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Después de la I Guerra Mundial, sectores conservadores y nacionalistas alemanes interpretaron los índices crecientes de criminalidad y de violencia en la vida cotidiana como un indicador de la brutalización de la sociedad, del fracaso del recién instaurado orden democrático en preservar la paz y orden sociales, y de los peligros inherentes a la propia modernidad para mantener un orden social armónico. El inframundo criminal vivió una era de esplendor durante la República de Weimar en el conjunto del país, y en particular en su capital. Aun cuando desde una perspectiva comparada ni Alemania ni Berlín fuesen entornos especialmente violentos, para dichos sectores sociales nostálgicos del viejo orden imperial el país atravesaba una fase de criminalidad y depravación insoportable (Elder, 2010).

132 El Bund Oberland era una organización sucesora de los Freikorps que agrupó en sus filas unos 10.000 miembros en 1921, y en su momento álgido, en 1923, posiblemente más (Diehl, 1977: 295).

En 1933 el régimen nazi concedió medallas de honor a los participantes en el intento insurreccional, ya resultaran heridos, detenidos o represaliados por ello. Además de los nazis, que forman la mayoría de los reconocidos, figuran miembros de las siguientes organizaciones y miembros del ejército o de la policía en el momento del alzamiento: Reichskriegsflagge, Kampfbund München, Sturmabteilung Roβbach, Bund Oberland, así como integrantes de la Escuela de Infantería (Infanterieschule), del ejército (Reichswehr) y de la policía bávara (Landespolizei). El Bund Oberland conformó el segundo contingente más numeroso detrás de los nazis. Ver: “Das Ehrenzeichen am Band von 8. und 9. November 1923. München, 15.

Dezember 1933”, IfZ-Archiv, 11/Db 052.051.

Ambos mundos, el matonil de las SA y el de la delincuencia organizada presentan algunas similitudes sobre las que merece la pena abundar. Las diferencias entre ambos eran muchas y de calado, pero también las similitudes. El hecho de trazar analogías entre el hampa y las Tropas de Asalto puede sorprender a primera vista. Al fin y al cabo, desde su momento fundacional los nazis se presentaron a sí mismos como un movimiento dedicado, entre otras causas que ya hemos repasado (preservación de la pureza racial, el rescate del orgullo patrio, el antisemitismo, la animadversión al espíritu ilustrado), a imponer la ley y el orden en medio del caos reinante en el país tras el fin de la contienda bélica. Congruente con su cosmovisión, el nacionalsocialismo hizo responsable a una supuesta conspiración judeo-bolchevique de los elevados índices de criminalidad del país (Goeschel, 2013: 58). Hitler alimentó en Mein Kampf la asociación entre judaísmo e inframundo, por ejemplo al sostener que “La relación entre judaísmo y prostitución, y más aún con el tráfico de mujeres (Mädchenhandel), podía apreciarse en Viena como en ninguna otra ciudad de Europa occidental, exceptuando tal vez alguna ciudad portuaria del sur de Francia” (1943 [1925/26]: 63).133

Las organizaciones criminales de adultos en Alemania se conocieron como Ringvereine, aunque no parece que la denominación estuviera consolidada en la época.134 En tanto que algunos analistas contemporáneos emplearon esa etiqueta (Landsberger, 1929), otros, como el antiguo comisario criminal Ernst Engelbrecht (1931), prefirieron hablar de “asociaciones de malhechores” y otros, en fin, se referían a ellos como “hermandades” (Moreck, 2018 [1931]: 186).135 Surgidas a finales del siglo

133 El Völkischer Beobachter (25-II-1922) sostuvo que el tráfico de mujeres constituía “el negocio más lucrativo y mejor organizado del judaísmo.” La realidad era más poliédrica de lo que transmite el estereotipo. Hacia 1910 estaban identificados en Alemania un total de 182 traficantes de mujeres, de los cuales 19 eran judíos. En Austria eran 101, 65 de ellos judíos, de los cuales 25 vivían en Viena y el 30 por ciento eran mujeres. En contra de lo que sostenían los antisemitas de la época, las víctimas de dicha práctica delictiva no eran mujeres no judías, sino en su mayoría judías del Este de Europa, muchas de las cuales hablaban yiddish. Ver: Hartmann et al., 2016: 218, notas 197 y 198.

