igual manera, la implementación del concepto de democracia de parte de la CEPAL es superficial y se tiene que cuestionar con relación a su validez teórica y práctica. Como ya se ha visto, en América Latina a la fecha no existen suficientes actores a la vez capaces de liderar y democráticamente legitimados. No existe ni un consenso general sobre el futuro rumbo del desarrollo ni el grado mínimo de homogeneidad social para crear este consenso. Los requisitos de democracia que define la CEPAL prácticamente no se presentan en América Latina, y solamente se pueden crear mediante un proceso de desarrollo a largo plazo que a su vez ya supone la democracia para su realización.

También las evaluaciones de las relaciones sociales son muy divergentes. Algunos ven en el nuevo cepalismo solamente un neoliberalismo escondido y camuflajeado que en algunos países se aprovecha para legitimar la destrucción de las antiguas estructuras e idealizar el paso socialmente desprotegido de la integración en el mercado mundial. Pero es especialmente el entrelazamiento de las dimensiones competitividad internacional, democracia política y justicia social el que tiene una orientación estrictamente basada en las normas y que por eso parece problemático.

Un ejemplo. Una democracia política estable no tiene automáticamente que generar

más justicia social, aunque crezca la diferenciación de las estructuras productivas.

Otra consecuencia podría ser que la clase alta y media informada aceptara la desigualdad y que las clases medias beneficiadas por los incrementos de la productividad legitimaran democráticamente una creciente exclusión social, tapándola ideológicamente. Ya en tiempos anteriores han existido varios sistemas latinoamericanos que han actuado de esta manera.

Por tanto, parece que el mayor problema del nuevo cepalismo consiste en su consistencia poco clara y a veces no existente. Pero este defecto también podría ser su fuerte. Donde faltan la base material, intereses similares de actores sociales importantes y las instituciones necesarias para crear un amplio consenso de desarrollo, ganan importancia el componente cultural y el discurso político. Gracias a su pluridimensión, sus métodos plurales y sus metas diferentes, atractivas para grupos de actores muy diferentes, el nuevo cepalismo aporta elementos importantes para ganar influencia en la disputa de paradigmas para definir políticas más allá del neoliberalismo. Si se quiere evitar que el nuevo cepalismo pierda su enfoque alternativo, se requiere principalmente que en el futuro debate o incluso en la implementación las diferentes dimensiones del nuevo cepalismo no se negocien por separado, sino como conjunto integrativo. Por ejemplo, no hay que aprovecharse de la aparente incompatibilidad entre la competitividad económica y la justicia social.

“América Latina no es una enfermedad contagiosa”. Éste fue el análisis del experto alemán de América Latina Andreas Boeckh (2002:513) hace unos años al analizar los retrocesos en el desarrollo que ha sufrido la región. Pero quizás precisamente en las realidades específicas de este continente que se convirtió en

“cementerio de estrategias de desarrollo fracasadas“(op.cit., 515) se pueda cultivar un nuevo modelo de un desarrollo económico y social sostenible que muestre el camino hacia el futuro. Sería la vacuna para políticas más allá del neoliberalismo que nos lleven más lejos que las recetas “post y neo” ya desarrolladas. Hasta ahora, estas recetas carecen de originalidad e ingredientes para ayudar realmente a curar las viejas y nuevas enfermedades a principios de este siglo.

PRESENCIA Y