134 Un acercamiento literario excelentemente documentado en términos históricos a los Ringvereine y, por lo demás, a la época, son las novelas criminales de Volker Kutscher que tienen al comisario Gereon Rath como principal protagonista.

135 Engelbrecht publicó un artículo en 1924 en la revista Die Polizei expresando su admiración por la lucha contra la criminalidad en la Italia fascista. Poco después dejó la policía criminal por diferencias con su entonces máximo responsable (Abteilung IV), Bernhard Weiss, quien en 1927 fue ascendido al cargo de vicepresidente de la policía de Berlín, en el que permaneció hasta su jubilación anticipada en julio de 1932. Acto seguido al acceso de los nazis al poder, Engelbrecht presentó una solicitud de reingreso (Liang, 1977: 162, 177, 185).

Artur Landsberger, por otra parte, fue un periodista y escritor considerado el “portavoz” de los sindicatos berlineses del crimen de la época por sus crónicas periodísticas y otras publicaciones (como el libro que nos sirve de base en este trabajo, publicado en 1929). Una hermana de Landsberger estaba casada con uno de los hermanos Ullstein, propietarios de un imperio editorial de la época. Su primera mujer (a la que intentó asesinar) era hijastra del fundador de la cadena de grandes almacenes Wertheim. Es decir, que

XIX (algunos historiadores precisan que alrededor de 1890 en Berlín: Hartmann y von Lampe, 2008: 125), los Ringvereine eran asociaciones de exconvictos inscritas formalmente en el registro de asociaciones del Reich que proliferaron a partir de 1920 (Wagner, 1996: 156). A diferencia de las mafias italiana y estadounidense o de las triadas chinas, que nacen y prosperan en la clandestinidad y el secretismo, los sindicatos del crimen alemanes eran asociaciones legales que, sobre el papel, se dedicaban a la ayuda mutua y a la promoción de actividades culturales (como por ejemplo la música) o deportivas entre sus miembros. Ello era parcialmente cierto: la ayuda mutua para el soporte de sus actividades criminales se ajustaba a la verdad. Entre los servicios que prestaban a sus miembros, o “hermanos” (Brüder) en su terminología, se contaban los siguientes: prestar ayuda económica a las esposas y novias de miembros encarcelados, asistencia médica, asistencia jurídica cuando algún integrante caía en manos de la justicia, el envío periódico de paquetes con comida a la cárcel, la intimidación de testigos de la acusación en los juicios, el aporte de falsos testigos o proporcionar empleos legales y oportunidades para reengancharse a la actividad criminal una vez recuperada la libertad (Hartmann y von Lampe, 2008: 114-115).136 Los estatutos de 1924 del Ringverein berlinés Immertreu (“Siempre fiel”), que tenía su área de actividad en el entorno de Schlesicher Bahnhof (hoy la estación de tren Ostbahnhof, en el distrito de Friedrichshain), una de las zonas más degradadas de la ciudad, recogían los siguientes fines: “1) La promoción de la amistad y la sociabilidad entre sus miembros;

2) El apoyo en caso de enfermedad y otras urgencias especiales; 3) El apoyo en caso de defunción” (Landsberger, 1929: 17). Estos fines consignados en sus estatutos eran una mera cortina de humo, una forma de camuflar su verdadera razón de ser. Immertreu, y con ella los sindicatos del crimen, atrajo la atención de la opinión pública a finales de la década de 1920, colocando así en el centro de la discusión el problema de la criminalidad organizada durante la República de Weimar. La noche del 28 al 29 de

Landsberger tenía conexiones familiares con algunas de las familias berlinesas de origen judío más prósperas de la época. Sus escritos transmiten una imagen edulcorada del inframundo de la capital, “que tienen que fundar sus propias sociedades puesto que tienen claro que para ellos es inalcanzable convertirse en socios del ‘Tennisklub Blau-Rot’ o del ‘Golf und Landklub Wannsee’”; por lo demás, “la vida de las sociedades [Ringvereine] no se diferencia en nada de la de las sociedades corales o de veteranos” (1929: 17). Landsberger era de origen judío y enemigo declarado de los nazis, lo cual explica que sus libros nutriesen la hoguera tan pronto como aquellos se alzaron al poder. Se suicidó en octubre de 1933.

136 La prostitución constituía una de las actividades de los Ringvereine. La función de ayuda mutua característica de estas sociedades llegaba incluso hasta prestar apoyo económico de la caja común a los proxenetas cuando las prostitutas a su cargo caían enfermas o eran detenidas y enviadas a la cárcel (Vossische Zeitung, 5-I-1929, p. 5; Engelbrecht, 1931: 89-90).

noviembre de 1928 algunos integrantes suyos y de Norden, otro grupo criminal, protagonizaron una multitudinaria pelea con un grupo de trabajadores en la construcción del metro de Berlín que se saldó con un muerto (Landsberger, 1929: 11-16;

Engelbrecht, 1929: 83; Vossische Zeitung, 31-XII-1928; 5-I-1929; 5-II-1929; Wagner, 1996: 153-154; Wagner y Weinhauer, 2000: 269-271; Hartmann y von Lampe, 2008:

128-131; Goeschel, 2013: 59-61).137

Por la disponibilidad de informaciones sobre Immertreu (siempre limitadas; estamos hablando de organizaciones que hacen sus negocios intentando no dejar rastro inculpatorio), y sobre todo porque sus estatutos son muy ilustrativos al respecto, jugará un papel clave en la comparativa que desarrollaremos con las SA, cuyo alcance hay que tomar con muchas reservas y sin ánimo generalizador. El hecho es que otras asociaciones criminales presentaron para su registro estatutos fuera de toda sospecha y homologables con asociaciones perfectamente respetables que no dan pie, formalmente, a una comparativa con las tropas paramilitares del NSDAP. Es el caso de las asociaciones Libelle, Roland y Heimatklänge.138 En suma: tenemos un conocimiento muy limitado de lo que los Ringvereine decían que hacían, tal y como se recogía en sus estatutos; igual de limitado que lo que sabemos sobre lo que realmente hacían, cuáles eran sus actividades y cómo las llevaban a cabo.

La denominación de Ringvereine merece una explicación. Los fines formalmente declarados por los sindicatos criminales en el registro de asociaciones eran variados, desde grupos corales a deportivos a clubs de lotería (Engelbrecht, 1931: 83; Hartmann y von Lampe, 2008: 111; Goeschel, 2013: 67, 72). Precisamente debido a que algunas de estas asociaciones, como la mencionada, tenían formalmente como objeto el deporte, algunos autores han explicado a partir de ahí la denominación de “Asociaciones de ring”, derivado del verbo alemán ringen, wrestle en inglés, “luchar” en castellano (Hartmann y von Lampe, 2008: 127; Goeschel, 2013: 61). Según dichos autores, la denominación de Ringvereine se debe a que los sindicatos del crimen camuflaban sus verdaderas actividades registrándose como clubs de lucha libre. La explicación no resulta convincente. En primer lugar porque no todas estas asociaciones declaraban

137 LABerlin A Rep. 358-01, nº 2220/1.

138 El archivo de la Oficina para el Registro de Asociaciones de Berlín, con sede en Charlottenburg, no conserva ninguna documentación de estatutos de Ringvereine. En el Landesarchiv de Berlín hemos podido encontrar los de los tres clubs: LABerlin B Rep. 042, nº 26530, “Rüder-Club ‘Libelle’ e.V.”;

LABerlin B Rep 042, nº 26649, “Mandolinen-Club Heimatklänge 1909 e.V. Berlin”; LABerlin B Rep.

42, nº 26292, “‘Roland’ Verein zur Förderung der Stammkunde”.

formalmente que el deporte fuera su razón de ser. Los Ringvereine Felsenfest y Norden, por ejemplo, estaban registrados como asociaciones de lotería; Friedrichstadt era oficialmente un coro masculino (Wagner, 2002: 25; Goeschel, 2013: 67); Libelle figuraba como un club de remo; Heimatklänge, era una asociación de aficionados a la mandolina; Roland se constituyó para fomentar la sociabilidad entre sus miembros.

Segundo, hubo asociaciones que sí se registraron como clubs deportivos, como Immertreu, que no mencionaba en sus estatutos ni una palabra sobre la lucha libre o, para el caso, sobre el deporte.139 La misma Ringverein enfatizaba que los fines de la asociación eran “la promoción de la amistad y la sociabilidad entre sus miembros” (Art.

2, I), que se alcanzarían no mediante el deporte, sino mediante fiestas de baile, banquetes y funerales (Hartmann y von Lampe, 2008: 116). Y tercero, si la etiqueta derivara de ringen, entonces la expresión habitual es la de Ringervereine (que es como de hecho se denominan todavía hoy dichas sociedades), y no Ringvereine.140 Esta explicación sobre la denominación no es la única en circulación. Una segunda, asimismo poco convincente, apunta que el apelativo remite al espacio central de la ciudad que queda dentro de la línea de tren que circunda la capital, línea que se conoce como Ring (en Guérin, 1994: 165). Cabe una interpretación alternativa para su denominación que resulta más plausible a la luz de la información de que disponemos del sindicato del crimen Immertreu: como veremos enseguida, los miembros de la asociación recibían un anillo con sello (Ring mit Signum) como símbolo de pertenencia y marcador identitario.

Aunque según algunas fuentes (Goeschel, 2013: 61) sus miembros tenían prohibida por estatutos la comisión de crímenes,141 en realidad se trataba de asociaciones profesionales del hampa similares a las existentes en otras ciudades y metrópolis en el mundo dedicadas a actividades clásicas de la delincuencia organizada: la prostitución, el tráfico de drogas, la extorsión, el robo, el juego, la gestión de clubs nocturnos, la compra-venta de objetos robados, el tráfico de armas, la falsificación de billetes o los servicios de “protección”. La actitud a mantener ante los Ringvereine fue objeto de controversia en el seno de la policía. En tanto que algunos oficiales, en particular aquellos de orientación nacionalista, veían en los “hermanos del Ring” a peligrosos

139 Estatutos de Immertreu reproducidos en: Landsberger, 1929: 17-22.

140 Agradezco a Ulrich Prehn el matiz lingüístico.

141 Sin embargo, los estatutos de Immertreu no mencionan nada al respecto, y Goeschel tampoco aporta ninguna prueba de que los estatutos de otras asociaciones lo incluyeran.

delincuentes profesionales, otros buscaron cierta cooperación con ellos a modo de agencia regulatoria para mantener bajo relativo control la criminalidad en los bajos fondos de la capital (Hartmann y von Lampe, 2008: 122-123; Goeschel, 2013: 63). En este último sentido, hay constancia de asesinos ocasionales o criminales peligrosos que

“iban por libre” que fueron puestos a disposición de la policía por los sindicatos de

“hermanos” (Vossische Zeitung 5-II-1929, p. 6).

Durante la República de Weimar hubo Ringvereine a lo largo y ancho del país, desde Hamburgo a Múnich pasando por Breslau y Leipzig, pero estaban especialmente concentrados en Berlín. No está claro cuántos clubs de esta naturaleza había, ni tampoco de cuántos miembros cobijaban bajo sus estructuras. Con notable imprecisión, Harmann y von Lampe sostienen que a finales de la década de 1920 en Berlín actuaban entre

“alrededor de 20” a “unos 50” grupos (2008: 111).142 Fuentes de la época ofrecen datos incongruentes al respecto de las asociaciones criminales en la capital. A la altura de 1929 el Ministerio del Interior prusiano calculó que en Berlín operaban unos 40 Ringvereine (Wagner, 1996: 156-157). Un informe policial de principios de la década de 1930 apuntó la cifra de unas 70 organizaciones con unos 5.000 integrantes (Goeschel, 2013: 61). A ellos habría que añadir otras organizaciones criminales presentes en ciudades como Leipzig, Bremen, Dresden, Hamburgo, Dortmund o Halle (Wagner, 1996: 157). Algunos analistas coetáneos estimaron que a finales de la década de 1920 no eran más de una docena (Landsberger, 1929: 23), mientras que a principios de la década de 1930 Engelbrecht citó por su nombre hasta 24 grupos criminales, y eso que se limitaba a los “más conocidos” (1931: 87). Por último, otro informe policial fechado en 1933 cifró en 85 el número de grupos criminales (Liang, 1977: 164). Como quiera que fuese, Landsberger ofreció unos datos sobre criminalidad en la capital: en el cuartel general de la policía en Alexanderplatz (“nuestro excelente Scottland Yard”) disponían de un fondo con medio millón de huellas digitales y retratos de unos 40.000 delincuentes.143 “Un asesinato u homicidio cada tres días –rezaba el balance de

142 La estimación de 20 grupos en: Vossische Zeitung, 31-XII-1928, p. 4.

143 Landsberger no lo explicita, dando así a entender que huellas digitales y fotos habían sido recabadas por la policía berlinesa, lo cual significaría que la mayoría de varones adultos de la ciudad contaban con una ficha policial. En realidad en el periodo republicano se diseñó una división del trabajo a nivel de todo el país según el cual la policía de Berlín era la encargada de recabar las huellas dactilares de delincuentes implicados en falsificación de moneda, delitos en transporte ferroviario, atracos a bancos, tráfico de mujeres o pornografía (Liang, 1977: 140-141). Cabe suponer que muchas de las huellas y fotos a su disposición eran de delincuentes fichados en Berlín, pero también del resto del país, ya que la central policial en Alexanderplatz operaba como instancia centralizadora.

Landsberger–, la bronca y la cocaína son el confort sociológico de la capital” (1929:

10).

Ringvereine y Tropas de Asalto (así como el resto de formaciones paramilitares activas en la época, de derechas o de izquierdas) difieren en un aspecto fundamental: en tanto que la organización paramilitar estaba al servicio de una “Idea” intrínsecamente política volcada en reorganizar el país y la sociedad según criterios raciales, los sindicatos del crimen (en particular si se dedicaban a la prostitución) estaban más preocupados por el control territorial de las zonas donde discurrían sus negocios que por posicionarse en el polarizado clima político de la época: “en general, para los Ringvereine el control territorial era más importante que la política”, mejor aún,

“constituía el rasgo clave de cualquier Ringverein” (Goeschel, 2013: 68, 61). Muchos ciudadanos se mostraron preocupados por la criminalidad creciente en el país tras la I Guerra Mundial. Acabar con la delincuencia organizada, en la cosmovisión nazi vinculada al comunismo y el judaísmo, fue una prioridad para ellos y constituyó un tracto de sus ataques a Weimar. Los nazis explotaron una supuesta relación entre comunismo y bajos fondos que, aun siendo cierto en algunos casos, en modo alguno permite establecer una conexión firme.

Lo cierto es que algunos Ringvereine colaboraron con los comunistas, igual de cierto que otros los combatieron (Goeschel, 2013: 67-68). El primer artículo de los estatutos de Immertreu, según el cual “los asuntos políticos y confesionales están excluidos” (Art.

1; en Landsberger, 1929: 17), señala la indiferencia con que formalmente contemplaban la política. Dichos estatutos, por lo demás, no recogen ni en una sola ocasión el gentilicio “alemán”, algo impensable en cualquier documento o escrito surgido de los nazis. Tampoco se hace referencia en ellos a la raza, ni se excluye formalmente a los judíos de pertenecer a la asociación.

Estas diferencias (sustanciales) al margen, es posible identificar una serie de analogías entre ambos grupos. Para ello, pondremos frente a frente los estatutos de Immertreu y documentos de las SA que regulaban su praxis:

1. Las sociedades criminales y las Tropas de Asalto eran agrupaciones estrictamente masculinas. Para las SA (para los nazis) el ámbito privativo de la mujer era el hogar y la crianza de los hijos, quedando reservadas la política y la defensa a los varones. Immertreu tampoco admitía mujeres: “Puede convertirse en miembro de la asociación todo varón mayor de 21 años” (Art. 3; Ibid.: 18).

2. Algunos Ringvereine camuflaron sus verdaderas actividades delictivas bajo la apariencia de sociedades deportivas. A raíz de la prohibición del NSDAP y de sus organizaciones satélites en todo el Reich el 23 de noviembre de 1923, durante 1924 y 1925 grupos de las SA lograron mantener sus estructuras de funcionamiento básicas reconvertidas formalmente en asociaciones deportivas (Siemens, 2017: 32).

3. Immertreu y SA eran algo más que sociedades recreativas destinadas a rellenar el tiempo de sus asociados; eran fuente de identidad colectiva, un plural reconfortante en el que los miembros tejían y estrechaban lazos afectivos. Los estatutos de Immertreu recogen como fines de la asociación la promoción de la amistad y la sociabilidad (Art. 2), vínculos estrechos que vinculaban a los

“hermanos” como si de una familia se tratara (o como una cofradía masónica, para el caso). Por su parte, las Tropas de Asalto fomentaban la camaradería entre sus miembros organizándose en células de tamaño reducido para fomentar el espíritu colectivo entre sus integrantes. Así, el contrato de adhesión a las SA de Baviera a comienzos de la década de 1920 explicitaba: “consideraré a cada miembro de mi tropa de asalto como mi hermano y leal camarada, con quien me siento unido en la alegría y la adversidad, y lo haré sin atender a su estatus social, profesión, riqueza o pobreza”.144

4. La forma concreta de materializarse la solidaridad era la asistencia mutua en casos de miembros que atravesaban dificultades. Además del fomento de la amistad entre sus miembros, Immertreu recogía otros dos fines de la asociación:

“El apoyo en casos de enfermedad y otros casos de necesidad” (Art. 2, II) y “El apoyo en caso de defunción” (Art. 2, III). Las fuerzas de choque nazis, por su parte, y en el marco de la filosofía del “socialismo de los hechos”, implantaron los Sturmheime o SA-Heime, albergues adonde sus miembros podían acudir en busca de socorro en tiempos de penuria en forma de alimentos, alojamiento o atención médica. Hubo más ejemplos de esta “camaradería de las trincheras” trasladada a la gran ciudad. Así, la organización berlinesa del NSDAP institucionalizó en mayo de 1930 un grupo de “Ayuda a presos y heridos de las SA” (SA-Gefangenen- und Verwundetenhilfe) que se financiaba con las aportaciones de sus miembros, y no por el partido (Siemens, 2017: 93).

144 Staatsarchiv München (StA), Polizeidirektion 6803, “Abschrift. Verpflichtungsschein”, p. 25.

5. Una práctica habitual de los grupos sociales para marcar la identidad ad intra y, sobre todo, ad extra, consiste en dotarse de un arsenal de símbolos que les diferencie de los no miembros al tiempo que sirven para reconocerse entre sí. Los miembros de las SA portaban uniformes y esvásticas, y se saludaban con el brazo extendido al grito de Heil!. Los estatutos de Immertreu, por su parte, dan cuenta de varios símbolos propios: el broche o alfiler (Vereinsnadel), transferido al miembro con su ingreso y propiedad de la asociación, estando obligado en caso de pérdida a reembolsarlo a sus expensas (Art. 4, II).145 Así, un trabajador mantuvo una disputa en un bar con un desconocido, quien le mostró el alfiler de Immertreu.

Acto seguido se personaron en un vehículo otros seis individuos, asimismo con alfileres y miembros del citado Ringverein, quienes propinaron una paliza al trabajador (Wagner, 1996: 159). Otro símbolo de dicha organización criminal era un sello, un anillo que cada miembro hacía suyo después de cinco años de actividad (Art. 18); de ahí podría derivar la denominación de Ringverein. Además, y aunque los estatutos de Immertreu no lo recogen, existen indicios de que los Ringvereine disponían de sus propias banderas. Así lo recoge un escrito fechado en 1941 firmado por Arthur Nebe, a la sazón alto mando de las SS responsable de la policía criminal. Nebe constató que los integrantes de las organizaciones criminales portaban (se refiere a los años de Weimar) alfileres y anillos de oro con los emblemas de cada club, y añade: “En festividades y funerales hacían acto de presencia con banderas y enseñas de seda bordadas con profusión” (en Goeschel, 2013: 72; asimismo Hartmann y von Lampe, 2008: 116).

6. Ambas organizaciones consideraban inexcusable la asistencia a los funerales de los asociados fallecidos, en la “lucha por la calle” contra el enemigo judeo-bolchevique unos, en el ejercicio de sus actividades delictivas. Los SA (y SS y HJ, para el caso) acudían en traje de servicio y acompañados de su parafernalia habitual (banderas, acompañamiento musical en algunos casos) a los cementerios donde eran enterrados sus integrantes. Los Ringvereine también concedían gran importancia al “último viaje”. Immertreu insiste al respecto en su articulado: “Una obligación de honor especial de todo miembro es hacer acto de presencia en el entierro de un colega de la asociación”. Tenemos noticias de un

145 Los estatutos de Libelle, formalmente dedicada al remo, también dan cuenta de que sus integrantes disponían de “símbolos de la asociación, alfiler, etc.” (art. 19). LABerlin B Rep. 042, nº 26530, “Rüder-Club ‘Libelle’ e.V.”

acto tal. Alrededor de 300 personas participaron en 1928 en el entierro de un miembro de un Ringverein. El abogado Erich Frey, allí presente, aportó detalles del decurso de la ceremonia. Los varones iban vestidos con abrigos negros y sombreros de copa; los portabanderas, en fila de a cuatro y con fajas sobre el pecho, desfilaron tras una banda de música; a pie de tumba un coro masculino entonó la canción Yo tenía un camarada. El portabanderas de otra organización criminal afín, Luisenstadt, declaró que su presencia era obligada en circunstancias funerarias (en Wagner, 1996: 163-164). El incumplimiento del imperativo de asistencia acarreaba la expulsión inmediata: “Si se prueba que un miembro no asiste de forma deliberada o infundada, entonces se aplica la exclusión de la asociación” (Art. 16); “La asociación considera su obligación de honor más elevada enterrar a un miembro fallecido como exige el honor y la dignidad de la asociación Immertreu” (Art. 17). El honor, al igual que en las filas nazis (bien que en este caso adjetivado como “honor alemán”) era también un valor supremo en los sindicatos del crimen.

7. En ese marco de honor, tanto las asociaciones de delincuentes como paramilitares ultranacionalistas concedían una gran importancia a una serie de reglas de comportamiento cuya violación estaba penada en grados diversos, el más riguroso de los cuales era la expulsión. Además de los motivos habituales en cualquier asociación suficientes para poner punto final a la afiliación (baja voluntaria, muerte, impago reiterado de las cuotas durante ocho semanas, inasistencia no justificada a cuatro reuniones), los estatutos de Immertreu contemplaban otros supuestos: el “comportamiento improcedente dentro y fuera de la asociación” (Art. 5, III) y las “manifestaciones denigratorias sobre la asociación y sus miembros” (Art. 5, IV). Además se contemplaban llamadas al orden por “interrumpir la reunión en estado chisposo”; en caso de reiteración, el afectado estaba obligado a abandonarla y a abonar una multa de 5 marcos (Art.

15). En esta misma línea, un añadido posterior de 1924 estipulaba que “El colega que, en estado ebrio o de excitación, descuide su broche de la asociación, será sancionado con una multa de 10 marcos”. La impuntualidad estaba penalizada, en especial para los miembros recién admitidos: en caso de demora en sus cinco primeras reuniones tenía que pagar una multa de 3 marcos (Art. 4, III).

Las tropas paramilitares nazis también subrayaban la puntualidad como valor. El 19 de octubre de 1921, coincidiendo con el momento en que se consolidó la

denominación de SA, sus mandos insistieron en que la “puntualidad” era una virtud capital y un prerrequisito básico de la organización.146 El contrato de adhesión a las SA antes mencionado recogía clausulas parangonables a las de los Ringvereine. Sus miembros debían prometer “formalidad y puntualidad en el ejercicio de las tareas asignadas, así como acudir a todos los mítines, actos, excursiones, reuniones, etc.”; adquirían el compromiso de “no perjudicar en modo alguno el espíritu de leal camaradería ni a debilitar la fortaleza de la organización, ni tampoco a generar malestar mediante la formación de camarillas, la difusión de rumores infundados, etc.”; se comprometían a comportarse “dentro y fuera de nuestra tropa, de tal modo que nuestro movimiento no tenga que avergonzarse de mi decencia. Evitaré todo aquello que perjudique la buena reputación de nuestro movimiento.”147 Un contrato de adhesión a las SA fechado en 1926 en la Alta Silesia, en Prusia, establecía que tres faltas no justificadas significaban la expulsión inmediata, y que tres faltas de puntualidad contaban como una falta no justificada.148

Los Diez mandamientos de las SA de Goebbels, de 1926, insistían en estos aspectos reglamentarios: los SA no debían permitir que su uniforme resultase mancillado a consecuencia de borracheras o comportamiento escandaloso, debiendo por ello evitar la bebida en acto de servicio (mandamiento nº 3); habían de acudir de forma puntual a los compromisos militantes (nº 4) y rehuir la crítica sistemática y las intrigas (nº 6); puesto que los nazis “son hermanos entre sí, forman una gran comunidad”, debían evitar las peleas entre ellos (nº 8).149

Tan pronto como los nazis accedieron al poder, los Ringvereine fueron severa y (como amplios sectores de la sociedad), a menudo, también arbitrariamente perseguidos. El hecho de que estuviesen registrados como asociaciones facilitó su persecución.Fueron oficialmente prohibidos como asociaciones culturales el 1 de enero de 1934. Muchos de sus miembros terminaron sus días en campos de concentración o abatidos en “intentos de fuga”; pocos fueron los que sobrevivieron al experimento totalitario en suelo alemán (Hartmann y von Lampe, 2008: 131).

146 StA-München, Polizeidirektion 6804, en: Siemens, 2017: 11.

147 Ibid.

148 GStA, I. HA Rep 77, Ministerium des Innern, Tit. 4043, nº 309, p. 30.

149 Nationalsozialistische Briefe, nº 24, 15-IX-1926.

En este excurso hemos identificado una serie de paralelismos entre las SA y un Ringverein, el Immertreu, al respecto de sus prácticas simbólicas, litúrgicas y de comportamiento. Los estatutos de dicha organización criminal dan pie a esbozar una seria de analogías que, sin embargo, dado nuestro estado de conocimiento actual, no estamos en situación de generalizar. Sin embargo, se trata de unos estatutos en cierto modo excepcionales, puesto que los estatutos de otros Ringvereine consultados en el Archivo Provincial de Berlín resultan indistinguibles de los de otras asociaciones de fines similares y fuera de toda sospecha.

CAPÍTULO III: EL TROQUEL MARTIRIAL

1. El triunfo de la fe

El movimiento nazi arrancó su andadura como un pequeño grupúsculo más de los que pujaban por abrirse paso en el rico y dinámico panorama ultranacionalista bávaro.

Como es siempre el caso con todo movimiento político y social, en sus inicios atrajo a un pequeño núcleo de activistas, o “emprendedores de movimiento” (por decirlo en la terminología de la teoría de la movilización de recursos –McCarthy y Zald, 1977–), congregados alrededor de la figura de Hitler, su figura carismática (Herbst, 2010), para crecer a partir de ahí a golpe de fe y entrega a la causa de la palingenesia nacional. Las narrativas nazis que reconstruyen la historia del movimiento vienen punteadas por una retórica de los pocos en vigilia permanente contra un mar de enemigos por hacer prevalecer la “Idea” y sacar a Alemania de su estado de postración nacional; de avanzadilla en un contexto refractario a sus ideas por la nutrida presencia de

“marxistas”; de soledad en defensa de su verdad; de inferioridad en las condiciones en que discurría la lucha, a menudo con resultado de muerte. Metafóricamente, los caídos eran los encargados de recordar a sus correligionarios vivos su deber y misión.

El relato nazi sobre la construcción discursiva de los mártires discurrió según unas líneas maestras resumidas del modo siguiente: en la mayor de las adversidades, una minoría activa de patriotas, exponente de lo mejor de su juventud y encarnación misma del hombre nuevo –el “nacionalsocialismo hecho cuerpo”–, fue capaz de mantener contra viento y marea su fe en la idea de la regeneración nacional frente a un enemigo fiel a la causa internacionalista que fue, hasta los años finales de Weimar, infinitamente superior en número. La determinación y el espíritu de lucha de esos patriotas

“fanáticos” fue lo que condujo a la victoria final, culminada con la proclamación de Hitler como máximo responsable del Tercer Reich. Los propagandistas nazis no se cansaron de repetir que se trataba de una gran lección de la historia que dejaba bien a las claras lo irrefrenable de la voluntad cuando era sincera y se apuraba hasta sus últimas consecuencias. Una fe multiplicada y extendida a todo un pueblo a partir del ejemplo que ofrecía el propio Führer, el modelo en primera instancia del hombre nuevo, convenientemente amplificada por el aparato de propaganda: